Siempre cometí el mismo pecado, la vehemencia, creer que puedo conseguir todo si a todo le pongo todo mi empeño. Y la vida se viene esforzando una y otra vez en demostrarme cuán equivocada estoy. Pero yo erre que erre, siempre luchando contra los elementos para mantenerme a flote dirigiendo mi barca a buen puerto.
Cuando encontré a mi otra naranja, que no media, decidí hacer borrón y cuenta nueva, y tras unos años de relación le pedí matrimonio rompiendo todas las reglas.
¡Aceptó!, qué alegría, y le puse fecha. 23 de enero de 2021. Estaba todo pensado: cumpleaños, jubilación y boda. Después, viaje de novios a China. Badajoz-Pekín en nuestra autocaravana; toda una aventura, como a los dos nos gusta.
No tenía ninguna duda, sería ese día; y además, para rizar el rizo, soñé uno de esos sueños locos que tengo con los ojos cerrados o abiertos, casarme en el López de Ayala rodeada de amigos artistas y de grandes personas.
No voy a hacer una lista con sus nombres porque seguro que se me queda alguno en el tintero y no quiero. Solo diré que todos me dijeron que sí, no sé si porque les pareció buena idea o por seguirme la corriente, como se hace siempre con los chiflados como yo.
Pero vino el bicho y todo se fue al garete. Y vinieron a mi mente las frustraciones de adolescente, la rabieta que sentía cuando se desbarataban mis planes.
Ahora, dentro de mi locura, soy más reflexiva.
¿Para qué enojarme si aún tengo vida?
Y pusimos nueva fecha; si no es a mis 60, que sea a sus 60. 28 de marzo de 2025.
Espero que para entonces se haya ido el bicho.
P.D. Sirva este escrito de invitación a todo el Reino de las Musas.