El otoño me vuelve a empujar hacia Extremadura. Se acabó mi estancia marítima en Isla Canela, Ayamonte. Y cuando subo de nuevo a la Torre Lucía y miro al Este, dominando El Valle, o al Oeste, visualizando mi amurallada ciudad, siguen en mi recuerdo las tertulias matutinas desayunando en la cafetería ‘La orilla’ (aprovecho para agradecer a su propietario, Antonio, el buen trato y la calidad de su café) y los temas que sobre Isla Canela van surgiendo unos días y otros.
Uno de mis contertulios habituales, además de mi paisano cacereño Paco Núñez, es Carmelo Rodríguez Abreu, hombre de la mar, que va a ser en parte protagonista de este artículo.
Hace 40 años, en 1985, concretamente la tarde del 28 de julio, al filo de las 20.00 horas, en la Punta Del Moral, barriada de Ayamonte en Isla Canela, de donde es y continúa viviendo Carmelo dedicando su vida a la pesca, nuestro joven amigo entonces vio sobrevolar sobre su cabeza un helicóptero que fue a posarse en una de las dunas más altas del entorno del espigón de la Punta, en la desembocadura del río Carreras.
La sorpresa y la curiosidad le hizo dirigirse a aquella duna. Y vio un yate gris parado en la entrada de la ría del que partían dos botes, uno con personas y otro con bultos de equipaje, que se dirigían a la orilla donde él estaba, muy próximo a un vetusto chiringuito, construido aprovechando unas antiguas instalaciones de una lonja que no llegó a utilizarse. Cuál fue su sorpresa que, llegando a la orilla, vio que se bajaba del primer bote el presidente del Gobierno, Felipe González. Y, ni corto ni perezoso, se dirigió a él y le estrechó la mano.
Así nos lo contó una mañana de julio, cuando se cumplían exactamente 40 años del acontecimiento, nuestro amigo, patrón de barco de pesca, Carmelo. Yo conocía esa historia porque ya entonces veraneaba en esta Costa de la Luz, pero no todos los contertulios la sabían, o quizá recordaban la noticia pero no dónde desembarcó Felipe González del yate ‘Azor’ en el verano del 85.
No hay nada más que acudir a la hemeroteca de los grandes periódicos de la época y buscar los titulares desde el 22 hasta el 28 de julio del citado 1985, donde se criticaba que el presidente del Gobierno, siendo socialista, veraneara con su familia en el yate que hizo célebre el general Franco durante sus veranos dictatoriales.
Se contaba que Felipe González había embarcado en el Azor en Lisboa para navegar hacia el sur bordeando la costa atlántica portuguesa y, superando el cabo de San Vicente, enfilar el Algarve. Ese fue su plan de vacaciones familiares, pero el hecho de hacerlo en el yate ‘Azor’ de Franco desencadenó tal cúmulo de críticas que, lógicamente, le hizo abandonar el barco sin terminar sus marítimas vacaciones.
¿Pero dónde desembarcar sin que la nube de periodistas le deslumbrara con sus flashes y le acosara con preguntas? ¿Qué zona del Golfo de Cádiz resultaría la más discreta para hacerlo? Y se escogió Isla Canela, casi deshabitada en aquel entonces.
Siguiendo la prensa del día 28, que coincide con lo que Carmelo nos continuó contando, Felipe González y sus acompañantes se dirigieron al chiringuito llamado ‘de Antonio’, que estaba al borde de las dunas, donde pretendieron tomar unas sardinas; pero la madre de Antonio, que estaba al frente del chiringuito, no les pudo satisfacer porque todavía no tenía las brasas preparadas para asar las sardinas que saborearían los clientes de la noche. Bebieron unas jarras de cervezas y se fueron al helicóptero que les trasladaría hasta Dos Hermanas, donde pernoctó el presidente y su familia en casa de su hermana.
Recuerdo de aquella fugaz visita fue la jarra en la que bebió su cerveza Felipe González, que hemos visto durante años al lado del televisor del vetusto chiringuito con el letrerito “En esta jarra bebió Felipe González”.
Después la Isla se urbanizó, aquellas dunas que fueron testigo de este acontecer dejaron sitio a cuatro enormes hoteles y cientos de apartamentos ubicados en suntuosas urbanizaciones, y el viejo y caótico chiringuito de Antonio, después de muchas vicisitudes judiciales, fue convertido en un moderno y funcional chiringuito que sigue conservando el nombre de su fundador y mantenedor.
Yo poseo películas en Súper 8 (entonces no existían los vídeos) en las que se puede ver aquel chiringuito, al que íbamos entre dunas a comer un arroz exquisito y en cuyas paredes había varias maquetas de embarcaciones de pesca que hacía el padre de Antonio, y la célebre ‘jarrita’ al lado del televisor.
Con la ayuda de Carmelo hemos pretendido buscar la ‘jarrita’ y las maquetas de aquellas embarcaciones, que desaparecieron con la construcción del moderno ‘Chiringuito de Antonio’, pero ha sido infructuoso dar con esos recuerdos, aunque no perdemos la esperanza de encontrarlos.
Sirva este acontecimiento como un dato más relacionado con esta preciosa Isla Canela, que forma parte de mi vida desde hace 58 años (1967), en la que se almacenan cientos de recuerdos de todos los signos relacionados con mi familia y amigos, y que año a año hago más mía porque la voy conociendo mejor, descubriendo su potencial histórico desde los restos arqueológicos tartésicos, romanos, su Torre Almenara del XVII… hasta su papel en los años de la invasión francesa de 1808, sin olvidar su origen físico-geográfico gracias a la desembocadura del río Guadiana; y, si queréis ponerle música, recordad la copla ‘María la portuguesa’, escrita y popularizada por Carlos Cano.