¿Cómo olvidar la imagen singular y cotidiana del guardia civil, a lo largo de los años y hasta nuestros días, a pie o a caballo, en moto o en coches patrulla, vigilando en el campo, por caminos muchas veces intransitables, en la montaña o en la costa, en cualquier carretera o en el ámbito urbano, realizando su labor impagable siempre al servicio de la protección de las personas?
La Guardia Civil, de sus orígenes al siglo XXI
Un 31 de marzo de 1844 la labor del que fuera II Duque de Ahumada, Francisco Javier Girón y Ezpeleta, dio lugar al Decreto fundacional de la Guardia Civil, un “cuerpo especial de fuerza armada de Infantería y Caballería, bajo la dependencia del Ministerio de la Gobernación de la Península, y con la denominación de Guardias Civiles”. En pocos años, las encrucijadas y caminos, el medio rural y los pueblos más apartados cobraron una mayor tranquilidad al reducirse de modo drástico la delincuencia, siendo plena su dedicación a la lucha contra el bandolerismo, y, por tanto, el mantenimiento del orden público y del cumplimiento de las leyes, la investigación de delitos como policía judicial, la protección, socorro y colaboración plena con las personas en peligro, en los campos y lugares más apartados, con un carácter protector y benéfico (de ahí el apelativo de ‘benemérito’, dado a este Cuerpo desde el siglo XIX).
Tras casi dos siglos de existencia, como tantos otros tantos organismos y entidades de nuestro propio país, con el tiempo ha sufrido una notable evolución. Y aunque la Guardia Civil es una parte esencial de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (según establece la Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo), conservando aún en nuestros días esa doble naturaleza militar y civil, en pleno siglo XXI, se ha convertido en una fuerza policial moderna, integrada por mujeres y hombres con una cualificación profesional indudable, manteniendo su compromiso con la sociedad a la que sirve, debiendo resaltarse cómo, según diversas y muy objetivas encuestas de opinión, la Guardia Civil es una de las instituciones más valoradas de España.

La salvaguarda de la naturaleza
Entre las múltiples tareas que ha desempeñado la Guardia Civil desde sus orígenes, una de las que ha alcanzado ya un mayor grado de veteranía y reconocimiento social, en muy diversos ámbitos, recogida en los diferentes decretos, normas, órdenes y reglamentos que fueron regulando sus funciones, es la desarrollada en pro de la salvaguarda del medio natural. Recordemos cómo ya desde 1844 se le encomienda la custodia y el fomento de la riqueza forestal y cinegética, además de evitar y sofocar los incendios en los campos. Así, el “Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil” de octubre de tal año, en su artículo 33 establecía cómo entre las funciones de recién creado cuerpo policial estaban (transcribimos literalmente) las de “velar sobre la observancia de las leyes y disposiciones relativas 1º a los caminos, portazgos, pontazgos y barcajes, 2º a los montes y bosques del Estado y de los pueblos, 3º a la caza y pesca, 4º a los pastos del común de vecinos, 5º a los bienes de propios, 6º a los demás ramos o propiedades que formen parte dela riqueza pública o comunal”.
En una Real Orden de agosto de 1876 se detalla cómo “cuando hubiese algún daño cuya continuación pueda impedirse, como incendio, distracción de aguas, invasión de ganado en propiedad vedada u otros accidentes, cuidará la Guardia Civil, con la puntualidad que el caso requiera, de atajar el daño”, debiendo velar por “toda infracción del Código penal, de los reglamentos de caza y pesca, de las de montes y plantíos, de las aguas y de las relativas a la policía de los caminos generales, provinciales y municipales”, debiendo dar conocimiento a las Autoridades respectivas “de cualquier enfermedad contagiosa que aparezca en los ganados”.
Estos cometidos fueron desarrollados y ampliados en sucesivas normativas y en diversos momentos a lo largo del siglo XIX y hasta la actualidad, alcanzando así la Institución que nos ocupa un altísimo grado de cualificación profesional y de modernización, adaptándose a las cada vez más exigentes condiciones emanadas de la legislación española e internacional.
