A sus 27 años, Fernando Sánchez Suárez (Ribera del Fresno, 1998) encarna la confluencia perfecta entre vocación, talento y compromiso con el territorio.
Ingeniero agrónomo y enólogo, ha sido distinguido por la Sociedad Española de Excelencia Académica como el mejor expediente nacional en su especialidad, con una nota media de 9,44 en el doble grado cursado en la Universidad de Córdoba, donde continúa como doctorando y docente.
Vinculado desde niño a la tierra y al viñedo familiar, sus investigaciones se centran en mitigar los efectos del cambio climático sobre la vid y el vino en regiones cálidas. Su pasión por la ciencia y su implicación con el entorno le han llevado también a participar como jurado en el prestigioso Concurso Ibérico de Vinos Premios Mezquita, en su trigésimo primera edición, celebrado en Córdoba el pasado 11 de junio, donde cató algunos de los mejores vinos de España y Portugal.
Con serenidad, cercanía y rigor, responde a esta entrevista que repasa su recorrido académico, su labor investigadora y su reciente papel en uno de los certámenes vinícolas más veteranos y valorados de la península ibérica, donde ofrece una mirada técnica, joven y apasionada del mundo del vino, sin perder el arraigo a su tierra ni la conciencia de que el conocimiento es, también, una forma de compromiso.
¿En qué consiste este concurso y cuál es tu cometido en él?
El Concurso Ibérico de Vinos Premios Mezquita es uno de los certámenes vinícolas más veteranos y respetados del panorama ibérico. Lo organiza el Aula del Vino de Córdoba junto con la Asociación de Sumilleres de Córdoba, y congrega cada año a bodegas de toda España y Portugal. El objetivo es premiar la calidad, el esfuerzo y la excelencia que hay detrás de cada botella.
Mi cometido ha sido actuar como miembro del jurado, encargado de valorar y puntuar distintas muestras de vino en cata a ciegas. El jurado está distribuido en cinco mesas, cada una compuesta por cinco expertos. En mi caso, compartí experiencia con profesionales del sector vinícola, sumilleres y técnicos que provienen tanto de la industria como del ámbito académico. Nuestra tarea es valorar con rigor y objetividad distintos parámetros sensoriales para conceder medallas que prestigian a los vinos participantes.
¿Actúas en calidad de…?
He participado como miembro del jurado técnico, gracias a mi pertenencia al Aula Universitaria del Vino de la Universidad de Córdoba, así como por mi formación como enólogo y mi trabajo como doctorando y docente universitario en el área de viticultura. Además, estoy estrechamente vinculado al grupo de investigación Vitenol (AGR-146), donde trabajamos en desarrollar técnicas vitícolas y enológicas adaptadas al cambio climático, algo muy necesario en zonas cálidas como la nuestra.
¿Es la primera vez que participas?
Sí, ha sido mi primera vez como jurado en los Premios Mezquita, y la experiencia ha sido muy enriquecedora. Aunque había asistido previamente a catas técnicas y participado en comités académicos de análisis sensorial, este certamen tiene un carácter especial por su nivel y la trayectoria que lo avala. La organización es impecable y el ambiente, tanto técnico como humano, es muy motivador. Sin duda, me encantaría repetir.
¿Cómo surgió tu participación?
Fui invitado por la secretaria del Aula del Vino de Córdoba, con quien comparto actividades académicas en la Universidad. Ambos formamos parte del Consejo Asesor del Aula Universitaria del Vino, y desde ahí surgió la oportunidad. Me propusieron formar parte del jurado y acepté encantado. Este tipo de colaboraciones te permite aprender, compartir criterios y conocer de primera mano lo que se está haciendo en distintas regiones vinícolas.
¿Conocías previamente a los organizadores o al resto del jurado?
Conocía a varios de los miembros del jurado y organizadores, algunos por coincidencias profesionales previas y otros por redes sociales o encuentros en el mundo académico. Además, sigo de cerca las actividades del Aula del Vino y la Asociación de Sumilleres de Córdoba, porque me interesa mantenerme al día en cuanto a formación, tendencias y oportunidades en el sector. De hecho, ahora mismo estoy intentando ingresar como miembro en la Asociación de Sumilleres de Córdoba.
¿Qué criterios se puntúan en este concurso y qué nivel has observado?
Se puntúa una ficha técnica bastante completa: aspecto visual (limpidez y color), nariz (intensidad, calidad, franqueza), boca (intensidad, calidad, persistencia) y armonía global. Los vinos se dividen por tipos: blancos, tintos, rosados, dulces, pertenencia o no a una denominación de origen, y niveles de crianza: joven, roble, crianza, reserva. El nivel general ha sido alto; se han catado 206 muestras, muchas de ellas con gran calidad.
¿Existe algo parecido en Extremadura?
Sí, están los Premios Espiga, que organiza la Denominación de Origen Ribera del Guadiana. La diferencia es que solo pueden participar vinos que pertenezcan a esta denominación.
¿Participas como particular o representando alguna institución?
He participado como miembro del Aula Universitaria del Vino de Córdoba, como doctorando y profesor de la Universidad de Córdoba. También por mi formación de base: soy ingeniero agrónomo y enólogo.
¿Algo más que quieras añadir?
Solo agradecer la invitación y la oportunidad de aportar en un concurso de este nivel. Estoy abierto a seguir colaborando.
Fernando Sánchez no solo representa el relevo generacional en la vitivinicultura, sino también una forma de entender el campo desde el conocimiento, la excelencia académica y la responsabilidad medioambiental. Su trayectoria ya es una referencia para quienes defienden que el futuro del vino, y del campo, se cultiva desde la raíz, pero también desde el laboratorio y el aula.