De nuevo lo he podido comprobar este verano. Intento disfrutar las vacaciones estivales en Las Hurdes. Una vez sí y otra también suelen ser agridulces. Por un lado, la gracia de las aguas frescas de las piscinas naturales; y, por otro, la tristeza de ver los incendios, respirar el humo y escuchar el sonido de las aspas de los helicópteros. De esto último voy a comentar.
Vaya mi felicitación para estos héroes del aire, que surcan los cielos hurdanos por encima de los pinos incandescentes. Con una mirada de esperanza vemos desde tierra todas sus peripecias para ayudar en las extinciones, cada día más frecuentes, de estos parajes. Pero sobre todo los observamos con gran admiración, por el riesgo que supone, cuando no hay cerca un pantano con capacidad de agua suficiente y recurren a piscinas, en ocasiones privadas, que no importándoles a los pilotos su pequeñez y sorteando cables, con gran pericia llevan ese preciado elemento para colaborar organizadamente con el personal contraincendios de a pie y elementos mecánicos que luchan al borde de las llamas.
Ellos, los pilotos, no se dan cuenta, lógicamente al no poder ver ni oír, cómo se les aplaude desde tierra su gran labor, cuando pasan por encima de los circunstanciales curiosos testigos, visitantes o vecinos de esta bonita y pacífica comarca, por desgracia tan castigada.
A veces las cosas son peores y el pueblo o alquería ha tenido que ser evacuado o confinado, cerrando ventanas, ya que la humareda es significativa.
Un abrazo, felicitación sincera, a esos ángeles del aire por su labor que, desde sus helicópteros, en pareja y suspendida la Bambi Bucket con capacidad entre 980 a 1.000 litros, tras llenarlos, lanzan con precisión donde son requeridos.
Gracias héroes.
Enlaces de la autora de la fotografía y testigo del último incendio, Inmaculada González, también colaboradora de la Revista Grada, con los que expresa la profunda admiración por la destreza y pericia de los pilotos:
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