‘Mujeres de otro planeta’
(Novela)
Autora: Pura Zambrano Sánchez (PZS)
2024. Fundación CB. 175 páginas
En este sugerente relato se entremezclan la realidad y la ficción. La autora extremeña (Fuente del Maestre, 1969), dedica el libro a su madre y en él hay solo unos pocos nombres, los que ella ha considerado al expresar este cúmulo de sentimientos, de evocaciones, todo un compendio de la vida de las mujeres que en mayor o menor medida fueron marcando su propia vida. Así los expresa la autora en la Introducción, aunque un nombre se repite una y otra vez de principio a fin: el de Manuela, su abuela.
Manuela es para Pura Zambrano Sánchez (en adelante PZS) el modelo de mujer que reivindica, como firme defensora de cuantas mujeres de otro tiempo vivieron vidas supeditadas al patriarcado inmóvil, propio de un sistema de valores en el que ellas, las mujeres, debían ceñirse a la más completa sumisión, bien sintetizada en la propia dualidad antagónica que se aprecia desde la misma infancia: “El niño mirará al mundo. La niña mirará al hogar”, escribe PZS.
El libro de PZS está dividido en 82 capítulos de variables extensión, de entre una y cuatro páginas a lo sumo, predominando los que tienen dos páginas. Cada uno de ellos constituyen reflexiones y todo un compendio de profundos sentimientos, en los que la autora eleva su voz para denunciar una “ceguera social” incapaz de ver la cruel realidad vivida por tantas mujeres que sufrieron la indignidad del sometimiento a hombres crueles. En algunos capítulos detalla episodios dolorosos, como los protagonizados por “ese galán vulgar y mujeriego” que obscenamente se atrevía a avergonzar a la adolescente cuando no había testigos, o por aquel otro despreciable vecino que en sus habituales visitas al hogar familiar se atrevía a sentar en sus rodillas a algunas de sus hermanas para pedirles besos, y al que odió tanto que llegó a desearle la muerte.
En los capítulos de su novela, PZS nos ofrece los más singulares y detallados episodios vividos por ella durante la niñez y la adolescencia, recuerdos de braseros de picón, de los lunes de mercado al que acudía con su abuela Manuela, del chupito de anís para evitar los ardores, del vaquero de marca que cada año le compraba su abuela “con poco ahorro y con mentiras al abuelo”. Y entre esas evocadoras palabras, Pura nos traslada a las noches de verano donde había largos silencios en las horas al fresco, a los polos de hielo y las granizadas que su abuela hacía con limones naturales, y resuenan entre líneas las historias familiares que les contaba a ella y a sus hermanas antes de ir a la cama. Las largas siestas buscando el frescor del suelo de las alcobas y hasta la percepción consciente de que la adolescencia, lenta y tardía, transformaron a la niña en mujer.
Su ágil prosa nos evoca también las más diversas sensaciones, pues son recuerdos con olor a cocido, a guiso de lentejas o a tortilla de patatas. Al ajetreo de las cinco hermanas y su hermano en las mañanas antes de ir a la escuela. Al olor y el tacto de la ropa de los domingos, del alcanfor y la flor de lavanda que desprendía el viejo armario de su madre, aromas a campo y a trabajo, siendo los más especiales aromas aquellos que le recordarán siempre a su madre y a su abuela Manuela. Una madre que, como tantas otras de la posguerra, “no recuerdan ni un momento de felicidad”, dice PZS, pues solo les enseñaron a trabajar desde muy jóvenes, desde muy niñas. La madre de Pura vivió el dolor por la pérdida de su hermano Pedro, un desgarro que no se supera, pues aunque la muerte se olvide queda el gran vacío que perdurará de por vida. Resulta conmovedor el relato del accidente de moto de su hermano Pedro, de la tristeza de su madre durante el tiempo que permaneció en el hospital.
Porque la familia, su familia, es el centro de ese universo en el que se desarrolla cada capítulo, cada relato, y las protagonistas siempre su abuela, su madre, sus hermanas y su propio hijo. Los demás hombres, su único hermano, sus abuelos su padre, toman protagonismo de forma puntual y en términos bien diferenciados.
