Nacida en tiempos en los que la mujer pertenecía al entorno familiar y era vista como un ‘apéndice’ del hombre, la uruguaya Petrona Viera encontró en el pincel su forma de expresión y rompió con él los esquemas sociales para, 60 años después, llegar a trascender en un ámbito históricamente masculino.
Petrona Viera nació en Montevideo. Su padre ejerció la presidencia de la República entre 1915 y 1919. Padeció sordera incurable a partir de los 2 años, lo que no le impidió, obviamente, aprender a comunicarse.
Estudió en el Círculo de Bellas Artes y se dedicó profesionalmente a la pintura, siendo la primera mujer artista que Uruguay registra. Su obra revela su pasión por el retrato, las escenas costumbristas y el paisaje.
Tal vez por la ausencia absoluta de sonidos, el mundo de Petrona Viera se transformó en una experiencia visual plena, y este fenómeno, posiblemente, hizo que analizara la realidad por medio de la pureza de la forma. La visión como algo absoluto fue traducida a la forma plástica a partir de un concepto de representación donde el color es el verdadero articulador de la sensación.
El mundo hermético de Petrona Viera se ilumina más allá del acontecimiento, su paleta se afina en matices de una, paradójicamente, vigorosa sutileza que confirma la dirección de su existencia no solamente hacia la experiencia visual, sino hacia el fenómeno plástico que emerge con una pureza y una diafanidad que sorprenden. Sus desnudos femeninos, sus mujeres negras, sus retratos de niños, escenas de escuela y de la sociedad a la que ella pertenecía, están todas impregnadas de una claridad que en algún momento sospechamos si se trata en verdad de escenas cotidianas.
Petrona Viera utilizó las herramientas que obtuvo de su formación y las adaptó a su realidad personal y biológica, como sujeto de percepción particular a la realidad que ella quiso transmitir. Se apropió de una realidad contingente y la convirtió en irreal y permanente, fijando con sus colores un mundo que contenía la suma de sus percepciones (y apercepciones) personales, fruto de una síntesis magistral y de emoción de crear.
La pintora uruguaya utiliza inteligentemente el color exacto y necesario. Quedan afuera los elementos accesorios, todo lo que pueda perturbar, de la misma manera en que los ruidos quedaron fuera de su vida. Sin embargo, su color está lleno de sonido, y es posible que la artista pudiera escuchar el ruido de sus olas o el viento en las ramas de sus árboles cuando pintaba.
Petrona Viera, en definitiva, reunió las condiciones de una creadora magistral con excelente oficio y de una personalidad valiente que luchó para que la mujer pueda ejercer el arte, profesional e independiente, rompiendo el esquema de ‘complemento del hombre’.