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Semana Santa en Guareña. Grada 160. Javier Feijóo

Semana Santa en Guareña. Grada 160. Javier Feijóo
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La temática religiosa está muy presente en ‘El Miajón de los castúos’. En ‘Semana Santa en Guareña’ Luis Chamizo detalla pormenorizadamente las creencias, mitos y costumbres arraigadas en su pueblo natal en las fechas en que se celebra esa tradición católica a principios del siglo XX. Y, como en tantas otras ocasiones, también en este poema hace claras alusiones a las notables diferencias entre las clases sociales.

Al igual que en la rapsodia que le antecede en el libro, ‘El desconcierto’, Chamizo vuelve a mostrarnos algunas singularidades de aquella época desde la inocente mirada de un joven campesino extremeño.

Un siglo después de la publicación apreciamos como, en lo sustancial, esos ritos y costumbres mantienen su arraigo en gran parte de nuestra geografía.

I

—Eja que lo cuente
como se dé maña,
qu’en jamás jue’l muchacho pal pueblo
pa Semana Santa.
Y endispués que lo oiga, ya pués
endilgale en las cosas cristianas
y enseñale bien el Catecismo
pa que no barbarice a sus anchas.
Cuéntalo, muchacho; ¿qué pasa pol pueblo
por Semana Santa?

—Pos verá osté, padre, pasan muchas cosas;
yo no sé si sabré yo esplicalas:
anti tó, lo qu’a mí más me gusta
son las pruseciones: ¡qué cosa más maja!:
unas parigüelas mu grandes, mu finas,
mu bien jatiadas,
y en lo arto una Vigen mu moza,
mu güena, mu santa,
qu’asín me lo icían tós los que pol pueblo
la prusecionaban.

Iba mucha gente,
con velas mu largas,
en dos carrefilas po los enceraos
pa dale compaña,
y en el medio curas y tamién ceviles
con las escopetas a la funeralia,
por si alguno de mala nacencia
juera osao en llegar a insultala.

¡Qué Vigen más güena, qué Vigen más moza,
qué Vigen más santa!…

Al pasá po la casa e los ricos,
¡pumba!, s’encendían toas las luminarias,
y cantaban los mozos cantares,
esos cantarcinos que pol pueblo andan,
que agora es la möa,
jacen gorgoritos, jacen mojigangas,
como los triníos de las golondrinas
que mus despabilan cuando viene’l alba.
Y al pasá po lo casa e los probes,
tamién había luces dando luminaria;
luces de pitrolio qu’apagaba el aire;
quinqueses, candiles en toas las ventanas,
que paecían relamiase e gusto
al pasá la Vigen elante e su casa.

Y pa mí qu’a Ella no debía gustale
la lus elertrina pa que l’alumbrara:
¡la lus elertrina, tan seria, tan fosca,
con sus alambraos y sus maquinarias,
y con sus celipas y con sus tornillos
que d’un gorpe encienden y d’un gorpe apagan!

¡La Vigen, la Vigen!… Ella dende arriba
de las parigüelas que la porteaban,
lo mesmo a los ricos, lo mesmo a los probes,
a tós los miraba con la mesma cara;
y… ¡qué contri!, a mí me paecía
qu’a nusotros mejó nos miraba,
paeciendo icirnos
con aquellos ojos cuajaos e lágrimas:
“¡Peírme, muchachos,
peírme con gana,
pa que Dios sus conceda a vusotros
lo que os jaga falta!”.

Y yo l’he peïo
a esa Vigen tan güena y tan santa,
a esa Vigen, que ya no m’acuerdo
cómo la mentaban,
qu’arremate mu pronto esta guerra
y que pare e llover, porque’l agua,
que mus quita trebajo a los probes,
está jorobando toita la senara.

¡Yo no sé qué será de nusotros
como siga metío’l tiempo en agua,
y en Melilla sigan los hombres mandones
trillando las grancias!…

Y el pan n’ha subío, gracias al alcarde,
qu’a los panaëros ha tenío a raya,
qu’es presona de mucha concencia,
que mus dio trebajo a tós en la praza.

¡Ay, padre, qué güenos que son los señores
cuando icen a seglo con gana!

Tós los del casino de nuestro partío
le daron limosnas a to’l que llegaba,
y sin destinciones, y sin miramientos,
juera gente suya o juera contraria.

II

Yo tamién me gusta
la Semana Santa,
por sus comilonas
llenas de durzainas.
Muchos platos, muchos,
ca uno de su casta,
porque pa estos días,
agüela Tomasa
ha mercao unos peces mu grandes,
más grandes que carpas,
que se pescan mu lejos, mu lejos,
más allá e Zafra,
y que saben d’un modo más rico
que los que se pescan en el Guadïana.

¡Chacho!, qué potingues, y cuántos guisotes,
y cuántas cosinas, y cuántas durzainas
pa ponerse jartete y pa dirse
a los morumentos pa vé las muchachas…

¡Chacho!, qué jorgorio hay en las tinieblas
en cuanti las últimas candelas s’apagan.
Yo di matracazos
con la mi matraca,
y arrimé silbíos
que naide arrimaba.
Y no era yo solo; que tós los muchachos
jacían lo mesmo metiendo bullanga;
porque mus dijera la seña Colasa
qu’hay que meter bulla
pa que los diablillos del Santo se salgan,
porque tienen töavía la querencia
d’hacer perrerías con la gente santa
y atizá zurriagazos al Cristo
qu’en aquellos tiempos le crucificaran.

III

Yo tamién lo qu’a mí más me gusta
es cuando se juntan dambos en la praza,
la Vigen aquella y el Resucitao.
¡Chacho, qué estrumpicio cuando me la estapan!…
Al bori, sin bori, prencipian los curas
y tlon tlon, tolón tolón, toitas las campanas,
y tachinda, chinda, tós los de Pulío,
y las escopetas jarriando descargas,
y… estas cosas, padre, no son pa contao,
no son pa explicalas;
tié osté qu’ir otro año pa velas,
tié osté qu’ir con mi madre y mi hermana,
pa enterase de toas las cosinas
que pasan pol pueblo por Semana Santa.

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