El escultor David Pavo, nacido en 1987, publica su primer libro de poemas, ‘Cuadernos insulares: Madeira y Açores’, bajo el sello ‘Olivera Ediciones’. Doctor Cum Laude en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco en la especialidad de Escultura con la tesis doctoral ‘Jorge Oteiza y el arte jondo’, de (2020), David Pavo ha realizado un posdoctorado entre la Universidad del País Vasco y en la Universidad de Lisboa.
La obra se lanza en una tirada exclusiva de solo 20 ejemplares numerados, presentados en formato de caja que incluye una presentación a cargo de José Antonio Cáceres, los libros ‘Cuaderno de Madeira’ y ‘Cuaderno de Açores’, así como dos marcapáginas.
Esta edición, concebida casi como un objeto artístico, recoge una experiencia poética desarrollada a través de 32 poemas, con los que David Pavo, hasta ahora conocido por su trayectoria en la escultura y la investigación artística, se introduce en el ámbito literario.
La publicación supone un paso más en la carrera de este artista, quien ha desarrollado su labor creativa y de investigación entre España y Portugal, y ha sido beneficiario de becas y contratos de investigación en el ámbito de las artes y las humanidades, además de participar en exposiciones y proyectos editoriales vinculados al arte contemporáneo.
El crítico literario Enrique García Fuentes se refiere a esta obra como “una atinada adecuación de exterior e identidad, de viaje y entorno que acaban siendo uno”; además, subraya el valor de la poesía como medio de búsqueda personal: “Estamos ante una ofrenda al poder salvífico de la poesía y su valor instrumental para la búsqueda de nosotros mismos”.
Con esta publicación, David Pavo suma la poesía a su trayectoria, que incluye investigaciones sobre figuras como Jorge Oteiza y José Antonio Cáceres, así como la publicación de textos en revistas científicas, catálogos de arte y libros monográficos.

Hemos podido hablar con él para conocerle un poco mejor.
¿Cuándo comienzas a escribir poesía?
Siempre he escrito, más o menos compulsivamente, desde una adolescencia temprana. La escritura poética, y particularmente, el poema, o dicho más ajustadamente, la escritura en verso, por libre que este sea, tendía siempre, en mis intentos, a resultar muy ortopédica: desafortunada hasta el punto de sentirme nefasto como escritor de poemas.
Un día, creo que de 2022, un amigo partió en versos una prosa mía, basándose en la rítmica que constituía el texto. La operación se me presentó reveladora, y me posibilitó advertir que era posible que mi escritura pudiese ser poema, cuando yo ya estaba rendido por mis intentos. El resultado de esa operación ajena me hizo regresar a escribirlos, pretendiendo ensayar una suerte de poesía en verso, muy libre, o más bien una prosa partida en base a su constitución rítmica. En 2023 y 2024 escribí más de un centenar de poemas que agrupé en un cajón de sastre-libro que titulé ‘Apología del silencio’.
¿Cómo surge la idea de escribir ‘Cuadernos insulares: Madeira y Açores’?
Realmente no existe una idea de creación para ‘Cuadernos insulares’. Dentro de ‘Apología del silencio’ se desarrollan dos experiencias particulares, que son las que constituyen los ‘Cuadernos insulares’; esto es, dos viajes, a Madeira y a Açores, o el ‘Cuaderno de Madeira’ y el ‘Cuaderno de Açores’, que recogen los poemas que escribo en esos enclaves geográficos.
¿Qué te lleva a elegir estos destinos como eje de tu primer libro de poemas?
Durante mi posdoctorado realicé dos años de estancia en la Faculdade de Belas-Artes de la Universidade de Lisboa, y eso me permitió recorrer Portugal. Madeira y Azores eran enclaves que descubrí en 2024, mientras estaba inmerso en la redacción de poemas. A pesar de que los poemas que constituyen ‘Apología del silencio’ surgen de manera espontánea, en las experiencias de Madeira y Azores afronto la escritura de un modo distinto, imponiéndome escribir poemas durante los viajes. Consideré que, extraer esas dos experiencias, de Madeira y de Azores, que suman 32 poemas, y presentarlas juntas, podía tener sentido, además de una extensión aceptable para un primer libro, y convine en denominarlos ‘Cuadernos insulares’.
