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Faustino Lobato. La vida en la palabra. Grada 174. Primera fila

Faustino Lobato. La vida en la palabra. Grada 174. Primera fila
Foto: Javier Meléndez
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Audiolibros, el placer universal de la lectura para todos

Anuncia Maján

Les confieso un secreto no tan secreto. Este trabajo me está haciendo disfrutar mucho. ¿Un trabajo y un disfrute? Pues sí, cuando este trabajo es contar historias de personas que mejoran la sociedad y poder hablar con ellas, conocerlas mejor.

Faustino Lobato es una de estas personas. Hablar con él, conocer más a fondo a este profesor, padre y poeta, además de exsacerdote, es pasar un rato durante el cual el tiempo se diluye, se hace invisible. Es aprender a ver la vida en la palabra. Y es acercar la palabra a todos, incluyendo a quienes tienen baja visión o no pueden ver.

¿Y quién es Faustino Lobato? Él mismo se define como un hombre que es capaz de callarse para aprender de los demás. “A veces me atrevo a callarme, y de mirar las nubes para ver el encanto de la naturaleza”.

Una cualidad suya, que también considera un defecto, es que le encanta conversar, “estar con mis amigos, quererlos”. “A veces me quedo solo hablando. Esto es una dificultad y una facultad”.

“Otra facultad es que me encanta estar con mi familia, y sobre todo aprender a crecer con mi hijo. El tiempo juega diferente para Rodrigo, que tiene 9 años, que para mí, que tengo 70. Jugamos a distintos pasos”.

No le gustan las dobleces, y sí mirar de frente. No le importa afrontar dificultades, y asume “mirar de frente, decir las cosas de frente”. Y le encanta escribir desde lo que vive, lo que siente, lo que le provoca una emoción. “De lo que nadie ve, desde la emoción de lo oculto. De lo invisible y de las personas invisibles, las que no caben en la fotografía, pero a mí me gusta tenerlas presentes”.


¿Para quién escribe Faustino Lobato?
Vamos por partes. No sé para quién escribo. Para mí, escribir es como una terapia. Pero es cierto que, cuando escribo, vuelco sobre el papel unas emociones que se convierten en universales, y sé que alguien las va a tener en cuenta.

Escribo probablemente para aquellos que no ven y les gustaría escucharme, por eso grabo los poemas y hago los audiolibros. Para aquellos que, viendo, no entienden muchas cosas y se guardan sus penas, y ven cómo yo comparto las mías, y en ese compartir probablemente nos unamos.

Es como una verbalización de lo que me va ocurriendo. Y me siento a gusto cuando quien me lee se identifica con lo que yo expreso, e intento hacerlo con el lenguaje más sencillo. En mi último libro, aunque contenga palabras en griego las explico. Me gusta colocar palabras que ayudan a ampliar los conocimientos.

Escribo para las personas que sean inquietas, que quieran salir de su área de confort, porque a mí me gusta salir de la mía. No me gusta estar siempre haciendo lo mismo. De hecho, el primer libro que escribí no tiene nada que ver con el último que he escrito. Mi creación ha ido evolucionando. Además, antes de escribir leo mucho. Ya no me caben los libros en casa. Soy un lector compulsivo, sobre todo de poesía.

¿Es usted consciente de que su poesía puede que no llegue a todo el mundo?
Lo soy. Intento cada vez más tocar la emoción. Lo que pasa es que la poesía es un género hacia dentro. Soy consciente de que a veces la profundidad de ciertos términos y ciertas expresiones pueden resultar complejas por eso. Un libro mío has de leerlo entre líneas y no intentar explicarlo. Soy consecuente y procuro serenar.

Mis poemas están en un entorno muy concreto, es la calle y es Badajoz, es el río y es el Guadiana. Los elementos contextuales en los que yo me muevo están ahí, y la gente es la de aquí. ¿Es probable que le dé una vuelta de tuerca? A veces sí, pero cuando, por ejemplo, hablo de un río, no hablo del Guadalquivir sino del Guadiana.

