Cuántas veces hemos escuchado aquel refrán “Conocidos muchos, amigos casi ninguno”. La amistad es un valor moral y universal que representa un interés genuino e incondicional por otra persona. Está basada en valores como el respeto, la comunicación, la empatía, la lealtad y la honestidad; sin ellos, la amistad no existe.
Hay varios estudios que demuestran que la amistad influye en la salud física y mental, tiene un efecto positivo sobre el corazón, refuerza el sistema inmunitario, mejora el estado de ánimo y reduce la ansiedad y el estrés.
Hay amistades verdaderas donde se establece un vínculo real, ofrecen significado vital y producen calidez humana. Estas personas te ayudan a tener un propósito de vida, te dan la motivación necesaria para seguir cada día, te hacen sentir parte del todo y consiguen mejorar tu confianza y autoestima, siendo un protector frente a las situaciones difíciles.
Antes se vivía más en comunidad; ahora cada vez vivimos más aislados, de forma más individual, incluso con la propia familia; sin embargo, como seres sociales que somos, necesitamos sentir que pertenecemos al grupo y formamos parte de él. Es importante tener amistades significativas; para conseguirlo, más que preguntarnos qué tipo de amigos queremos tener, la clave está en preguntarnos qué tipo de amigo estoy dispuesto a ser conmigo mismo y con los demás. Nadie nos va a complementar; por tanto, no busquemos en la amistad la serenidad, la tranquilidad ni la felicidad que anhelamos para nosotros; tampoco proyectemos en la otra persona una necesidad que es propia y solo yo puedo resolver.
Toda relación humana tiene dificultades; solo a través de la capacidad de conocer nuestros patrones de comportamiento (autoconciencia) podremos mejorar y estaremos preparados para relacionarnos con los demás de una forma saludable y óptima.
Los amigos nos perfeccionan y enriquecen, más que por lo que el otro da, por lo que nos hace descubrir de nosotros mismos. Hay una cita de ‘El principito’, de Antoine de Saint-Exupéry, que deseo recordar:
No era más que un zorro semejante a cien mil otros,
pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo
Atesoremos a esas personas que nos ofrecen momentos agradables y nos llenan de alegría y energía. No hay nada mejor para el cuerpo y la mente que aumentar la producción de serotonina y liberar oxitocina.
Quiero dedicar este artículo a todas las personas con las que existió buena conexión y, cómo no, a mi familia y a mis verdaderos y queridos amigos. Los instantes vividos se convertirán en la herencia que dejaremos en el corazón de aquellos que amamos y nos aman.