¿Por qué ese título para el libro?
La idea de cuaderno, en tanto que bloc de notas, de campo o de viaje, me parecía menos pretenciosa que la de libro, y también que conservaba algo hermoso por humilde. No en vano, no puedo ocultar la influencia del trabajo que he venido haciendo con la obra de José Antonio Cáceres, quien titula algunos de sus libros de poesía experimental como ‘Cuadernos’: el español, los irlandeses, los italianos o el de Pisa.
Por otra parte, la idea de lo insular, tiene que ver con estos dos territorios, Madeira y Azores, que son insulares, es decir, islas de la península. Pero lo insular también alude a una zona del cerebro, así denominada, ínsula o corteza insular, que ocupa un papel importante en el desarrollo de las emociones, los deseos o los sentidos: todo lo cual me parecía que dotaba de mayor sentido, valga esta redundancia, al uso del término. Y en tanto que eran dos decidí usar el plural, por tanto: ‘Cuadernos insulares’, y el subtítulo, ‘Madeira y Açores’. También, aunque quizá de manera más circunstancial, se me hacía imposible no pensar en “las ínsulas extrañas” del ‘Cántico espiritual’ de San Juan de la Cruz.
Como escultor, ¿De qué manera tu experiencia en las artes visuales ha influido en tu aproximación a la poesía y en la concepción de este libro?
Ha habido muchos artistas que han utilizado la escritura como un modo de expresión auxiliar, o incluso, para desarrollar obra fundamental. No siendo escritor, porque mi formación es en escultura, escribo acudiendo a un fondo existencial para, a través de la escritura, tratar de desentrañar, y en la medida de lo posible comprender, lo que aún no sé mientras estoy escribiendo. Es decir, que la escritura está movida por una búsqueda de lo que aún no se sabe; y esto, no es tan distinto de lo que hago en escultura. Pero, aunque las naturalezas de la escultura y la poesía sean distintas, el fin creador es el mismo, es decir, la definición estética. Se trata, en cualquiera de los casos, de producir una estructura constitutiva de sentido que alcance a soportar la operación creadora.
Como artista que debuta en la poesía, ¿Qué diferencias y similitudes has encontrado con el proceso creativo de la escultura?
La diferencia fundamental entre la creación en escultura y poesía es que, en escultura, o en cualquiera de los medios a los que se denomina ‘plásticos’ (como si la poesía no lo fuese…), es que, mientras la palabra es significante y tiene significado, el material, pongamos una madera en escultura, solo es significante, y no significa nada más allá de sí misma. Cuando compartí esto con Chantal Maillard me decía: “Tienes razón”; palabras que, dichas por ella, más allá de que sea Premio Nacional de Poesía y una de las escritoras contemporáneas a las que más admiro, significan para mí no poca cosa. Creo que la presencia de significados en la palabra y su ausencia en los materiales, me lleva a sentirme más libre en la creación en escultura que en poesía.
¿Cuáles fueron tus principales referentes literarios o artísticos durante la gestación de este libro? ¿Hay alguna corriente o autor que haya marcado especialmente tu voz poética?
Eso es muy difícil de responder. La lista de artistas referentes, no solo del mundo de la literatura, sería interminable. Y los referentes van más allá del mundo del arte, trascendiendo a la naturaleza o a las experiencias personales. Todo eso deja un poso que nos va constituyendo. En tanto que mi formación literaria ha sido ninguna, la voz poética que se ha ido construyendo (no digo construyéndola yo, sino ella sola, si es que puedo hablar de voz poética en mí), ha resultado, me parece, en algo singular. La definición estructural, desde la honestidad creadora, genera el estilo. Pero el estilo no es algo que me interese si no es como una consecuencia de esa estructura estética: “el estilo es el hombre”, decía Bergamín.
