En el momento en el cual eres consciente de que algo raro le pasa a tus ojos porque ves mal es cuando decides acudir a un especialista. Entonces, en la revisión, es cuando te informan que tienes una degeneración que afecta a la visión y que no se puede recuperar ni con operación ni con ningún tipo de tratamiento. Para colmo, añaden que con el tiempo es muy probable que vayas perdiendo más vista. Es un duro golpe que te deja en un proceso de duelo.
Amen de las particularidades que reviste la muerte repentina de un ser querido, el dolor también lo experimentamos cuando en la vida tenemos una experiencia de pérdida definitiva de algo y que no volverá a ser igual. Como cuando se pierde visión sin llegar a la ceguera, también se atraviesa por un proceso de duelo.
El duelo es una respuesta normal y natural que cada persona experimenta a su modo. Pasamos por un proceso hasta llegar de nuevo a un equilibrio personal. El comienzo es con un impacto y confusión, negando lo que ha ocurrido. La siguiente etapa aparece la culpa y puede aparecer una depresión. Seguidamente se siente sin fuerzas para afrontar la situación y busca el aislamiento. En el final del duelo se muestra la recuperación y la aceptación de la realidad retomando el control de la propia vida.
No pretendo explicar de manera divulgativa el proceso de duelo y sus estados, que por supuesto los profesionales médicos conocen mucho más de lo que se trata aquí. No obstante mi experiencia personal y el trato con personas que han indo perdiendo visión a lo largo de sus vidas, me han permitido reflexionar y analizar sobre el duelo que experimentamos las personas con baja visión.
Todo empieza con la pregunta sobre qué sucede una vez que la persona se ha adaptado a la nueva situación y la causa que le ha llevado al duelo empeora. Pues que vuelve a encontrarse en un nuevo proceso de duelo. Pasa por otro estado de confusión hasta llegar a la aceptación de la nueva situación. Entra en una espiral de duelo, donde cada estado personal es peor que el anterior y la situación de adaptación es diferente.
Todo comienza en el momento que un oftalmólogo confirma una pérdida de visión debido a una patología, un accidente o una enfermedad, y que no existe ningún tipo de tratamiento ni de cirugía para mejorar el resto de visión disponible. Al mismo tiempo añade que a futuro puede haber más pérdida de visión. Una vez que estás en la calle y meditas lo que ha pasado en la consulta del oftalmólogo pasas del desconcierto al terror en un instante. Entras en un proceso en el que empieza por un estado de confusión al que superas con acciones como la de adaptar el puesto de trabajo y asimilando que ya no puedes conducir.
Pasado un tiempo pierdes más visión. La empresa observa que hay funciones que ya no puedes llevar a cabo y es cuando solicita la incapacidad laboral. Dejas de trabajar; sin embargo, te vuelves a adaptar a la nueva situación para que tu casa no se te venga encima.
No obstante, el tiempo transcurre y la patología continúa reduciendo aún más la visión, la suficiente como para poder afiliarte a una organización de ciegos. No es que sea malo afiliarse, es que antes no podías y ahora sí, eso significa que la visión está peor y te lamentas por ello. Aceptas la realidad y te enfrentas a la nueva situación. Eres capaz de ser autónomo y para ciertas tareas pides ayuda si lo ves necesario.
El mismo tiempo que nos ayudó a asimilar el nuevo estado en que nos encontramos es quien nos reduce aún más la visión, y eres consciente de que en ocasiones necesitas un bastón de movilidad para estar más seguro y a salvo en tus desplazamientos. ¡Estás más cerca de la ceguera! ¡Que no vas a ver nada! De nuevo entras en otro proceso de duelo.
Hay que tener en cuenta que no todas las personas pasan por estas etapas ni en el mismo orden, pero lo común es que al perder visión transcurren por un período de aceptación, ajustando sus vidas a la nueva limitación. Y la realización de esta tarea de adaptación a la nueva situación lleva consigo muchos cambios a los que la persona con resto de visión debe enfrentarse.
Podríamos afirmar que el proceso de duelo debido a la pérdida de visión de forma continua en el tiempo es el resultado de una concatenación de varios duelos a modo de espiral. Y que cada duelo dentro de la cadena presenta sus propias características, con su carga dramática y sus diferentes variables que pueden complicar o dificultar el proceso de aceptación.