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‘Secretos que contar’, una experiencia donde jazz y poesía se entrelazan para emocionar

'Secretos que contar', una experiencia donde jazz y poesía se entrelazan para emocionar
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El espectáculo ‘Secretos que contar’ es una experiencia única que combina la música de destacados artistas como Bill Evans, Brad Mehldau, Art Blakey, The Beatles, Radiohead y Eric Clapton, con poesía intensa y emotiva.

No se trata de un concierto ni un recital común, sino de un diálogo entre dos artes: el jazz y la poesía, que comparten un mismo latido emocional. Así, la improvisación del jazz acompaña a versos que exploran temas universales como el amor, la pérdida, los sueños y las cicatrices internas, buscando una conexión profunda con el público.

El ambiente está diseñado para ser íntimo y envolvente, con luces tenues y sonidos que provocan una experiencia introspectiva, alejando al espectador del tiempo para que se entregue a la emoción y la transformación. En este marco, la música fluye como el agua, y las palabras susurran secretos que parecen propios, más allá de si se es aficionado al jazz, la poesía o un simple curioso.

El alma poética está firmada por Daniel Casado Trujillo, cuya obra evoluciona desde un lirismo inicial hacia una reflexión comprometida con los dilemas contemporáneos, la identidad humana y la crítica social. Su poesía, cargada de humor, ironía y profundidad, se combina con la música que interpretan jóvenes talentos como Diego Hilario al piano, Javier Baigorri ‘Baigo’ al contrabajo y Luis Jiménez en la batería, quienes aportan una riqueza estilística que va desde el jazz hasta el funk y la música latina.

‘Secretos que contar’ es una invitación a sentir la música y las palabras no solo como entretenimiento, sino como un espacio para la emoción, la conexión y la transformación personal. El proyecto ofrece mucho más que un espectáculo, siendo una invitación sincera a descubrir y compartir los secretos que todos llevamos dentro.

'Secretos que contar', una experiencia donde jazz y poesía se entrelazan para emocionar
Diego Hilario, Daniel Casado, Luis Jiménez y ‘Baigo’. Foto: Cedida

Hemos tenido la ocasión de hablar con sus componentes.

¿Cómo surgió la idea de fusionar poesía y jazz en este espectáculo?
Daniel Casado. Fue idea de Luis Jiménez, el baterista de la formación, que siempre anda creando proyectos y canalizando el entusiasmo de amigos y artistas. Me propuso diseñar un espectáculo que presentara mi poesía dentro un contexto jazzístico, y la idea, como poeta y como músico, la propuesta me pareció simplemente irresistible.

¿Qué búsqueda artística o emocional motivó a crear un diálogo entre dos lenguajes tan potentes?
D.C. En realidad son dos disciplinas que comparten una misma tensión, eso que se suele llamar inspiración, en la poesía, e improvisación, en el jazz. Fundir ambas tensiones produce una suerte de diálogo en tierra de nadie que es muy atractivo, tanto para el oyente como para nosotros.

¿Qué simbolizan los ‘secretos’ que se comparten en la puesta en escena?
D.C. La filósofa María Zambrano decía que la poesía son “secretos que contar”. El poeta debe tener algo que decir, aunque uno nunca sepa del todo qué es ni cómo y con qué consecuencias va a producirse. Eso es lo grande de la poesía, ese abismo de incertidumbre. Cada concierto nuestro es absolutamente impredecible y, por eso mismo, irrepetible.

¿Cómo es la puesta en escena de vuestro espectáculo, tenéis algunas pautas que siempre se repiten?
D.C. Si revelo que existen algunas claves pactadas entre los músicos y yo no estoy rompiendo el hechizo de la improvisación. Tenemos, ciertamente, algunos poemas y algunas canciones elegidas previamente, ensayadas, y con algunas claves de interpretación por mi parte, pero todo eso está ahí al servicio de la espontaneidad, de lo que el momento depare; y a mí me encanta improvisar, cambiar un poema por otro, pedirles que improvisen mientras cambio de poema o invitar al espectador a subir a recitar un poema, muchas veces desde el móvil o directamente de memoria. Esas situaciones solo se dan cuando se ha creado magia en el escenario.

¿Cómo se mezclan y se complementan tu poesía y la improvisación musical del trío?
D.C. Accidentalmente, que es la manera más bonita de fundirse dos lenguajes tan bellos y sinceros como la poesía y el jazz. Como poeta y cantante tengo oído musical. Percibo nítidamente dónde debo intervenir y dónde mantenerme callado. Los músicos me siguen, me buscan, me pierden… a veces les espoleo para que improvisen mientras me levanto o busco un poema.

¿Qué criterios guían la selección de los textos poéticos y las piezas de jazz que forman parte del espectáculo?
D.C. Hay múltiples factores: culturales, geográficos, históricos y, por supuesto, emocionales. Los Beatles siempre están, Brad Mehldau y Bill Evans también. Luego hay apuestas más arriesgadas (Radiohead, Keith Jarret, Eric Clapton…) que requieren un estado emocional específico y un poema en consonancia con ese estado. También me gusta sorprender al espectador con algún poema ajeno o vinculado con la ciudad donde estemos actuando. En Plasencia, por ejemplo, leí un poema de Álvaro Valverde y otro de Juan Ramón Santos.