Por tanto, definir al Hombre en la estructura de ‘la cosa’ es lo que lo posibilita. Una voz, me parece, sin grandes influjos de escuelas o corrientes de época, obcecada en la operación de eliminar lo prescindible para sustentar el poema en lo irreductible, pensando, no con las palabras, sino en ellas, hasta necesitar romperlas, o componerlas, o inventarlas, desde la necesidad de decir (¿decir?) algo que sólo puede ser dicho de ese modo. Y siempre con el principal objeto de revelar la operación creadora misma.
En este sentido, hay una declaración de Jorge Oteiza sobre la poesía que siempre me ha guiado: “no me interesa la poesía de poeta”, dice. Lo que quiere decir es que no le interesan los formalismos, sino el “tuétano de forma”, como decía Federico García Lorca en su conferencia sobre el duende. Lo que sí he intentado perseguir, como un propósito que, de entrada, conseguirlo es probablemente un imposible, es una voz propia. Para eso, lo primero que es necesario hacer es derribar el andamiaje de lo sabido, y después, cuestionar el propio lenguaje.
¿Puedes ahondar un poco más sobre esa búsqueda?
Creo que puedo afirmar que ‘yo’ es el objeto de la poesía: el ‘ego’. El trabajo con la escritura ha insistido en desentrañar el sentido de una serie de unidades de significado, es decir, de términos, fundamentales, derivados del ‘ego’. Porque, ¿yo? ¿Qué es yo?, me preguntaba, alcanzando a enunciar nociones como: sin ‘mí’; sin ‘sin mí’; con sinmigo, y otras que, a ratos, me han parecido, persiguiendo producir sentido, al borde del sinsentido. Antonio Machado alude a “la dificultad de definir eludiendo definiciones”. A esos niveles ha necesitado descender la escritura, desarrollándose en el arco experimental que va desde un ‘me’ del que ‘me’ he ido desprendiendo hasta constituir un ‘me’ en el que he alcanzado a soportar-‘me’. Aunque no lo parezca, estoy hablando de lo que comúnmente se enuncia como tema. El resultado ha sido una escritura poética que, ‘me’ temo, he terminado casi por comprender solamente ‘yo’. ¿Yo?
¿Cómo fue el proceso de selección y organización de los textos?
Los dos cuadernos contienen los poemas según fueron escritos en esos enclaves. Descarté solo un par de poemas de cada una de las experiencias. No hice selección, simplemente fueron los poemas resultantes. Me parecía hermoso, de cara a la edición, presentar cada cuaderno por separado, en el orden en el que se redactaron: primero el de Madeira y después el de Azores. Y en tanto que al final de cada uno se indican las localizaciones y fechas exactas en las que fueron redactados, los libros responden a una suerte de diario. Por tanto, su estructura de orden cronológico es a su vez su estructura de sentido en el desarrollo de los cuadernos, y no podía ser otra en tanto que, además, implican una evolución.
¿Hay un hilo conductor o una evolución narrativa a lo largo de los poemas?
Los poemas de ‘Apología del silencio’ se articulan en base a un momento de inflexión, o bisagra, determinado por una experiencia de ‘Despertar’. Los ‘Cuadernos insulares’ se enmarcan en lo escrito a partir de ese momento. El trabajo sobre la ‘Consciencia’, como vivencia plena del Instante, o ‘Presente’ al que se pertenece, atraviesa toda la escritura, seguramente influido por las lecturas de abundantes textos de distintas vías orientales.
Entre la redacción del ‘Cuaderno de Madeira’ y el ‘Cuaderno de Açores’ transcurren siete meses en los que continúo escribiendo, y mi situación existencial evoluciona. Para cuando sucede la experiencia de Azores, he avanzado hacia un desprendimiento de la ‘Consciencia’, que enuncio como ‘Inconsciencia’ respecto de la ‘Consciencia’; es decir, como un abandono completo del ego que posibilita la ‘Unidad con Todo’, hasta el punto de identificar ‘yo’, o el ‘ser’, con Dios (Dios al modo oriental, no occidental), posibilitando constituir un nuevo ‘me’, pero sin ego.
