Domenico Baccarini fue esencialmente un artista plástico y de dibujo que sentía curiosidad por todas las técnicas. Además de abordar la pintura al óleo y al pastel probó la xilografía, el aguafuerte y la litografía.
De temperamento afectuoso y amable, supo reunir a su alrededor a un nutrido grupo de jóvenes, hombres de letras y hombres de cultura, en una especie de cenáculo, el llamado ‘Cenacolo Baccarini’.
En su juventud asistió a la Escuela de Artes y Oficios de Faenza, donde perfeccionó sus habilidades en el dibujo. Tras obtener una pequeña beca, viajó a Florencia en 1901 para seguir cursos en la Academia de Bellas Artes. En 1902, después de varios y vanos intentos de obtener una subvención o un encargo que le liberara de unas condiciones de vida extremadamente precarias, Baccarini se dedicó a la cerámica para ganar algo de dinero, y empezó a realizar pequeños modelos decorativos para reproducir en mayólica.
Entre los temas de sus obras, además de los miembros de la familia y su pareja, Bitta, está el autorretrato, en el que el bello rostro demacrado y pensativo se modula espiritualmente en diversas actitudes y técnicas.
Sus dibujos se confirman como una expresión autónoma y disfrutable, donde el blanco y negro encuentra el medio adecuado para superar la visión positivista de la imagen, y donde las técnicas con lápiz, carboncillo y pastel permiten que las figuras, en particular los autorretratos y retratos, los objetos y motivos, se conviertan en el espejo del alma del artista.
La pobreza, un constante estado de incertidumbre y una mala salud le llevaron a su temprana muerte en 1907. Estos aspectos trágicos convirtieron a Baccarini en un mito fascinante, oscuro y fuertemente coloreado. A todo esto hay que sumar la igualmente dolorosa historia de amor con la bella Bitta. Tras conocerla en 1903, Baccarini se convirtió inmediatamente en su pareja y la convirtió en su musa, retratándola en muchas actitudes, especialmente después del nacimiento de su hija, María Teresa. Bitta abandonó a Baccarini y a su hija en 1906 por el artista de Ímola Amleto Montevecchi, y murió también muy joven.
Sin embargo, Baccarini, prodigioso, sincrético y original, absorbente de muchas tendencias y sugerencias culturales, demuestra, precisamente en los años de convivencia con Bitta, un alejamiento significativo de esos abismos de desesperación y dolor, traducidos magistralmente con un uso eficaz e inequívoco del blanco y negro, que parecen atraerle morbosamente. Son los años de la cerámica policromada que alaba la belleza de la naturaleza, de la figura femenina, de los niños atrapados en actitudes lúdicas y de una serie de dibujos dedicados a su mujer y a su hija en los que la alegría y la facilidad de vivir parecen sorprender, por un tiempo, incluso al propio artista.

El festival también incluye un amplio programa de actividades paralelas durante el mes de noviembre, como el programa ‘Cine y escuela’ en el Centro Cultural Alcazaba, con proyecciones para escolares; el taller práctico ‘Diseñar para la cámara’, impartido por el director de arte Damián Galán Álvarez, los días 8 y 9 en la Sala Trajano; un concierto el 16 de la Banda de Música de Mérida en el Centro Cultural Alcazaba; o la exposición de los 20 carteles oficiales del festival del 17 al 30 de noviembre en el mismo espacio.