En España, la recaudación fiscal ha alcanzado cifras históricas, superando los 200.000 millones de euros hasta agosto de 2025. Este hito se produce en un contexto de endurecimiento del marco legal contra el fraude fiscal, liderado por la Agencia Estatal de Administración Tributaria (AEAT), que en los últimos meses ha impulsado la obligatoriedad de la facturación electrónica y ha establecido requisitos técnicos estrictos para garantizar la integridad, conservación, accesibilidad, legibilidad, trazabilidad e inalterabilidad de los registros contables y de facturación.
Entre las novedades más relevantes se encuentra la obligatoriedad de los sistemas Verifactu. Todos los sistemas de facturación deberán estar adaptados para garantizar la integridad y trazabilidad de las operaciones. Cada factura emitida deberá generar una ‘huella digital’ mediante un hash enlazado con la anterior, lo que impide cualquier manipulación posterior y asegura la autenticidad de los registros.
Desde julio de 2025 los programas de contabilidad deberán cumplir requisitos técnicos obligatorios: registro inalterable con sello de tiempo, posibilidad de remisión automática a la AEAT a través de Verifactu y conservación digital de los registros durante al menos cuatro años.
Esta transformación implica para las empresas y pymes una necesaria adaptación tecnológica. Deberán invertir en nuevos softwares de facturación y contabilidad certificados, lo que supone costes iniciales y la necesidad de formación para el personal. A cambio, la contabilidad será más transparente, con información homogénea y trazable que reduce el margen de prácticas contables creativas.
La seguridad jurídica también se verá reforzada, ya que la trazabilidad digital de los sistemas Verifactu protege frente a sospechas de manipulación si se cumplen los requisitos establecidos. No obstante, la exposición a inspección aumentará, ya que la AEAT podrá cruzar en tiempo real los datos de facturación y contabilidad, incrementando el riesgo de detección de irregularidades.
España se encuentra en una etapa de transición hacia una contabilidad digital fiscalmente trazable. Quienes no se adapten corren el riesgo de enfrentar sanciones y perder competitividad, mientras que quienes se ajusten a las nuevas normativas podrán mejorar su eficiencia, seguridad y credibilidad.