Otro interés de fondo es el ‘Silencio’, que me parece que termina por recorrer el conjunto, y alude a una consecuencia del estado de ‘Consciencia’ alcanzado. Por ejemplo, escribo junto al Cristo Rei, en Caniço, Madeira: “Es la ciudad del sin ‘mí’/ de nombre Silencio”. Y siete meses después, en Furnas, en São Miguel, Açores: “Tras el último Silencio/ que aplaca al ego,/ ‘me’ despliego definitivo.”.
El ‘Silencio’ entronca, además, con el interés en un tipo de sensibilidad estética que he venido reconociendo como constante, desde las primeras expresiones del arte hasta nuestros días, en el contexto geográfico de lo que hoy llamamos Extremadura, y que trasciende sus fronteras, especialmente hacia Portugal: donde la expresión, reducida hasta convertirse en su opuesto, constata una situación existencial liberada, estéticamente, de la angustia. Resulta significativo que el último poema, que cierra el ‘Cuaderno de Açores’, y también ‘Apología del silencio’, se escriba en el Ilhéu de Vila Franca, y que el plano topológico de este lugar no sea tan distinto al signo del ensō en la pintura china del budismo zen, en tanto que círculo, no cerrado, de ‘Plenitud’ y ‘Silencio’. Por tanto, concluyo en el ‘Silencio’ como densidad, con un ‘me’ constituido, donde la situación existencial no es un final, sino el principio de ‘Todo’. Si hay una evolución narrativa, es el trabajo con el ‘ego’ hasta que el ‘ego’ se desprende de sí mismo.
¿Cuáles consideras que son las características de tu poesía? ¿Y qué intereses tratas?
Una de las características es el pensamiento, probablemente muy influenciado por mis lecturas de Fernando Pessoa durante mis años en Lisboa, quien decía, por ejemplo, que en “sou-me”, es decir, “me-soy”, se encuentra toda una filosofía. Y la otra es una complejidad existencial que desemboca en una dimensión espiritual. En el fondo responden a un ejercicio meditativo que da cuenta de sí mismo, a través del poema, en tanto que medio que puede posibilitar la resolución de algo. Por eso mis poemas se tensionan entre la situación existencial personal, la contingencia, lo desconocido, la propia realidad de la palabra como materia y como lenguaje, y un deseo de resolución estética. Que consiga resolver todo eso en el medio del poema es otro asunto.
La edición ha sido obra de ‘Olivera Ediciones’ en Badajoz. ¿Por qué optaste por este formato artesanal y limitado, y qué significado tiene para ti la edición como objeto?
La idea de la edición, al menos en lo que respecta a los ‘Cuadernos’, la tenía más o menos clara en mi mente, en el sentido de que me apetecía que fuera algo sencillo que, en su simpleza, no dejase de ser hermoso. Pensaba en los cuadernos japoneses, cosidos a mano, y recordaba un pequeño libro de Clara Janés titulado ‘Brancusi y una carta para Chillida’ (Adamaramada, 2005). También consideré la idea de la caja como una solución funcional para presentar los dos ‘Cuadernos’. Igualmente tenía clara la tirada corta numerada, quizá sospechando que el libro no tendría demasiado recorrido y que la distribución sería manual, simplemente como regalo para algunos amigos. Que el libro resultase en un objeto de colección me parecía sugerente. Probablemente todo eso también esté condicionado por mi aproximación al mundo de la poesía experimental. Realmente todo entra dentro de un ‘scherzo’, de un juego, de un divertimento, con los recursos del ámbito bibliográfico y artístico.