‘Mujeres de otro planeta’ es un compendio de recuerdos, de añoranzas, de tristezas ahogadas en lágrimas, de silencios y sombras que ha afectado y afectan a su propia existencia, con alusiones puntuales a la ceguera, la mayor pesadumbre de su presente, pues ese “mirar sin ver” es una “enfermedad sin dolencia”, en sus propias palabras, sin tratamiento, pero que, resignada, asume con entereza y dolor a un tiempo. No falta en su libro la alusión también a los libros que para ella han sido una vía de escape a una realidad diferente. He ahí el valor que poseen como medio para recrear otros mundos, otros, diríamos, ‘planetas’.
El amor también ocupa un espacio en el relato de PZS, amor que es un “regalo” aunque “esclaviza al que siente”, reiterando en más de una ocasión el amor maternal, el que ha sentido siempre por su hijo. En realidad, este es un libro cargado de sensaciones amorosas, resultando recurrente capítulo a capítulo el retorno al Planeta de las mujeres de su vida, sus desvelos, los sentimientos de penas y llantos, la omnipresencia de su abuela Manuela, la descripción de la enfermedad y el final de su padre y la constante compañía de su madre, contando vivencias nunca antes contadas.
En el relato de PZS aparecen dos personajes que inicialmente parecen casi enigmáticos, “la Paya” y el “diablo”. Sus abuelos desconocidos, personajes que inicialmente parecen difíciles de imaginar, pero que muy pronto podemos reconocer también como perversos integrantes de un mundo habitado por desalmados. Ella regentaba un burdel al que acudían señores de sociedad, “casados desde la niñez con mojigatas, resignadas a ser hueco y carne sin conocer el placer y el deseo” (tal y como los describe Pura); hombres que buscaban encontrar en aquel lugar a jovencitas de familias humildes o aquellas que eran repudiadas por la propia sociedad. La Paya, su abuela desconocida, se había casado con un hombre desalmado, un dictador libertino que gozaba de enorme influencia, que se supone vivía al margen de la ley, pero al que la propia ley era capaz de proteger incluso. Para él utiliza un calificativo, el de “diablo”.
Resulta desgarrador el relato que su madre le hizo sobre la situación que hubo de vivir Manuela por hacer frente a su “abuelo diablo”. Este sentía una enorme atracción por su abuela y, pese a estar casado con “la Paya”, hubiera dado buena parte de su fortuna por pasar un solo instante con Manuela. Un sentimiento que llegó a ser, a la vez, amor y odio. Tanto que fue capaz de ingeniársela para urdir una treta que acabó con Manuela en prisión, con la certeza de que “si no era para él no era para cualquiera… deseando su muerte si no podía tenerla”, nos explica Pura. Lo más doloroso fue que para que ella recobrara la libertad, era necesario dar un paso ignominioso y cruel. Su madre relató a Pura cómo ella misma aceptó someterse a la voluntad del diablo, debiendo ir cada noche que él quisiera a la casa de la Paya y esperar a que él llegase. No tuvo a Manuela pero sí a su hija. Tras recobrar la libertad, su abuela urdió la venganza que pudo compensar tanto dolor: empuñando una pistola acabó con la vida del hombre que había sido el mismo diablo para ella misma y para su hija. Un acto de liberación que Manuela fue capaz de protagonizar. Algo que muchas mujeres, sufridoras sumisas, resignadas, jamás tuvieron la oportunidad de hacer.
La novela de Pura Zambrano nos conmueve y a la vez estimula nuestros propios recuerdos. Nos hace reflexionar sobre la vida de la gente humilde en un mundo de injusticia social en el que los poderosos, respaldados en leyes indignas, protegidos por poderes autoritarios y hasta por los púlpitos mezquinos, eran capaces de las más sórdidas tropelías. Y en aquel mundo de hombres, las mujeres, eran los seres más indefensos, desde la niñez hasta la edad madura. Las ‘Mujeres de otro planeta’ eran, sin embargo, el auténtico sostén de aquel mundo, dominado por una ceguera incapaz de superar la oscuridad en la que vivían aquellas hijas, esposas y madres. Todas ellas, mujeres que conformaban como un matriarcado invisible, pero “vivo”, en sus propias palabras, y “pisado por hombres despiadados y otras veces por mujeres que cierran los ojos ante la evidencia de un maltrato, durmiendo en sábanas calientes de hilos de seda”.