José María Sotomayor
Es conocido que Antonio Ordóñez, que convivió con la familia Núñez en Los Derramaderos, mató muchas corridas de este hierro e, incluso, ya retirado, también en las corridas goyescas de Ronda.
Había matado tres novilladas de esta divisa, en 1949, antes de tomar la alternativa. Una de ellas en Madrid, el 19 de marzo de 1950, ‘acartelado’ con ‘Calerito’ y Alfredo Jiménez, cortando una oreja al quinto novillo, Naranjero, número 126, negro que remendó un encierro de doña María Antonia Fonseca.
Como matador de toros se anunció en 39 corridas de este pial. A ese número hay que añadir las dos corridas goyescas de Ronda que mató cuando estaba en activo y las seis que despachó estando retirado. Y, aunque nunca se consideró fuera de los ruedos, la última vez que se vistió de luces, el 17 de agosto de 1981, en Ciudad Real, con José María Manzanares y Niño de la Capea en el cartel, lo hizo para lidiar un toro de esta divisa y otro de su propia ganadería.
Toreó una corrida de este hierro en 1951, el año de su alternativa, en 1952 y en 1953. En 1956, que mató tres, en la primera, la celebrada en Sevilla el 19 de abril, con Rafael Ortega y César Girón, envió otro toro sin una de sus orejas al desolladero. Al año siguiente, en la feria de abril de Sevilla, el 1 de mayo, se anunció con la corrida de Carlos Núñez, pero el triunfo fue de sus compañeros Manolo Vázquez y Jaime Ostos.
Un año más tarde, en 1958, también en la Maestranza, el 6 de abril, en la corrida del Domingo de Resurrección, con Manolo Vázquez y Rafael Jiménez ‘Chicuelo’, que tomó la alternativa, cortó dos orejas a su segundo, al que mató recibiendo. La cruz fue las dos volteretas que le propinó ‘Triunfador’, en Madrid el 19 de mayo siguiente. Un toro negro zaíno, marcado con el número 101 y de 457 kilos.
En la feria de abril de 1959, el 23 de abril, toreando con Julio Aparicio y Gregorio Sánchez, cortó una oreja en su segundo a cambio de una lesión en la mano izquierda producida en un revolcón. Cuenta André Viard que Antonio Ordóñez, “algo mosca, aunque con todo el cariño del mundo, le dice a su amigo Carlos que no se va a apuntar a más corridas hasta que no se arregle el problema. La ganadería se ha vuelto algo arisca y le ha pegado dos cornadas en dos años. El toro de Núñez es entonces un toro chico, precioso, pero con algo de genio. Y vivo. Muy vivo”. Si fue así no lo sé, pero lo cierto es que Antonio Ordóñez mató, en 1960 y 1961, sendas corridas y, otra más, en 1964, la goyesca de Ronda. Y cinco en 1965, el año siguiente del fallecimiento del ganadero.
Hasta la temporada de 1968, inclusive, estoqueó un total de 12 corridas. Después, entre 1969 y su alejamiento de los ruedos, aun participó en cuatro corridas de este hierro, sin contar las que, ya retirado, despachó en Ronda vestido de goyesco. Y fueron un total de siete hasta la última de 1980.
Pero aún hay más; su despedida definitiva en 1981, o el comienzo de su descanso, como prefieran, fue con otra corrida de Carlos Núñez. Este encaste tiene unas características muy definidas. Unos pocos ganaderos han sido capaces de transformar con éxito las hechuras de aquellos toros para que se adapten a la exigencia actual. Pero no todos, al menos en la actualidad, han conseguido que, además, sus reses den un juego parecido a las antiguas. Probablemente, la ganadería que mejores resultados ha conseguido, y con más regularidad, sea la de Alcurrucén.