Esa idea inicial la puse en manos de Francisco Javier, editor de ‘Olivera Ediciones’, y ha sido quien la ha enriquecido hasta definir una propuesta de diseño que ha superado mis expectativas. Ha realizado una edición, casi objeto, en una tirada de 20 ejemplares, numerados. Se presenta en una caja de cartón, negra, que incluye una hoja con una presentación, dos marcapáginas, y los dos ‘Cuadernos’, el de Madeira y el de Azores. Los ‘Cuadernos’ están realizados con papeles verjurados, impresos, cosidos a mano, y las cubiertas, realizadas con foil dorado. Todo envuelto en papel vegetal. Una edición manual, artesanal, para la que no se ha escatimado en tiempo de ejecución ni en calidades materiales, y que debe su resultado al cuidado, empeño, dedicación y buen criterio del editor. Es una suerte publicar un primer libro de poemas como un objeto de colección, y difícilmente cualquier otro editor se hubiese atrevido a adentrarse en semejante empresa.
¿Cómo fue el trabajo conjunto con la editorial y qué retos implicó la producción de una edición tan exclusiva?
Todo el mérito es de ‘Olivera Ediciones’. Recuerdo una anécdota, cuando el editor dijo: “Los cuadernos no se pueden presentar así, sin más, en la caja. Hay que envolverlos en papel vegetal.” Yo me reía por el despliegue material que iba adquiriendo el objeto para presentar unos poemas. La edición, en tanto que es artesanal, ha implicado mucho tiempo de producción. Realmente es una propuesta que va a contracorriente del curso que lleva la era de lo digital, y supone una especie de resistencia en favor del objeto libro y de la experiencia física de la lectura.
¿Qué importancia tienen los marcapáginas incluidos en la caja y qué relación guardan con el contenido poético de los cuadernos?
Son un recurso editorial más en la resolución del objeto libro. Reproducen un ‘skyline’ que contiene elementos geológicos o arquitectónicos significativos de las islas de Madeira y São Miguel, en Azores, pero arbitrariamente articulados. Desde el papel se establece una asociación, porque es el mismo para la cubierta de cada cuaderno y para su marcapáginas asociado.
El libro incluye una presentación de José Antonio Cáceres. ¿Cuál fue su aportación al proyecto y cómo influyó su visión en el resultado final?
He venido trabajando en torno a la obra de José Antonio Cáceres desde 2020. Algunos de los trabajos más significativos que he realizado han sido el libro ‘Palabra hablada. Entrevistas a José Antonio Cáceres’ (Universidad de Extremadura, 2024), con el que traté de abarcar su trayectoria en más de 35 horas de entrevistas registradas en audio y transcritas. También la publicación de una de sus obras de poesía experimental, ‘Cuaderno español’ (Luces de Gálibo, 2023), edición de la que estuve al cargo y que cuidó el editor Ferrán Fernández. O he gestionado varias donaciones de su archivo personal, con documentación y obra, que han implicado varios miles de documentos, donados tanto al Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (Meiac) de Badajoz como al Archivo y Biblioteca de la Diputación de Cáceres. Todo eso me ha llevado a profundizar en su obra, en la que la poesía ocupa un lugar destacado, compuesta por 37 poemarios.
José Antonio Cáceres fue la primera persona a la que me atreví a leer, no sin pudor, algunos poemas. Y en contra de lo que podía esperar, los valoró muy positivamente. Me dijo que había llegado a conclusiones que a él le había costado tiempo alcanzar y que me quedaba en lo imprescindible. Me animó a seguir escribiendo, y consideré que, si me lo decía él, tenía que hacerle caso. Cuando barajé la publicación no dudé en solicitarle unas palabras a modo de presentación. A sus 83 años redactó una suerte de carta manuscrita, con la brevedad, cordialidad y sencillez que lo caracterizan, y que empieza diciendo: “Cuando David me leyó algunos de sus poemas, me sorprendió; pues yo solamente conocía su faceta de escultor.” Para mí, que José Antonio Cáceres, a quien considero uno de los artistas más completos y complejos que ha dado Extremadura en el siglo XX, escribiera unas palabras para abrir mi primer libro de poemas, es un regalo. En su día Martín Carrasco dijo algo muy significativo de nuestros trabajos y de nuestra relación: “Las almas gemelas se reconocen”.
