Recientemente se ha publicado el libro ‘Sostenibilidad y accesibilidad en la vivienda’, realizado por el Observatorio de la sostenibilidad y la accesibilidad en la vivienda de Extremadura. Se trata de un proyecto del Grupo Cívitas en el que colaboran diferentes entidades, entre las que se encuentra la Cámara de Comercio de Badajoz.

La publicación es un laboratorio de ideas que tiene la finalidad de difundir las mejores prácticas, así como impulsar la innovación en aspectos clave en el desarrollo de las ciudades y las viviendas desde la arquitectura, el sector inmobiliario y la industria de la construcción.

Se recoge que la responsabilidad social y medioambiental, claves de la sostenibilidad, hacen imprescindible mejorar las condiciones de habitabilidad y el comportamiento energético, así como responder a las nuevas demandas de la sociedad. El objetivo es proyectar un futuro mejor con la mejora de nuestro entorno, las condiciones medioambientales de las ciudades, del parque construido, y favorecer el acceso a una vivienda de calidad respetando a la población senior.

La Cámara de Comercio de Badajoz ha participado en esta publicación con un capítulo bajo el título ‘El comercio amigable y de proximidad del centro para los mayores’. El comercio es un servicio que genera vida, y el urbanismo desarrolla los entornos que lo dinamizan. Por tanto, es fundamental que estos dos vectores converjan en el centro de las ciudades, y muy especialmente en defensa de los intereses de las personas mayores.

Los problemas de proximidad, accesibilidad o estacionamiento, y factores como la tradición, la especialización o la personalización, han de ser resueltos de forma satisfactoria, tanto desde la óptica urbanizadora como de la comercial; y de ambas en conjunto. Esas dos disciplinas, unidas, tienen como fin el concepto esencial de vida amable, basado en los entornos cómodos y en los comercios amigables.

Como respuesta a estos retos y haciendo oficial un movimiento a nivel global, en 2010 la Organización Mundial de la Salud promovió la Red mundial de ciudades y comunidades amigables con las personas mayores, haciendo frente al envejecimiento de la población y dotándolo de dignidad y calidad.

Formar parte de dicha Red supone un compromiso para atender las necesidades de sus mayores, evaluar y hacer un seguimiento de su amabilidad y trabajar en colaboración con las personas de edad en todos los ámbitos, para crear entornos físicos y sociales amigables con el envejecimiento, compartiendo experiencias y logros.

En términos prácticos, los entornos adaptados a las personas mayores no tienen barreras físicas ni sociales, y en ellos se aplican políticas, sistemas, servicios, productos y tecnologías de apoyo para promover la salud y crear y mantener la capacidad física y mental a lo largo de la vida, permitiendo que las personas, incluso cuando sufren una pérdida de capacidades, sigan haciendo las cosas que valoran.

Al hacerlo, las ciudades y las comunidades adaptadas a las personas mayores reconocen la amplia gama de capacidades y recursos de estas personas, anticipan y responden con flexibilidad a las necesidades y preferencias relativas al envejecimiento, respetan las decisiones de las personas mayores y sus estilos de vida, reducen las desigualdades, protegen a los más vulnerables y promueven la integración y contribución de las personas mayores en todos los ámbitos de la vida comunitaria.

La creación de entornos adaptados a las personas mayores requiere la acción en muchos sectores (salud, atención crónica, transporte, vivienda, trabajo, protección social, información y comunicación) y por muchos actores (gobernantes, proveedores de servicios, sociedad civil y personas mayores y sus organizaciones, familias y amigos).

Trabajar para crear ciudades y comunidades sostenibles y accesibles para todos implica un proceso a lo largo de la vida en el que se mejora progresivamente la armonización entre las necesidades de las personas y los entornos en los que viven.

El comercio es un elemento vertebrador urbano de primera magnitud y, además, aporta identidad al centro histórico. Las ciudades suelen reconocerse por propios y extraños en función del tipismo de los productos que se venden en las calles del centro.

Esas calles con valor histórico invitan a ir de compras; por tanto, generan empleo y riqueza. También se alían con la cultura, siendo su cofre y su escenario. También son atractivas para la hostelería y para el turismo y todo lo que lo que conlleva.

Delimitar una zona de concentración comercial, por muy tradicional que sea, es hoy día hasta novedoso y avanzado. Adecuarla urbanísticamente es de obligado cumplimiento. Generar flujos de atracción es rentable. Incluso organizar mercados y ferias en las plazas y calles, de forma ocasional, en fechas señaladas, con la colaboración de los propios comerciantes de la zona, es lúdico, diverso y seductor.

Desde las Cámaras de Comercio se trabaja muy activamente en este sentido, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), además de desarrollar acciones como el Programa de apoyo a la competitividad del comercio minorista, con actuaciones formativas y de dinamización directa de los comercios de proximidad y del consumo.