Aprender de forma constante.
Es un viaje que nunca termina.
Siempre hay cosas.
Requiere energía. Pero es muy satisfactorio.
La definición sobre emprender que nos dio Isabel Nogales, la entrevistada de esta edición, junto con la de la RAE no difieren mucho: “cometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”.
Es curioso que la definición de emprender lleve consigo el peligro o el esfuerzo. O lleve consigo el cambio, la evolución constante, el desafío.
Hoy quiero hablar sobre lo que es emprender. Lo que es emprender en el extranjero. Lo que es migrar para emprender. Lo que es emprender un viaje que nunca se termina.
Un inconsciente que conversa
Llegó el invierno en Alemania, y los años van pasando. Ya van muchos años fuera, y la tierra reclama los frutos que se echaron a volar. ¿Por qué no escapar del frío y volver a la tierra que me vio despertar?
Me fui para emprender el viaje del héroe, del loco. Me fui en el carro de la incerteza buscando respuestas a mi identidad. Me fui para encontrarle mi propio sentido a las cosas; me fui para crear. Me fui para ser independiente, para vivir de mis ideas, para enajenarme de lo establecido. Me fui para hacer amigos. Me fui porque necesitaba probar qué era el mundo, me fui para ver con unos ojos más amplios y empáticos, la realidad. Me fui sin saber que volvería, y me fui sin saber a dónde iría.
Pero siempre se vuelve a los sitios donde se amó el mundo. Todo es un círculo. Y este viaje tiene forma de espiral: si crezco allí, crezco acá.
Emprendí en el extranjero. Mi vida, y mis proyectos. Me empoderé. Lo abstracto se hizo material y lo material dejó de ser relevante. Ya no importa donde tenga mis cosas, o las pertenencias que acumulé estando fuera. Ya no importan todas las libretas donde escribí ni todos los zapatos que me acompañaron en mis pasos. Todo lo que a través de ellos aprendí están conmigo, y ahora los llevo de vuelta a su origen: este viaje necesita traer todo lo que aprendí a casa. La valentía está en volver.
¿De qué vale evolucionar estando fuera si ahora no comparto mi maleta con los que me vieron crecer?
Irse es emprender un viaje que no se sabe cuándo se termina. Irse significa que ya no volverás a ser la misma: ya mi corazón está repartido por el mundo. Ya viviré siempre echando en falta a los que tengo lejos. Aquí y allá. Ya viviré siempre perteneciendo a muchas realidades. Irse es vivir eternas despedidas. Irse es amar cada vez más los reencuentros.
Pero emprendí este viaje y no me arrepiento. Los viajes son grandes enciclopedias. Ahora quiero que todos los que encontré en el camino visiten el sitio en el que comencé mi viaje. Quiero que descubran el alma que se esconde en una ciudad de fronteras. En una región de viajeros.
Ahora llega la Navidad y todos nos reencontraremos. Tantos que emprendimos el viaje desde el mismo puerto. Tantos que ahora volvemos al mismo faro: las almas de la región donde vengo están acostumbradas a ser marineras.
Alicia Morán
¿Qué significa para ti emprender?
Isabel Nogales (Badajoz-Quintana de la Serena, 1992) no esperó a su graduación para emprender su viaje. Terminó el último examen y se fue a Alemania.
Este viaje lo conozco de primera mano, ya que tuve el placer de compartir con ella muchos años de nuestras vidas. Instituto y posteriormente hicimos la misma carrera (ADE-Derecho).
Isabel fue una de esas personas a la que ya con temprana edad todo le gustaba. Todo le generaba curiosidad. Le gustaba todo y a la vez nada. Ella podría haber estudiado ciencia o humanidades, pero como a tantos, nos hicieron elegir y descartar el otro camino sin apenas haber llegado a una suficiente toma de conciencia y autoconocimiento.
Por eso eligió dejarse muchas puertas abiertas y decantarse por hacer economía y derecho: siempre hay un hueco en estas ramas. “Podría incluso trabajar en un hospital con economía, pensaba. Además, siempre me podré ir fuera. La posibilidad de tener tantas puertas abiertas cuando no sabes qué hacer siempre ayuda”.
“El problema cuando uno tiene curiosidad por todo es cuando ve a los demás que dicen tener las cosas claras”. Isabel estaba siempre en continua búsqueda y contradicción, tanto es así que en medio de la carrera decidió presentarse a selectividad de nuevo por si hacía Medicina. Pero al final el mantra “voy a terminar lo que empecé, y cuando termine si acaso no lo quiero, lo dejo. Al menos tengo conocimiento acumulado: siempre se puede volver a emprender un nuevo viaje” le hizo concluir sus cinco años de carrera. “Hay que terminar un proceso para tener un balance más objetivo y ya estando todas las cartas sobre la mesa puedo elegir y tomar decisiones más conscientes. ¿Qué son cuatro años en una vida?”.
Entre esos años de carrera Isabel se fue con una beca Erasmus a Trier, sur de Alemania. En ese viaje muchas incertezas sobre su identidad vocacional le empezaron a cuadrar: todo lo que estudiaba en la universidad alemana tenía otra forma. Es lo que tiene darle más énfasis a la práctica que a la teoría. También el desafío de hacerlo en otro idioma y de tener que exponer en vez de hacer exámenes. “No nos enseñan a ser emprendedor, solo a estudiar de memoria”.
Isabel ese año, además de disfrutar su estancia Erasmus, hizo unos créditos extra y una tesis para la universidad de envío y se volvió a España con un ‘bachelor’ de International Business. “Quién sabe para lo que me pueda valer”.