Enrique García Fuentes destaca en su comentario la unión entre “exterior e identidad, de viaje y entorno”. ¿Cómo dialogan estos conceptos en tu obra y qué papel juega el viaje en tu proceso creativo?
Las palabras de Enrique García Fuentes durante la presentación de ‘Cuadernos insulares’ en la Feria del Libro de Badajoz me sorprendieron. Había cierta parte de mí que se sentía, en ese contexto (una Feria del Libro, presentando un libro de poemas…), un intruso. Tanto, que necesité justificar mi presencia afirmando que no soy poeta, y que no he pretendido serlo. Por eso la lectura que hizo Enrique, que llegaba al fondo de las cuestiones, más allá de su valoración, me conmovió. Esa cuestión a la que aludió, de “exterioridad e identidad, de viaje y entorno”, se da muy particularmente en ‘Cuadernos insulares’. El grupo de poemas de ‘Apología del silencio’, y esto también aplica para los ‘Cuadernos insulares’, parte de un desorden existencial para concluir en un orden existencial, quedando como trazo el proceso de la experiencia. Por eso los ‘Cuadernos’ se pueden comprender también como una suerte de diario experimental. La cuestión es que el viaje, más que geográfico, es interno, en el que el poema es resultado de la experiencia meditativa cuando esta se está produciendo. Y en este sentido, el paisaje específico de cada enclave sirve como elemento natural, de identificación, desde el que tratar los asuntos de interés: por ejemplo, la mar y la orilla, que se presentan como suerte de imagen sobre el punto en el que se tocan, necesitándose ineludiblemente, la ‘Consciencia’ y la realidad.
¿Qué esperas que encuentre el lector en esta experiencia poética y qué papel crees que puede jugar la poesía hoy como “ofrenda al poder salvífico” que menciona Enrique García Fuentes?
Lo que hay es un viaje desde uno mismo y hacia uno mismo. Y es la transfiguración que se produce en la experiencia lo que los poemas recogen. El poema es, más que el medio, el objeto donde eso alcanza a ser posible, y que sirve para desentrañar y dar cuenta de lo que se desentraña, transfigurando a quien escribe. Como decía, cuando Enrique García Fuentes alude a una “ofrenda al poder salvífico” de la poesía, me conmueve. Probablemente es lo que he pretendido, pero escucharlo así enunciado, en palabras ajenas, es emocionante. Desde luego, si la poesía, o el arte en extensión, no tiene como objeto principal al Hombre, y una salvación donde medie la sensibilidad estética, que es su responsabilidad alcanzar a producir, ni la poesía ni el arte sirven para nada realmente relevante.
¿Tienes previsto continuar tu trayectoria poética con nuevos proyectos o explorar otras formas de edición artística en el futuro?
Siempre he tenido una tendencia a la escritura, al libro y a todo lo que implica la publicación. Voy resolviéndome en ese binomio extraño entre la escultura y la escritura, y cada vez se aproximan más entre sí. Y, sí, he escrito algunas cosas que espero publicar en un futuro próximo. También tengo en mente, entre otros libros, la producción de un poemario que avanzaría a partir de las conclusiones de ‘Cuadernos insulares’. Sin embargo, como todo, tendrá que encontrar su momento.
Por lo pronto, Antonio Orihuela me ha invitado a exponer algunas piezas en el contexto del Festival de Poesía Voces del Extremo 2025, que se celebra cada verano en Moguer, y la exposición será en la Casa Museo Zenobia y Juan Ramón Jiménez. Cuando estuve visitando el espacio para la exposición, sin poder abstraerme del contexto, el de la casa Museo del Nobel de Literatura y el del Festival de Poesía, sentí por primera vez la escultura como poesía. Más allá de eso, también estaré leyendo algunos poemas en el Festival.