Caminar con frío, con viento, bajo la lluvia o la luz del sol, caminar en solitario o en compañía, caminar con un propósito, caminar para perderse del ruido… Cualquier forma de caminar reoxigena nuestra vida, siendo el secreto mejor guardado para alcanzar una salud óptima, sentirse más feliz y creativo, dormir bien, mejorar la postura, la creatividad, la memoria, el humor y la capacidad de pensar.
Cuando caminamos, cientos de músculos, articulaciones, tendones y huesos se mueven. Se ha demostrado que hacer ejercicio durante los años reproductivos favorece que los hijos sean más resistentes a las enfermedades. Además, caminar no solamente enriquece nuestra propia salud y la de las futuras generaciones, sino que también ayuda a revertir la diabetes, a disminuir el riesgo a desarrollar cáncer y a prevenir enfermedades cardíacas y otras enfermedades crónicas. Reduce la presión arterial, ayuda a bajar de peso, mejora la respiración y la capacidad pulmonar, estimula la actividad neuronal y contrarresta la depresión y la ansiedad, entre otros muchos beneficios. Cualquier nivel de actividad, sin importar la intensidad a la que se realice, se asocia a un riesgo sustancialmente menor de muerte.
Estar sentados una sola hora disminuye la circulación sanguínea de las piernas al corazón hasta un 50%, lo cual pone en riesgo la salud cardiaca y metabólica.
A nivel emocional, caminar nos hace exponernos a la probabilidad de encontramos con alguien y, aunque no se desarrolle una conversación, el hecho de saludar e intercambiar una sonrisa genuina nos hace sentirnos mejor mentalmente, nos ayuda a aumentar el sentimiento de pertenencia, garantizando llegar a casa más felices y seguir el día con más optimismo y esperanza.
Cada vez que optamos por dejar el coche aparcado reducimos la contaminación atmosférica y acústica.
Nacimos para caminar; por lo tanto, debemos convertir este acto en una de las mejores aventuras de nuestra vida. No esperes a sentirte motivado para salir a caminar, actúa disciplinadamente, la acción es lo que despierta la motivación y no al revés. Una vez te pones en movimiento tu cerebro deja de resistirse, ya no lucha con la idea de empezar, ya empezaste. Incluso en los días difíciles demuéstrate que puedes, ten el compromiso de contar contigo mismo, incluso cuando todo lo demás flaquee. Anímate a tomar unas deportivas cómodas, con suela flexible y delgada, supera las ganas de tumbarte en el sofá y oblígate a salir de casa sin que te importe la climatología o la estación en la que te encuentras.
Es hora de reconsiderar el acto de caminar, hay muchos motivos para hacerlo. Espero que este artículo te anime a redescubrir la felicidad y la salud que siempre acompaña la vida de un caminante.