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Genealogía CVIII. Grada 170. Carlos Sánchez

Genealogía CVIII. Grada 170. Carlos Sánchez
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Hace unas semanas, en un grupo de Facebook sobre genealogía de Badajoz una mujer preguntaba por dos personas que vivieron en el siglo XVI, Melchor Pérez de la Torre y su padre, Diego Pérez de la Torre, que según ella eran sus antepasados; según algunas informaciones procedían de Almendralejo, aunque otras personas dicen que descienden de Torre de Miguel Sesmero, localidad que entonces formaba parte del Condado de Feria, antes señorío y posteriormente ducado, y que sería más acorde al gentilicio del apellido de estas personas.

Diego, el padre, nace alrededor de 1482; es hijo de Diego Pérez de la Torre y Gómez, y casa con Catalina Mexía, con quien tiene varios hijos, entre ellos Melchor Pérez de la Torre, Fray Diego de la Torre, Catalina de la Torre y Maria Álvarez de la Torre.

Diego Pérez de la Torre era licenciado en Derecho y procurador de la Corona de Castilla. En 1536 fue mandado al territorio de Reino de Nueva Galicia, para vigilar la gestión del primer gobernador de dicho territorio, Nuño de Guzmán, tras petición del obispo Zumárraga. En 1537 Nuño de Guzmán fue apresado por traición, abuso de poder y malos tratos a los indígenas habitantes de sus territorios, y enviado a España encadenado.

Tras esos sucesos Diego Pérez de la Torre fue nombrado segundo gobernador de Nueva Galicia, y capitán general. La política de Pérez de la Torre con los indígenas fue radicalmente diferente a la de Nuño de Guzmán y, aunque tuvo un efecto benéfico para el reino, ya era demasiado tarde para expiar los atropellos del pasado, o para eludir la tormenta de revuelta general que se avecinaba entre las tribus indígenas.

El gobernador se salvó de la humillación del fracaso. Mientras participaba en una campaña contra las tribus rebeldes, y después de ganar una reñida batalla, fue herido de muerte al caer de su caballo a principios de 1538. Fue llevado de regreso a la localidad de Tonalá, donde su esposa e hijos esperaban su regreso. Yació moribundo en su casa durante unos días antes de llamar al sacerdote y guardián de iglesia parroquial de San Francisco, el padre Antonio de Segovia. El sacerdote escuchó la confesión del honorable Diego Pérez de la Torre y administró los últimos ritos de la Iglesia Católica. Después de recibir los santos sacramentos, poco antes de su muerte, trató de poner orden en el gobierno haciendo entrar a los funcionarios, entre ellos, el escribano Diego Hurtado, quien redactaría y atestiguaría los documentos, y el capitán Cristobal de Oñate, a quien nombraría sucesor.

Murió en 1538, a los 56 años, Su cuerpo fue sepultado en el convento de San Francisco de Tetlán, el primero que se fundó en esta provincia, a una legua de donde está ahora Guadalajara. Al fundarse el nuevo convento en la ciudad de Guadalajara los huesos del ilustre don Diego Pérez de la Torre fueron trasladados con gran reverencia al nuevo convento.

Por su parte, su hijo Melchor casa varías veces; la primera con María Álvarez, con quien tuvo hijas: Catalina Mexía de la Torre, Isabel Mexía y María Álvarez o de la Torre. Catalina casó con Pedro de Ledesma, alcalde mayor en Zacatecas y regidor perpetuo en Guadalajara. Isabel con Alonso de la Vera, soldado de la compañía de Pedro de Alvarado en su malograda aventura novogalaica; para este propósito es registrada por hija ‘legítima’ suya y de Francisca Xerez Catalina Mexía, encomendera de Coyupustlan, depositado por Vázquez Coronado. También estuvo casado con Ana Martel, con quien tuvo a Diego Mexía de la Torre.

Desde que llegó al Reino de Nueva Galicia vivió en Guadalajara, ciudad de nuevo cuño, hasta 1556, y desde esa fecha hasta su fallecimiento, en 1576, en Colima.

Pudo haber sido sucesor de su padre como gobernador de Reino de Nueva Galicia, pero el padre se lo pensó mejor por su juventud y falta de experiencia.

Fue el primer tratante de negros en 1557, esclavos traídos de Africa ante la falta de mano indígena; también fue prestamista, y se cuenta que cuando murió su última mujer, al saber que no le había dejado nada, ni recuerdos, fue al templo donde estaba enterrada y “daba puñaladas a la sepultura”, gritando a voces que de estar viva la mataría.

Pese a la lejanía y el aislamiento en que se encontraban los españoles de Coloma, vivían con cierto lujo, y tanta elegancia contrastaba con el entorno urbano. Melchor Pérez de la Torre, quien era “hombre rico y principal de los de aquel tiempo” […] acostumbraba a pasear elegantemente ataviado, montado en “caballo de rúa con buenos aderezos y sus esclavos tras él”; debió verse bastante fuera de lugar en aquellas calles lodosas, entre casas de bajareque y adobe que siempre estaban a medio reconstruir […]. Sin embargo, Melchor y otros personajes similares consideraban cosa de hombres de baja suerte “andar por la calle en piernas e descalzo”.

Fuente: Juan Carlos Reyes Garza. ‘La antigua provincia de Colima. Siglos XVI al XVII’. Colima, Universidad de Colima-Instituto de la Cultura-CNCA. 1995

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