La afición por la fotografía ha estado presente en mi vida desde la niñez. Mi padre, hombre habilidoso y muy autodidacta, me mostró la magia de este arte décadas antes de la irrupción del mundo digital. Atrás han quedado las cámaras convencionales o analógica, que guardaban en su interior películas, en su mayoría de 35 milímetros en carretes de 24 y 36 fotos. Luego venía la magia del complejo proceso de revelado en un cuarto semioscuro en el que tan solo lucía una bombilla roja. Esas fotografías, la mayoría en blanco y negro, constituyen un tesoro que nos permite recordar a tantos seres queridos que se fueron, los lugares de antaño que hoy se han transformado, y tantas imágenes que forman parte de nuestras vidas.
Con el tiempo tuve mi propia cámara, de modo que en eventos familiares o con amigos, en viajes, por simple disfrute personal, la fotografía ha sido esencial en mi vida. Y lo sigue siendo, pues fijo mi atención en el retrato, las fiestas o el paisaje, pero de manera especial en uno de los géneros más complicados y exigentes a los que un fotógrafo se puede dedicar, el de fotografiar la naturaleza.

El género de la fotografía de naturaleza
A esta disciplina llevo dedicado más de dos décadas de manera habitual. En la captación del medio natural y, en especial, de sus pobladores, he invertido miles de horas. Atrás quedan las interminables observaciones con prismáticos, pacientes y larguísimas esperas hasta vislumbrar una determinada ave o mamífero. Y largas caminatas por el campo, cargando a la espalda una enorme mochila repleta de pesados equipos fotográficos, portando trípodes e improvisados aguardos, en pleno monte, junto a las orillas de los humedales o dentro de ellos.

Contar con un conocimiento del territorio en el que nos movemos es fundamental, así como portar la pertinente autorización administrativa para la realización de este tipo de fotos. También hemos de seguir unas pautas adecuadas, evitando acciones que perjudiquen al animal en cuestión, por lo que es necesario pasar absolutamente desapercibido, debiendo mimetizarnos con el medio en el que se va a trabajar. Pero la clave esencial de este género fotográfico es, precisamente, la paciencia, asumiendo que, tras llegar al lugar elegido, desde antes del amanecer y tras ocho o diez horas, es muy probable que ese día no aparezca el animal que he estado siguiendo durante días. Sin embargo, cuando sucede lo contrario y este se encuentra ante nuestro objetivo, los resultados pueden resultar extraordinarios.
Y en esta actividad también hemos logrado una evolución natural, desde aquellas primeras fotografías donde a veces era difícil distinguir la especie, hasta las actuales obtenidas con equipos en los que, sin menospreciar aquella memorable fotografía analógica, permiten lograr un nivel de detalle y colorido excelentes o congelando el movimiento de modo prodigioso.


Tuve el enorme privilegio de formar parte del colectivo de fotógrafos que estuvimos en Fotonatura, aquel maravilloso espacio virtual desaparecido en 2020 en el que aficionados y profesionales de este género compartíamos no solo fotos, sino experiencias de todo tipo, aspectos técnicos de las imágenes, datos sobre cámaras y lentes, y un sinfín de información. Con el tiempo participé en concursos fotográficos, realicé las primeras publicaciones y exposiciones del género. Y hasta he tenido la fortuna de encontrarme o tener cierto grado de relación con afamados fotógrafos, con algunos de los cuales participé en sesiones fotográficas, intercambiando opiniones, pudiéndome empapar de sus conocimientos. Cómo no recordar, entre muchísimos más, a los Mario Cea, Juanma Hernández, José Pesquero, Ramón Navarro, Javier Milla, José Benito Ruiz, Atanasio Fernández, Juan Pablo Resino, Manuel Ramírez o Miquel Àngel Mairata. Pero hay uno en especial al que no solo admiro por su destreza y excelencia como fotógrafo de naturaleza, sino como el fiel compañero con el que he compartido mil aventuras y vivencias durante muchos años. Francisco Jesús Pérez Rodríguez es el artista (no olvidemos que la fotografía constituye una expresión artística, y, por tanto, es un arte reconocido) de mayor proyección y futuro que conozco.