Catorce publicaciones en exclusiva, además de abundantes colaboraciones con otros autores. Tan solo un cuento. ¿Siempre poesía? ¿Por qué?
Tengo relatos cortos no publicados y amagos de novelas no lanzadas. La poesía es el género con el cual me expreso mejor, porque en una expresión puedo decir mucho. Y porque siento una especial alegría al ver cómo, cuando alguien lee, siente un montón de cosas diferentes a las que yo sentía mientras escribía. Una expresión poética, generalmente son metáforas de la realidad, tiene mucha más universalidad, más entronque con la gente, al menos así lo creo yo, que la narración.

Me ha divertido mucho hacer cuentos. El único cuento publicado, que publicó el Ayuntamiento, fue un cuento que escribí para Rodrigo, desde uno que le contaba de cincuenta mil maneras, mientras él aprendía a leer.

Pero en poesía es donde más a gusto me siento. No es mi zona de confort, porque a veces me hace trabajar mucho. He roto muchos papeles. Procuro que salga depurada y limpia. Es un esfuerzo. No siempre escribo directamente, a veces voy paseando y grabo la idea que se me ocurre, y llego a casa y lo escribo. Me levanto y escribo lo que soñé. Son proyectos de temas que van surgiendo. Y mis temas son muy sencillos, como el tiempo, los espacios, las emociones… otra cosa es que cuando me expreso le dé profundidad a la expresión.

En su biografía habla de tres etapas en su creación literaria. ¿Qué destacaría de cada una de ellas?
Hay una motivación que permanece siempre, lo social. La preocupación por los demás va a permanecer siempre. Es verdad que la primera etapa fue la del descubrimiento del juego de la palabra. Las palabras funcionan como una especie de ‘novia caprichosa’, no siempre está a gusto con lo que le das. Al principio era cuestión de enamorarte de la palabra. Y empezaba a expresarlo con una serie de elementos que no me eran ajenos, pero me resultaba complicado saber cómo llegar, cómo comunicar. Es decir, la primera parte era la del aprendizaje.

La segunda etapa fue la de ‘ahora me encuentro con una serie de elementos y los describo’; y es verdad que en ese momento intentaba hacer metapoesía, es decir, hablar de la poesía haciendo poesía, hablar de la dificultad de escribir, escribiendo. Durante esta segunda etapa ocurrieron cosas tan interesantes como el nacimiento de Rodrigo, mi hijo. Es ‘La sorpresa de lo humano’, un padre adulto y, de repente, un niño. Es lo más humano en la relación de dos personas, la aparición de una criatura. En ese libro en concreto hice metapoesía, cómo escribir unos versos ante una criatura. Todo entraba dentro de qué es un biberón, de redistribuir los libros por la casa porque él necesitaba mucho espacio, de los juegos, de sus primeras palabras.

Otro libro en el que también hice metapoesía coincidió con la enfermedad (Parkinson) y fallecimiento de mi padre, durante tres años. Ahí hice un esfuerzo de cómo intentar escribir sobre algo que me era muy duro, como la enfermedad y el deterioro tan grande que esta origina, todas sus dificultades de movilidad, etc. Todo está expresado en ‘Las siete vidas del gato’, un libro muy querido para mí.

Otro libro que me hizo replantearme muchas cosas fue ‘Un concierto de sonidos diminutos’, sobre cómo dar la vuelta a las cosas cotidianas, aprovechar desde la carta que te entrega el cartero, sacándole la punta metafórica, hasta la tarjeta del ascensorista de que ha hecho su trabajo. Es decir, dándole vueltas a lo cotidiano. Los sonidos diminutos son aquellos que no se notan. En este libro hay también mucha metapoesía.

La tercera etapa es en la que se da un antes y un después. ‘Rehacer el alba. Memorias de un naufragio’ es el primer libro de esta etapa. Yo tenía una vida antes, con la que rompo por pura coherencia. De repente me encuentro naufragando, y el naufragio supone dejar muchas cosas. Este libro supone ese ‘antes y después’, el principio de decir ‘si antes creía ahora creo de otra manera’. Ahora intento expresarme de otra forma.

Este es el momento en que me reconcilio conmigo mismo, me perdono, y desde el perdón empiezo a escribir. Ese libro tarda bastante tiempo en salir y aparece porque ya no tenía nada que me afectase. Yo sufrí mucho al separarme de una institución a la que había dado toda mi vida y que, de pronto, se me volvió de espaldas.

