José Moreno Losada
A ver cómo me explico, porque ni yo mismo me entiendo bien. Se trata de un pensamiento sencillo: la felicidad está en la casa de la sobriedad y no en la de la sobreabundancia, mal que nos pese.
Cuando era niño me tocó vivir en cierta sobriedad, cercano a la pobreza, aunque nunca en la necesidad no cubierta. Y soñaba con salir de la sobriedad, como camino a la felicidad, a la tranquilidad y despreocupación. Me animaban a formarme para no tener que penar, para estar por encima de la sobriedad.
Medio siglo después confieso, desde la vida y la contemplación de la realidad, que comulgo cien por cien con este papa tan cercano y humano. En la última encíclica aclara que el camino de la felicidad pasa por la construcción y atención a la casa común en la que todo está interconectado.
Nos invita a un modo de vida felicitante que pasa por la sobriedad, pero no una sobriedad cualquiera, sino la que libera y abre caminos de realización fraterna, de dignidad e igualdad, de comunión y de paz. Por eso, ahora que he entrado en el último tercio de mi vida, apuesto por una vida en verdadera sobriedad, y pongo la musa en el número 223 de la Laudato, que me recuerda mucho a la vida y el corazón de mis padres: “La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. No es menos vida, no es una baja intensidad sino todo lo contrario. En realidad, quienes disfrutan más y viven mejor cada momento son los que dejan de picotear aquí y allá, buscando siempre lo que no tienen, y experimentan lo que es valorar cada persona y cada cosa, aprenden a tomar contacto y saben gozar con lo más simple. Así son capaces de disminuir las necesidades insatisfechas y reducen el cansancio y la obsesión. Se puede necesitar poco y vivir mucho, sobre todo cuando se es capaz de desarrollar otros placeres y se encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el contacto con la naturaleza, en la oración. La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida”.

El festival también incluye un amplio programa de actividades paralelas durante el mes de noviembre, como el programa ‘Cine y escuela’ en el Centro Cultural Alcazaba, con proyecciones para escolares; el taller práctico ‘Diseñar para la cámara’, impartido por el director de arte Damián Galán Álvarez, los días 8 y 9 en la Sala Trajano; un concierto el 16 de la Banda de Música de Mérida en el Centro Cultural Alcazaba; o la exposición de los 20 carteles oficiales del festival del 17 al 30 de noviembre en el mismo espacio.