Loida Zabala Ollero. Deportista paralímpica
Hace más de 20 años que comencé mi camino en la halterofilia paralímpica. A lo largo de estos años he vivido momentos increíbles, como representar a España en cinco Juegos Paralímpicos o convertirme en campeona de Europa.
Pero también he vivido desafíos que me pusieron a prueba en lo más profundo. Uno de los más duros fue enfrentarme al cáncer. Pensé que todo terminaría ahí. Que mi carrera, mi cuerpo y mi fuerza no volverían a ser los mismos.
Y, sin embargo, seguí. Y sigo. Porque no caminé sola.
Extremadura ha sido mucho más que el lugar donde entreno, siempre que pueda estar en Losar de la Vera. Ha sido mi hogar, mi impulso. En esta tierra encontré el apoyo institucional, sí, pero también el humano. Encontré a quienes creyeron en mí cuando dudaba de mí misma. Encontré una comunidad que nunca me trató como ‘menos’ por ser deportista paralímpica, sino que celebró mis logros como los de cualquier otro deportista.
En mi tierra, los deportistas olímpicos y paralímpicos recibimos las mismas becas. Puede parecer un simple gesto, pero encierra una verdad poderosa: en Extremadura se valora el esfuerzo, no el adjetivo que lo acompaña. Y eso, para quienes luchamos contra prejuicios y barreras invisibles, significa mucho más de lo que se puede explicar con cifras.
Hoy miro atrás y no solo veo medallas. Veo experiencias increíbles conseguidas fuera del podio. Veo una región que ha crecido conmigo, que ha apostado por la inclusión. Extremadura me ayudó a seguir haciendo deporte cuando todo parecía derrumbarse. Y en ese gesto sencillo, pero inmenso, me devolvió las ganas de seguir soñando.
Por eso, este número 200 de la revista Grada me emociona profundamente. Porque sus páginas recogen las voces de una tierra que no se rinde. Y yo soy una de ellas.
Una voz que seguirá levantando peso, pero también esperanza. Porque en Extremadura, cuando caes, siempre hay manos que te levantan.