A veces la vida te pone ante determinadas circunstancias que no somos capaces de prever, con las que no contamos y que ni siquiera podemos llegar a imaginar.
Todo a nuestro alrededor se viene abajo cuando, de pronto, alguna situación médica, personal, económica o familiar derrumba las paredes que hemos construido a fuego lento, con tanto esfuerzo, con tanto trabajo, de aquella casa que considerábamos estable, tranquila, acomodada y que nunca, en ningún momento, bajo ninguna circunstancia, se iba a derrumbar.
Desafortunadamente hay muchas cuestiones que creemos sólidas y duraderas pero no lo son en casi ningún caso, y hay circunstancias que ponen en valor determinados encuentros con personas que ni siquiera conocemos, y a las que no podemos imaginar que llegaríamos a conocer bajo esas circunstancias.
Eso es lo que me ha ocurrido a mí, y ahora quiero compartir con los lectores de Grada mi experiencia tras un terrible acontecimiento que ha limitado y condicionado mi vida. Hace un año aproximadamente fui intervenida de cataratas en un centro privado; presuntamente, como seguramente pensáis, es una intervención sencilla, limpia, y con una recuperación rápida que no supone un coste elevado para nuestra salud.
Efectivamente en la mayoría de los casos es así, pero lamentablemente el resultado no fue el esperado y fue fatídico para mí, porque a partir de ese momento mi vida se paraliza, se ve truncada y limitada en todos los ámbitos, tanto personal como económico y laboral.
La limitación de algo tan elemental como la vista hace que empiece un trance amargo para mí, en el que comienzo a plantearme esta limitación como algo que tiene que permanecer un tiempo en mi vida; así ha sido prácticamente durante un año, desde aquella primera intervención.
Por este motivo, sin el apoyo necesario para desarrollar mis actividades de la vida diaria, tuve la idea de contactar con la Plataforma del Voluntariado de Mérida, la cual muy atentamente desde el primer momento puso a mi disposición los servicios que tenía, y me asignó una persona para que me pudiera acompañar en todas las actividades relacionadas con la movilidad, algo que ha mejorado considerablemente mi vida.
Quiero dedicar este espacio a la Plataforma del Voluntariado de Mérida y a las personas que han estado conmigo en este trance tan amargo, porque me han entendido, me han escuchado y han atendido esta necesidad de acompañamiento que a cualquiera de nosotros nos puede sobrevenir.
Mi profesión me había permitido conocer la Plataforma desde la otra parte de la barrera, prestando servicios de apoyo y de respiro familiar en caso de enfermedad o situaciones de dificultad; ahora me ha tocado a mí solicitar su ayuda, y quiero expresar mi agradecimiento a sus técnicos y directivos, que de manera tan desinteresada prestan su tiempo y ofrecen sus servicios a cubrir este espacio desierto que en mi caso se ha producido; y que seguramente se está produciendo en el caso de personas mayores, o enfermas, y de manera silenciosa e invisible está siendo cubierto por estas personas.
Afortunadamente la situación de mi vista es recuperable, y en breve podré volver a operarme y recuperarme, y espero ya volver a escribir, puesto que mis artículos los he estado enviando en archivos de sonido, así que también quiero agradecer a Grada la comprensión y que se hayan podido transcribir.
Concluyo con mi especial mención a la Plataforma y a las personas que han estado cercanas a mí, y quiero poner en valor la labor tan tremendamente importante de estas personas y compartir este mensaje con vosotros; hemos pasado una pandemia durísima y la vida nos da tantas sorpresas que no podemos estar acomodados en ninguna parte; hay que ser capaces de pedir ayuda cuando la necesitamos, porque nuestra dignidad no se ve afectada en ningún sentido.
