(In memoriam de Eloy García Garzón y Pedro García Herrero)
Siendo yo muy jovencito, iniciando el Bachillerato Superior (Quinto de bachiller), con 14 años, decidí pasar todas las mañanas, para ir al Instituto Gabriel y Galán, a buscar a mi amigo y compañero Pedro por su casa, para ir juntos al Instituto. Acabábamos de dejar nuestro Colegio de San Calixto, regentado por los Hermanos Maristas, donde habíamos cursado el Bachillerato Elemental, y por primera vez nos incorporábamos al vetusto Instituto, por lo que nos gustaba ir juntos, no solo nosotros sino también más compañeros que se unían a lo largo del trayecto.
Pedro vivía en la Avenida, entonces, del Ejército (después del Generalísimo y hoy de Juan Carlos I), en un edificio próximo a la muralla, y yo subía desde mi casa por el Cristo de las Batallas bordeando la Torre Lucía.
Siempre me había sorprendido la Torre Lucía, y más aún en aquellos momentos pasando todos los días bajo su mole, convirtiendo su perfil en algo para mí cotidiano. Y así, día a día, mes a mes, año tras año durante los cursos de Quinto y Sexto de Bachillerato y Preuniversitario, de 1956 a 1959, di todas las mañanas mis ‘buenos días’ a la Torre Lucía.
Mi amigo Pedro tenía una hermana, entonces Maribel, que varios años después fue mi novia y hoy es Isabel, mi esposa. Y la Torre Lucía continuó formando parte de mi día a día, porque una vez casados nos quedamos a vivir a su sombra, en la Avenida.
Son pues casi 70 años de mi vida (1958-2025) relacionándome de manera cotidiana con la Torre Lucía. Esa Torre adelantada de la Fortaleza, que aún queda en pie de aquel Alkázar cuyos restos centenarios fueron derribados en los primeros años de la década de los años 40 del siglo pasado.
Esta Torre es testigo centenario de lo acaecido en la ciudad de Plasencia, dada la antigüedad de la ‘cerca’ o muralla levantada en los primeros años de su fundación, allá por los finales del siglo XII, por Alfonso VIII. Se puede afirmar que toda la historia de esta ciudad alfonsina ha pasado delante de esta Torre, monumento defensivo que tanto me ha impresionado desde siempre.
La posibilidad de haber llegado a esta relación tan personal con la Torre Lucía se la debo a un familiar de mi esposa. Sin él y su actuación, mi amigo Pedro no habría nacido, ni vivido en la Avenida; y, por ende, tampoco mi esposa; y, por supuesto, en el transcurrir de los años, tampoco yo hubiera podido disfrutar de tan impresionante silueta. Fue la persona que en el primer tercio del siglo XX adquirió estos solares que circundaban el Alkázar y que notarialmente se citan como los solares del Arca del Agua.
Me estoy refiriendo al tatarabuelo de mi nieto Eloy, su homónimo Eloy García Garzón, chinato de nacimiento, afincado en Plasencia después de una estancia en Portugal, debido a su profesión de corchero, oficio muy autóctono de nuestra región. Edificó su vivienda familiar en la entonces despoblada Avenida de Canalejas (y demás identificaciones ya mencionadas hasta la actualidad). El edificio que levantó en los años 30, durante la República y que fue derribado en el año 2000 para levantar otro más moderno, fue la vivienda familiar de los García Márquez, placentinos. En la parte posterior tenía un jardín y espacio libre colindante con el espacio de la Torre Lucía, que por aquellos años era el huerto del Sr. Manolo, ‘Manitas de plata’ como apodo cariñoso. En ese edificio fijamos nuestra residencia su nieta Isabel y yo, y desde entonces, transcurría el año 1967, amanezco todos los días a la sombra de la Torre Lucía, convirtiéndose la citada Torre en mi horizonte cotidiano.
En 1967 la Torre Lucía tenía tejado a dos aguas, estaba desmochada, sin almenas, y sus fachadas descarnadas, con oquedades. Pasando los años se la restauró y rehabilitó, siendo en la actualidad un recinto dedicado a Centro de Interpretación de Ciudades Medievales, muy visitado por los turistas que aprovechan para pasear por las murallas y cubos que parten de ella.
Por eso, cuando en 1980 se me pide una colaboración para el semanario placentino ‘El Regional’, tomé la decisión de escribir unos artículos de divulgación sobre Plasencia, su comarca y Extremadura, bajo el título ‘Desde la Torre Lucía’. 45 años me contemplan escribiendo ‘Desde la Torre Lucía’, y hoy he querido traer a colación los recuerdos del abuelo Eloy y de mi amigo Pedro, culpables de que mis artículos lleven ese título. Ya sabéis por qué.