En 2025 la Guardia Civil posee nada menos que 21 especialidades, muchas de ellas bien conocidas por la ciudadanía por la importante labor desarrollada por cada una de ellas y a lo largo de décadas. Entre otras, podemos nombrar las de la Agrupación de Tráfico, los Servicios Aéreo y Marítimo, los Grupos de Especialistas de Montaña y en Actividades Subacuáticas, los Servicios de Policía Judicial, Fiscal y Fronteras, los grupos de Acción Rápida, de Intervención de Armas y Explosivos, sin olvidar la participación en Misiones Internacionales y la importante actividad desarrollada en el ámbito de gestión de las Tecnologías de la Información. La antes mencionada Ley Orgánica 2/1986, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, en su artículo 12 encomienda a la Guardia Civil, entre otras misiones, la de velar “por la conservación de la naturaleza y medio ambiente, de los recursos hidráulicos, así como de la riqueza cinegética, piscícola, forestal y de cualquier otra índole relacionada con la naturaleza”. Dos años después, en marzo de 1988, por una Orden General del Cuerpo, fue creado el Servicio de Protección de la Naturaleza, conocido popularmente como Seprona (acrónimo o denominación que procede de sus siglas).
Estructura geográfica y organizativa del Seprona
La labor que realiza el Seprona tiene como finalidad garantizar la conservación del medio ambiente, contemplando para ello el estricto cumplimiento de las leyes establecidas al efecto. Ya hemos señalado cómo, cuando tuvo lugar la creación del Cuerpo de la Guardia Civil, su ordenamiento normativo ya recogía el carácter protector de la naturaleza que debería perseguir la institución. Se trataba de otorgar a esta fuerza policial de una amplia dotación humana y de medios materiales con la finalidad de garantizar la protección y conservación plenas del medio natural, para el disfrute de la ciudadanía. De este modo, desde su creación, el Seprona se ha convertido en una de las especialidades de mayor presencia y dinamismo en España, con un amplio reconocimiento a todos los niveles, por la eficacia de las actuaciones que realiza no solo en el medio rural sino también el ámbito urbano.
En total, esta labor “preventiva y de vigilancia ambiental” es realizada por más de 300 Patrullas que cuentan con medios capaces de adentrarse en cualquier lugar del territorio español, existiendo más de 60 Equipos Específicos de Investigación en cada Comandancia de la Guardia Civil de cada provincia. Dentro de cada Comandancia quedan englobados amplios distritos o demarcaciones territoriales que abarcan decenas de poblaciones y cuya jefatura corresponde a un oficial con el grado de capitán, y que reciben el nombre de Compañías. De modo que cada Compañía cuenta con, al menos, una Patrulla del Seprona. Pero también existe una Unidad Central Operativa del Medio Ambiente (Ucoma) con un ámbito de actuación que abarca todo el Estado.
Desde su fundación en 1988 son innumerables los galardones y premios que el Seprona ha recibido por parte de diversos organismos e instituciones de las diversas comunidades autónomas, además de diputaciones o ayuntamientos, así como de agrupaciones, asociaciones, empresas o medios de prensa de toda España. Distinciones diversas por los servicios prestados en defensa de la naturaleza, en la protección del patrimonio arqueológico e histórico en general, en la conservación de la riqueza cinegética, flora y fauna forestal, fluvial y marítima, por su colaboración en la prevención de incendios forestales, o en la vigilancia y conservación de especies amenazadas, entre otros muchos reconocimientos.
Una jornada con la patrulla del Seprona
El autor de este artículo ha compaginado su labor profesional como docente con otra actividad enriquecedora desde el punto de vista personal, la fotografía de naturaleza, habiendo dedicado centenares de horas recorriendo muchos lugares de la geografía extremeña, sobre todo para captar imágenes de los pobladores de dehesas y humedales, tanto mamíferos como, en especial, aves. De ahí la estima y alto aprecio hacia la labor desempeñada por el Seprona en todo lo relacionado con la protección del medio natural.