¿Qué significa para vosotros la improvisación dentro de esta estructura artística?
D.C. La improvisación es la espina dorsal del jazz, si bien no significa que todo deba estar condicionado por el libre albedrío. En ‘Secretos que contar’ partimos desde lo estructurado hacia la improvisación y, cuando esta llega, es maravilloso, pero salvo en dos o tres momentos del espectáculo, todos sabemos cómo empezamos y hacia dónde vamos. Lo que cambia, casi siempre, es el poema.

¿Cómo habéis visto evolucionar la propuesta desde sus inicios hasta ahora?
D.C. Pues como una criatura que empieza a dar sus primeros pasos. La metáfora no es muy original, pero es la verdad. Siempre tuvimos claro que queríamos darle a las dos disciplinas la misma importancia, facilitar que los dos lenguajes se retroalimentaran en vivo y que produjeran un viaje hacia algo nuevo. Desde luego, no es solo un concierto de jazz ni es un recital de poesía solamente, es todo eso y algo más. Sobre todo cuando interviene el público. Nos gusta pensar estamos compartiendo secretos en público.

En un mundo cultural a menudo acelerado y fragmentado, ¿Cómo se integra un proyecto que apuesta por la pausa y la escucha sensible?
D.C. Con dificultad, sin duda. No vivimos tiempos para la calma, para la escucha sosegada, para la profundidad de unos poemas recitados entre notas que dibujan emociones, pensamientos, un cuestionamiento continuo de la realidad práctica del día a día. Pero el jazz y la poesía son dos artes que siempre han ido a contratiempo.

'Secretos que contar', una experiencia donde jazz y poesía se entrelazan para emocionar
‘Baigo’, Diego Hilario, Daniel Casado y Luis Jiménez. Foto: Cedida

Daniel, tu poesía se ha caracterizado por la búsqueda del encuentro con el lector. ¿Qué cambia cuando ese encuentro se da en directo y en diálogo con músicos?
D.C. Me gusta pensar (al menos así lo siento) que en directo es la música y los espectadores quienes vienen al encuentro de mi poesía. Si el autor crea el 50% del milagro poético, el espectador, oyente o lector es responsable del otro 50%. En directo eso se plasma de manera asombrosa. Y me hace muy feliz.

Diego, ¿Cómo describirías la conversación entre tu piano y la palabra poética?
Diego Hilario. Creo que ambos lenguajes juntos tienen un gran poder frente al público. La poesía y la música combinan su discurso, su melodía y su ritmo. En el espectáculo hacemos que los dos dialoguen y se hagan uno solo también. La poesía interfiere e inspira a la música y viceversa. No pretendamos hacer poesía con acompañamiento musical ni al contrario, creamos algo nuevo como resultado de la unión.

Javier, tu trayectoria abarca varios estilos musicales. ¿Qué aportas al proyecto desde tu experiencia en el contrabajo?
‘Baigo’. Más allá del contrabajo, tener una formación superior ‘jazzística’ ayuda a que podamos evitar retorcer a veces conceptos de una tradición tan concreta como la del jazz. Los bajistas, por naturaleza, solemos ser muy transversales en estilo, y en esa experiencia en todos los estilos posibles el desarrollo de uno ayuda a los otros, encontrando recursos comunes en el bajo de distintas tradiciones musicales. No se trata del contrabajo, sino de las frecuencias que te hacen sentir que una canción está en el tono y el ritmo en el que la percibes, creando una base, un contexto y un marco en la que todo puede unirse en un sentido.

Luis, como baterista con amplia experiencia en jazz, ¿Qué te aporta ‘Secretos que contar’ comparado con otros proyectos en los que has trabajado?
Luis Jiménez. Sin duda, es algo muy diferente a otros proyectos en los que participo. En las formaciones de jazz clásico, swing o fusión, la batería suele tener un papel más rítmico y dialogante, centrado en la interacción y la energía colectiva. En este caso, sin embargo, siento que la música me invita a contar algo más íntimo. El ritmo se convierte en parte del relato, en una forma de acompañar las emociones y los silencios. Es un proyecto que me ha hecho mirar la batería desde un lugar más sensible, más expresivo, y me permite conectar con la música de una manera más personal y profunda.

¿Cuál es el siguiente paso de este proyecto? ¿Buscáis nuevos espacios o formatos?
D.C. Nos gustaría que las bibliotecas extremeñas, principalmente, así como otros recintos y eventos culturales, recibieran este espectáculo tan vinculado a la palabra, el conocimiento y la experiencia creativa.

¿Habéis pensado en grabar el espectáculo o crear una obra discográfica audiovisual?
D.C. Solemos grabar los conciertos. Pueden verse en el canal de YouTube de Luis Jiménez y en mi página web

Si tuvierais que definir ‘Secretos que contar’ con una sola palabra o emoción, ¿Cuál sería?
D.C. Cualquier que empiece por in: inaudito, incierto, increíble, inimaginable… Que los espectadores escojan.

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