‘Rehacer el alba’ es buscar los puntos de esperanza. Es una catarsis total. Empieza reconociendo todo lo que me estaba haciendo daño hasta que resurjo y empiezo a hacer otras cosas diferentes en las que también ayudaba a la gente, pero de otra manera. Lo otro, el ejercicio del sacerdocio, me hizo feliz durante muchísimo tiempo, solo que por coherencia se acabó.

A partir de ese libro vienen otros en los que pienso que lo que escriba y publique tiene que venir de lo que yo viva. Por ejemplo, ‘En el alfabeto del tiempo’ es el reflejo de la herida que me provoca un tiempo en que no sé dónde estuve. Ese es un tiempo que para mí no existe. Aquí también hago metapoesía y no dejo de prestar atención a lo social; aparece todo lo anterior, pero más sosegado, depurado y tranquilo. A veces no sabes cómo vas a terminar un libro, los trabajo mucho, ‘los podo’. Los poemas, para que sean claros, han de ir podados de ripio, de adjetivaciones innecesarias.

Aunque ya hemos comentado algo de pasada, ¿cómo ha evolucionado su implicación en las causas sociales como sacerdote en las posteriores etapas de su vida y en su creación literaria?
Yo estuve viviendo 14 años en la Plaza Alta de Badajoz, yendo de la Facultad de Educación a la parroquia de la Concepción casi sin tiempo ni para comer. Nunca sufrí un accidente porque Dios es bueno y no era mi hora. En esos momentos mi madre me decía que me comprase ropa, porque estuve mucho tiempo con el mismo pantalón y la misma camisa. No me daba tiempo de nada, e incluso entrar a gastar en una tienda me producía una especie de urticaria interior, dado que el sitio en que vivía era muy precario.

Creé un equipo muy interesante, porque yo no era imprescindible, todos somos prescindibles. De hecho, cuando yo dejé la institución, el equipo ‘Solidaridad’ continuó. Es más, lo que surgió allí ganó un premio a nivel nacional. Desde el inicio de mi estancia en la Parroquia procuré que se hiciera un análisis de la realidad, mirar los medios que teníamos y tratar de atajar los problemas. Con esta forma de actuar nos convertimos en un punto de referencia en Badajoz. Con mis propios ahorros viajé a Bélgica para traer los proyectos que más tarde sirvieron de referencia para la llegada de los fondos del ‘Plan Urban’. Es más, el plan pastoral sirvió de base para presentar los programas iniciales que sirvieron para conseguir el Plan Urban.

La Parroquia trabajaba a la par con el Ayuntamiento de Badajoz, no sin ciertas dificultades. Los fondos que llegaban de Europa nos servían, por ejemplo, para pagar a los maestros que habíamos liberado, y a la abogada que nos gestionaba los proyectos que nos asignaban. No sé si muchas personas saben en Badajoz que éramos coparticipes del proyecto ‘Urban Badajoz’, del cual tuvimos que explicar a los políticos locales de entonces que era para arreglar la red social de las zonas deprimidas; luchar contra problemas como la drogadicción, la prostitución, etc. Repito, la base del proyecto era nuestra atención pastoral a colectivos desfavorecidos. Trabajamos durante mucho tiempo juntos la iglesia y los políticos, y eso me agotó.

Pero después de dejar la institución me seguí ocupando de la gente, porque dedicarme a ser profesor y darme a mis alumnos suponía preparar las clases al mínimo detalle. En estos tiempos de cambio y de nuevo trabajo sufrí el paro. Una anécdota es que en la misma cola de demanda de empleo coincidí con tres personas a las que meses antes había ayudado.

En el libro ‘El ángulo incierto del espacio’ aparece un poema sobre el paro porque lo he vivido, he vivido la agonía de no saber qué va a pasar con tu vida, y con un currículo enorme que no me servía de nada. Pero bueno, al final me sirvió una experiencia de radio hasta que entré en la bolsa de trabajo como profesor. Como ves, mi vida es un caminar pensando en que todavía hay esperanza; si he salido de una puedo salir de otra.

