Afirman los creyentes que los caminos del Señor son inescrutables, pero no son los únicos. Otros caminos tampoco pueden entenderse y quedan fuera del alcance del común de los mortales.
Llevo trabajando más de cuatro décadas como maestra y nunca me he ausentado de mis obligaciones laborales sin una causa justificada, no solo por imperativo de quien me paga el sueldo, sino también por sentido de responsabilidad y de servicio hacia mis alumnos.
Desgraciadamente, el colectivo que ocupa los sillones del Congreso de los Diputados pasa por alto ese tipo de consideraciones y nos ofrece a menudo estampas de bancadas desiertas que deberían hacernos reaccionar a los ciudadanos de bien, que somos los que los mantenemos en sus poltronas. Según el día, la hora y los parlamentarios intervinientes, hay asientos que acogen los traseros de sus señorías pero, muchos de ellos, lucen desnudos impúdicamente. Entiendo que a algunos no les guste escuchar los discursos de sus contrincantes, pero esa es precisamente su labor y por la que se les paga. Son diputados electos que deben conducir los designios del país con sus escuchas y sus réplicas, sus aportaciones y sus decisiones, no visitantes ocasionales ni turistas de temporada. “Menos samba e mais trabalhar”.
Yo ficho al entrar y al salir de mi trabajo para dejar constancia de mi asistencia, algo que nuestros políticos no tienen que justificar, la evidencia lo demuestra. De ahí mi indignación ante tamaña prepotencia y agravio comparativo, aunque quiero creer que habrá algunos que se salven de mis reproches y mi desaprobación.
Tengo pleno derecho a esta pataleta. Otra medida no puedo adoptar ante esta casta mediocre que aprovecha su momento de gloria en forma de dietas, enchufismos, viajes de placer disfrazados de oficiales y privilegios varios. Como, por ejemplo, una pensión generosa por solo siete años en un escaño que algunos ni calientan, frente a los treinta y tantos de los pringados para obtener una pensión que a veces no llega ni para cubrir las necesidades más básicas.
Ojalá despertemos de nuestro letargo y nuestro conformismo, porque son piedras que tiramos a nuestro ya maltrecho tejado.
El festival también incluye un amplio programa de actividades paralelas durante el mes de noviembre, como el programa ‘Cine y escuela’ en el Centro Cultural Alcazaba, con proyecciones para escolares; el taller práctico ‘Diseñar para la cámara’, impartido por el director de arte Damián Galán Álvarez, los días 8 y 9 en la Sala Trajano; un concierto el 16 de la Banda de Música de Mérida en el Centro Cultural Alcazaba; o la exposición de los 20 carteles oficiales del festival del 17 al 30 de noviembre en el mismo espacio.