No puedo olvidar tampoco la gran cantidad de sesiones fotográficas realizadas en el entorno del Observatorio de Aves ‘La Zafrilla’ gracias al trabajo magnífico de adecuación del entorno llevado a cabo por José Manuel Castellano (Josema). Un auténtico paraíso para la fotografía del martín pescador así como de otras especies de aves acuáticas, terrestres y paseriformes.

En la última década he dado mis primeros pasos en otra disciplina que forma parte del mismo género de fotografía de naturaleza, aunque también se la ha considerado como un subgénero de ella: la astrofotografía. Esto es, la captación de imágenes aprovechando la calidad del cielo nocturno, dirigiendo la cámara fotográfica a los planetas, estrellas o galaxias. Una actividad complicada, exigente, con unos requisitos técnicos que añaden una dificultad mayúscula, pues los resultados que puedan obtenerse con mayor calidad dependerán del equipo del que se disponga, además del dominio de diversos procesos de revelado digital a base de cientos de imágenes del mismo objeto, que han de acoplarse, hasta obtener la fotografía final del mismo. Todo un reto que obliga a observar el cielo estrellado y a indagar sobre aspectos muy diversos de la astronomía. En nuestro mundo actual, la omnipresencia de internet y la disponibilidad de miles de contenidos relacionados con esta disciplina hacen posible avanzar en ella. Aunque, de nuevo, la posibilidad de compartir conocimiento bien de modo presencial o a través de la red, con otros aficionados o expertos astrofotógrafos resulta más que determinante.
El medio natural extremeño y sus pobladores
En esta y en las próximas entradas que realice a lo largo de los próximos meses iré mostrando algunas de las fotografías de naturaleza que he captado y sigo captando en la actualidad. Muchas las he utilizado también en mi profesión como docente. Al abordar la explicación de un determinado tema, la curiosidad de mis alumnos se acentuaba si iban acompañadas de fotografías. De este modo, aprovechando tal experiencia, es mi intención poder divulgar la riqueza del medio natural que nos rodea, mostrándolo tal cual es.
Mi hábitat es el mundo rural, un espacio rodeado de imponentes dehesas, lugares por donde, en los años lluviosos, fluye el agua desde el otoño hasta bien entrada la primavera, con innumerables charcas, espacios rebosantes de vida, un territorio de enorme extensión en el que, con tiempo y paciencia, es posible desarrollar una actividad que resulta gratificante y muy enriquecedora. Lo de menos son los madrugones o las interminables caminatas, de noche muchas veces, con el pesado equipo a cuestas. No sabría calcular la cantidad de horas que he pasado en soledad en aquellos primeros tiempos en el monte, junto a un río, al borde de un arroyo o de una charca o embalse, o metido literalmente en ellos. Sí recuerdo bien que, tras largas horas, desde antes del amanecer y hasta el mediodía, la mayoría de las veces regresaba a casa sin haber hecho ni una sola fotografía. El zorro, el águila, la nutria o el martín pescador no siempre aparecían ante mi objetivo.

Pero, a medida que fui afinando aquellas sesiones, con días previos de observación en la distancia, siendo consciente de que la perseverancia es la clave en este género fotográfico, poco a poco fueron llegando los primeros resultados. Imágenes que constituían, y lo siguen siendo aún muchos años después, un auténtico tesoro. Algunas las fui compartiendo en Fotonatura y hasta en un blog que llegué a elaborar y que sigue existiendo, pero al que no he dedicado todo el tiempo que merecería. La aparición de las redes sociales, con la inmediatez que hacen posible, animaba a su difusión generalizada. Sin embargo, es bien cierto que no siempre al observar una imagen de naturaleza en cualquier espacio de los existentes en internet, cuyo logro ha llevado no solo horas, sino días, semanas de trabajo previo, se valora el esfuerzo que ha requerido dicha actividad.
Valorar y respetar el medio natural, y convertir una afición en pasión, sin esperar nada más que la recompensa que supone la obtención de una imagen singular, realizada por uno mismo, es el motor que mueve al fotógrafo de naturaleza.
De ahí que en este medio de divulgación que es Grada deseo dejar patente la importancia de esta actividad, como forma de dar a conocer nuestro patrimonio natural a través de las fotografías de los seres que pueblan el medio físico que nos rodea. Para ello ofreceré imágenes de algunas de las especies más representativas de la dehesa y de los humedales extremeños.