Con el fin de comprobar de cerca la actividad desarrollada a diario por este cualificado Servicio, trasladamos la solicitud correspondiente, dirigida al Jefe de la Comandancia de Badajoz, para lograr la autorización que nos permitiera acompañar a una de las Patrullas encargadas de la labor preventiva y de vigilancia ambiental en el suroeste de esta provincia, donde opera la Patrulla de Protección de la 7ª Compañía, con sede en Jerez de los Caballeros.
En pocos días obtuvimos la aprobación pertinente para ello y todo fueron facilidades en tal sentido, algo que desde aquí debemos agradecer tanto al teniente coronel Jefe de la Comandancia de Badajoz, como a la Oficina de Prensa, y muy especialmente a los agentes de la patrulla de Jerez, el cabo primero Moruno y el guardia civil Solís. Dos magníficos profesionales con quienes pudimos compartir unas cuantas horas y ser testigos de su intenso quehacer un día cualquiera, tanto en lo que respecta al trabajo de campo como en su oficina, lugar donde también pasan muchas horas redactando informes, recabando información, planificando su tarea diaria y siempre en coordinación con sus mandos operativos.
El espacio geográfico de actuación de la Patrulla de Protección de Jerez de los Caballeros abarca la divisoria con la frontera portuguesa, desde la ciudad de Olivenza hasta Valencia del Mombuey en el límite provincial con Huelva y desde aquí hasta Jerez de los Caballeros. Un amplísimo territorio de sierras y tupidos bosques de dehesas, que los agentes adscritos a este Servicio conocen palmo a palmo. Pues a lo largo de los años, día a día, han recorrido las veredas, caminos y senderos, han subido y bajado cada monte, han vadeado cada arroyo, examinado cada charca y cada embalse, vigilado la espesura adehesada a lo largo y ancho de los miles de hectáreas que se integran en los términos municipales de cada población de las comarcas que están bajo su jurisdicción. Una labor que solo puede comprenderse bien si se tiene la oportunidad de compartir unas horas con ellos.

Era una fría mañana del mes de enero, cuando las primeras luces del día apenas permitían vislumbrar, a través del cristal situado junto al asiento trasero del vehículo todoterreno, las siluetas del denso y, casi impenetrable, bosque de encinas. Una hora antes los agentes de la Patrulla del Seprona habían puesto al día su amplio programa de diligencias para una jornada que, como todas, sería larga. Por delante tenían muchos kilómetros y un amplísimo recorrido por el monte, en el término municipal de varias poblaciones de la demarcación que tienen asignada. La estrecha carretera vino a confluir en un camino embarrado e inundado por incalculables charcos. Nos detuvimos junto al río Ardila, curso de agua que drena, con los múltiples arroyos que vierten en él sus eventuales caudales, la amplia comarca que discurre entre las inmediaciones de Valverde de Burguillos hasta la frontera portuguesa, adentrándose en Portugal para desembocar en el río Guadiana justo por debajo de la presa de Alqueva, en las inmediaciones de Moura. El lugar constituye una zona bien frondosa, poblada por encinas centenarias, y en cuyos espacios abiertos se abre paso el monte bajo, siendo abundantes las retamas. A medida que íbamos acercándonos al curso fluvial se hacía presente el bosque-galería que sigue el mismo curso del río, en cuyos márgenes las adelfas y tamujos se hacen presentes de modo constante.
Allí realizamos la primera parada para obtener muestras del agua. Un lugar donde nuestro silencio momentáneo solo se veía interrumpido por el propio rumor del agua y por los esporádicos silbidos y cantos de las aves, entre ellos el peculiar canto del martín pescador que, como una flecha, llegó a volar fugazmente a unos pocos centímetros del caudal, remontando el río. El análisis periódico de las aguas se realiza con el fin de poder detectar posibles contaminantes, algo que constituye uno de los cometidos habituales de los agentes. Pensemos que de la calidad del líquido elemento depende todo el ecosistema fluvial, en un área geográfica que constituye uno de los espacios protegidos de Extremadura.