¿Hacia dónde evoluciona su creación literaria?
Va evolucionando al silencio. Cada vez más soy una persona que guarda silencio, que va más hacia la contemplación de la realidad sin aspavientos. Hacia acoger el tiempo que pasa. De hecho, en este libro hay un poema que es una especie de testamento vital. Este poema dice que el día en que ya no esté aquí no quiero lutos, quiero que os vistáis normalmente y que mis cenizas las echéis a esos lugares del río que tanto menciono. Por si acaso no quiero alharacas, ni grandes discursos. La gente que me quiere sabe lo que quiero.

En las últimas obras usted ha apostado por la accesibilidad mediante la edición simultánea en papel y audiolibro. ¿Qué le ha llevado a dar este paso?
Saber la alegría que les causaba a los invidentes amigos míos que me escuchaban, y a las personas a las que les cuesta leer. Imaginaba a cada persona como mi hijo, con el que a veces tengo que leer. Es aquello de ‘no me leas, yo te leo a ti, papi’. Yo soy mi hijo leyéndole a la gente para que entre mejor en el poema.

Se entra mejor cuando recitas el poema escrito, es como comer pan con mantequilla o comerlo solo. Además, hoy estamos en la época de la digitalización y esto supone facilitar el acceso a las personas que no pueden leer. El código QR impreso en este último libro, ‘En el alfabeto del tiempo’, permite además la descarga e interactuación con el libro. Para ello he contado con un equipo muy interesante, con personas como Alejandro Huyro, realizador argentino que vive en Badajoz, que también ha creado mi página web, muy accesible.

Foto: Javier Meléndez
Foto: Javier Meléndez

Volvemos precisamente a su último libro, ‘En el alfabeto del tiempo’.
Se construye a partir de un poema que escribo cuando tomo conciencia de lo que me pasó, un atropello en la avenida Sinforiano Madroñero de Badajoz. Pasé como cinco veces por el médico forense. Perdí la conciencia durante una hora, mientras me atendían después de ser atropellado. No sé qué pasó durante ese tiempo. Tengo un lapsus. Me quedó una lesión cervical en la columna. A pesar de que tengo que hacer estiramientos al caminar, pienso que soy muy afortunado. Lo mío ha sido una gota en el océano de dolores de la gente que sufre dolores. Por todo ello, quise escribir un libro sobre el tiempo.

La vida me ha dado una oportunidad maravillosa de vivir el instante. A ese instante yo le llamo ‘Kairós’; es la certeza de vivir el presente, en el que algo importante sucede. Es la certeza de estar vivo en este momento. No estar fijo en el ‘cronos’. En este libro existe una tensión entre el ‘cronos’, que marca las pautas, y el ‘Kairós’, la certeza de estar vivos en este instante. El libro se llama así porque es como construir un nuevo alfabeto, una nueva forma de hablar.

El tiempo cada vez es menos preocupación para mí, porque mi hijo de 9 años me marca los momentos. Yo vivo con él más la certeza que el cronómetro. Cada año que pasa él tiene un año más y yo voy teniendo un año menos. Como vamos desacompasados la mejor manera de encontrarnos es vivir la certeza del instante en el juego, en el enfado, en todos los momentos cotidianos. Ese es el ‘alfabeto del tiempo’, de un tiempo diferente. No el del cronometro, sino el del ‘Kairós’, la certeza de vivir con intensidad.

El libro está dividido en cinco capítulos, dedicados entre otros a mis amigos más cercanos: ‘En la vertical de los días’, ‘Paréntesis, sueños’, ‘En las torpezas’, ‘El silencio del Kairós’ y ‘Esta herida del tiempo’. El ‘cronos’ que va pasando te va marcando una herida, que tú vas curando porque la vas aceptando. Los seres queridos van estando en otro tiempo diferente, en la certeza del ‘Kairós’. Yo vivo a mi padre y a mi madre cada Navidad, en la certeza del instante. Más que en el recuerdo en la memoria, por ejemplo, mirando mis manos o las de mi hermana. Los de este libro son cinco capítulos en los que construyo una manera nueva de entender y de hablar.


Podríamos hablar durante horas y horas con Faustino Lobato. Es un auténtico torrente de ideas y de generosidad al compartir su talento y su buen hacer literario y humano. Pero es mucho mejor que le descubran ustedes mismos. Lean sus libros, escúchenle y aprovechen su ejemplo.

Disfruten con la lectura. Es una puerta abierta a la libertad.

Más información en la web del autor y en la de la editorial Olé Libros

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