Isabel se volvió a Cáceres a terminar el quinto año de carrera, pero desde que volvió siempre tuvo claro que se quería volver a ir. Ese año se le había quedado muy corto y volvió a España con el gusanillo de una estancia más larga, por lo que sabía que al terminar la carrera se volvería fuera a probar suerte.
Y así fue; al terminar la carrera, mejor dicho, los exámenes, porque ese gusanillo explotó antes de llegar la graduación, tomó su vuelo de nuevo con destino a Freiburg. “No tenía tiempo para celebrar, era momento de partir a emprender el viaje. ¡Me llevé la maleta a mi último examen, y dije adiós. Mucha gente de los pueblos venía con la maleta para volverse a sus casas el fin de semana, yo iba ya con mi título firmado por el rey Juan Carlos y mi maleta, pero nadie sabía que me iba ya a Alemania”, recordaba entre risas y bromas.
Isabel volvió a elegir Alemania porque una amiga suya estaba pasando allí el verano, así que vio la oportunidad de irse con ella y ver qué encontraba. No tenía que ser necesariamente quedarse en el país germano, pero le pareció buen punto de partida.
Aunque algo ya se proyectaba en Deutschland, porque en sus ratos libres (trabajaba el resto en un restaurante español) se iba a la biblioteca a estudiar alemán. Siempre acompañada por la filosofía: “ya que estoy aquí pillo todo, aunque sea poco tiempo, aprendo alemán, quién sabe si algún día servirá”.
“Vas uniendo puntos que no sabes para qué te sirven, pero en un momento miras para atrás y te das cuenta de todas las oportunidades que te creaste”.
El último año de carrera en Cáceres Isabel había hecho un curso de cinco días que ofrecía la universidad en Marketing Digital, y cuando estando en Freiburg buscaba prácticas, esa puerta que ella inconscientemente había abierto se vio muy agradecida: el 1 de agosto de 2015 estaba mudándose a Hamburgo a hacer una ‘internship’ de online marketing. Con los años se posicionó en la empresa como ‘sales account manager’, y tras estar dos años trabajando para la misma corporación volvió a hablarle su gusanillo interior: “sentí en un momento que ya había dominado todo de esa empresa, esa hambre de aprender me hizo cambiar de trabajo, y por eso me fui a otra empresa otros dos años, de publicidad programática”.
En ese segundo trabajo pidió media jornada ya que tuvo la idea de empezar a desarrollar algo en paralelo. Quería trabajar en algo que le llenara más que lo laboral. Algo más ético. Algo donde el producto le representara a ella, a sus valores. La sostenibilidad, el medio ambiente y la ecología eran los temas que le concernían en este momento y quería aportar valor y ser coherente con sus ideales.
Junto con su pareja empezaron a idear su propio proyecto, algo que estuvieran orgullosos de vender bajo su nombre, y así, nació Golconda, nombre inspirado en una ciudad india donde había muchos diamantes, y que la explotaron tanto que quedó desierta. Con esta idea invitaban a reflexionar sobre la paradoja de los recursos ofreciendo champús y jabones sólidos bajo una filosofía clara: el cuidado de la elección de materias primas renovables y bajo un proceso de producción limpio.
Mientras que Golconda fue cada vez más encontrando su sitio en el mercado alemán, Isabel sigue cada día cuestionándose cómo puede mejorar la sostenibilidad en todas las partes del proceso: “Siempre me mantengo muy crítica, conmigo misma la primera. Eso me permite repensar y evolucionar”. Ahora, por ejemplo, investiga cómo usar directamente los ingredientes vegetales sin pasarlos por un proceso de transformación; es decir, de las plantas puras a la cosmética.
De todo este proceso que no cesa jamás Isabel lo que más disfruta es ver cómo mil ideas volando por la cabeza se concretan en forma de un producto que sirve a personas. “Mi sangre está puesta ahí. Y si rechazan el producto, rechazan tus ideas. Entonces eres vulnerable”. Indica Isabel que esa es la diferencia de vender algo que no es tuyo a algo que ha nacido de sus entrañas. “Cuando me escriben diciendo qué bonito es el packaging me hace reafirmar una cosa: estoy en el buen camino”.
Emprender en otro país es pasar por distintas fases: temor, agobio, satisfacción. Se aprenden muchas cosas y para Isabel este viaje ha sido el recorrido de sus ideas e inquietudes a un producto que puede ver en el supermercado. Y el viaje no termina ahí, nunca se termina de aprender y de dominar cosas.
Emprender en otro país también tiene el obstáculo del idioma, pero cuando poco a poco dominas la cultura el idioma fluye, y esto es también parte del viaje. Hay que entender cada parte del engranaje hasta que llegas a un sitio en el que ya te encuentras cómodo.
Y ahora mirando al pasado y viendo las decisiones que tomó al hacer esta carrera, se da cuenta de que no estaba tan equivocada. Pero han tenido que pasar 10 años para darse cuenta de que el mini-riesgo que tomó con esa edad tenía sentido.
“A la Isabel de hace 10 años, mirando con los años de la experiencia y del paso del tiempo, o a cualquier persona que quiera arrancar un viaje, solo le puedo decir una cosa: que veas de un problema una virtud. Quédate en un estado mental en el que te guste todo. La mente abierta. Disfruta de todos los pasos que vengan por delante. Sed inquietos, curiosos. Esa apertura te permitirá poder vivir donde quieras, aprender los idiomas que quieras, y emprender todas las ideas que desees”.
¿Cuándo empieza tu viaje?