Conversamos con los agentes del Seprona sobre la importancia de proteger y conservar este espacio, que forma parte del Plan de Gestión del Río Ardila Bajo (entre Jerez de los Caballeros y Valencia del Mombuey, con una superficie total de casi 100.000 hectáreas), el cual posee un alto interés ecológico, pues forma parte de la Red Natura 2000, como Zona de Especial Conservación (ZEC). Un territorio en el que se hace preciso preservar la simbiosis en la que conviven tanto las plantas ribereñas, como los peces, así como multitud de mamíferos, reptiles, anfibios e insectos, además de una enorme diversidad de aves que nidifican y hacen uso del río. Al tiempo, los pastizales y áreas de inundación, en épocas de lluvias más intensas, constituyen una garantía para las especies que conforman el hábitat de ese bosque de ribera.
Los agentes nos comentan también la importancia de mantener los márgenes del río limpios, libres de basuras o restos vegetales o animales muertos, así como el necesario respeto a las especies de matorral y masas arbóreas autóctonas, evitando cualquier tala indiscriminada. Comprobamos cómo la experiencia en su labor diaria, y, sobre todo, la constante puesta al día de la legislación en materia medioambiental, es un rasgo común a estos agentes, en cuyas palabras y en cuyo semblante se aprecia claramente otra cualidad: la entrega a una tarea por la que sienten pasión y, más aún, su absoluto respeto y amor a la naturaleza.
Le preguntamos al cabo primero Moruno sobre las motivaciones que le empujaron a formar parte de este Servicio. Él es un ejemplo de superación personal y profesional. Nada más entrar en la Guardia Civil se sintió atraído por esta especialidad, para lo cual antes debió superar las oposiciones que le permitieron convertirse en Agente del Seprona. Nos comenta también que las actividades principales que desarrolla la Patrulla de Protección son muy diversas, y, además de la inspección y control de los aprovechamientos ilícitos de recursos hídricos, destaca la labor de prevención e investigación sobre la autoría de los incendios forestales, la prevención de actividades relacionadas con la caza y pesca furtiva, las inspecciones en explotaciones agroganaderas, así como del transporte por carretera de animales vivos. A ello hay que unir otras órdenes de servicio, como son la vigilancia del tráfico ilícito de especies de fauna y flora protegidas, de especies exóticas invasoras, la lucha contra el empleo de veneno y otros medios no selectivos de caza en el medio natural, el tráfico ilícito y aplicación irregular de productos fitosanitarios, sin olvidar “las actuaciones diversas encaminadas a potenciar la seguridad alimentaria”, en sus propias palabras.
El espacio geográfico en el que realizan su trabajo diario no es siempre el mismo, puesto que centran su atención tanto en el paisaje natural, como en el agrario e industrial, aunque, por las características de esta zona, los dos primeros conllevan una mayor dedicación. Destacando en este sentido cómo la ciudadanía es cada día más consciente de la necesidad de preservar el medio natural en el que vivimos, razón por la cual son habituales los requerimientos que la población de los municipios de la demarcación demandan a esta especialidad, por lo que la colaboración ciudadana es muy activa en tal sentido. La gente, en pleno siglo XXI, valora el trabajo en pro de la seguridad de los montes y ha tomado una concienciación real sobre el valor incalculable que posee la biodiversidad.

Hemos de resaltar cómo los medios materiales con los que cuenta la Patrulla de Protección del Seprona son los idóneos para el desempeño de un servicio esencial en esta zona del suroeste extremeño, aunque bien es cierto que la dotación de efectivos debería incrementarse. Se trata de una policía científica medioambiental, que constituye una referencia a nivel mundial, como bien explica el cabo Moruno. Su actividad es, pues, indispensable e insustituible, para un espacio geográfico que, sin la presencia de la Patrulla quedaría desasistido de la necesaria vigilancia y protección. Una especialidad que debe continuar trabajando día a día en esta como en tantas otras zonas de la geografía extremeña y española.