En 2023 publiqué un libro que lleva por título ‘Jerez de los Caballeros. Historia, arte y patrimonio’. En él quise mostrar la enorme riqueza monumental y el bello patrimonio histórico-artístico de esta población, haciendo un repaso previo de los aspectos más sugerentes de su historia y destacando también algunos de los elementos más singulares de su patrimonio inmaterial. El pasado 23 de noviembre de 2024 la Asociación de los Pueblos más Bonitos de España, con motivo de su XII Asamblea Nacional celebrada en la localidad de Aínsa, provincia de Huesca, dio a conocer los nombres de las localidades que a partir de 2025 se incorporarán a la red de esta Asociación, siete en total: La Fresneda y Linares de Mora (Teruel), Berlanga de Duero (Soria), Poza de la Sal (Burgos), Letur (Albacete) y dos poblaciones extremeñas de la provincia de Badajoz: Llerena y Jerez de los Caballeros.
Con tal motivo, y tomando prestados algunos textos y fotografías de aquella publicación de mi autoría, deseamos mostrar la riqueza monumental y artística de Jerez de los Caballeros, en varios capítulos, ilustrando este recorrido con algunas imágenes de esta bella población, de sus rincones y de los elementos representativos de su rico patrimonio histórico-artístico. El primero de ellos es el que presentamos en las líneas que siguen, dedicado al recinto amurallado y adentrándonos en su bella Alcazaba.
Como otras poblaciones de la Baja Extremadura, Jerez de los Caballeros no se vio libre de los conflictos armados que tuvieron lugar desde, al menos, la Edad Media. Su cercanía a la frontera portuguesa propició constantes refriegas que afectaron a un núcleo urbano que iba creciendo de forma progresiva. Las necesidades defensivas obligaron a la construcción de una muralla que aislase el interior de la villa y, también, de una fortaleza que pudiera reforzar la protección de sus vecinos y enseres, desde la que se pudiera vigilar todo el territorio situado alrededor de aquella.
El recinto amurallado de Jerez de los Caballeros
El actual entramado urbano de Xerez cerca de Badajoz se remonta a la época histórica en la que tuvo lugar la dominación templaria en este núcleo de población, tras la reconquista del territorio de la Baja Extremadura por parte de los ejércitos del rey de León, Alfonso IX. Durante la dominación musulmana ya existía una fortificación alrededor del núcleo habitado, hecho de tapial (muros a base de paredes de tierra amasada o prensada mediante encofrados hechos con tablones de madera). Los caballeros del Temple fortalecieron la defensa de la villa elevando una muralla que rodeaba toda la población, quedando en su interior el castillo que había sido construido por los musulmanes. Este recinto amurallado poseía unos 1.650 metros de perímetro y a lo largo del mismo se elevaban hasta treinta torreones defensivos de forma semicircular en su frente, situados a unos 35 metros de distancia entre sí.

En la actualidad, aunque todavía queda en pie buena parte del baluarte medieval, muchos de aquellos torreones han desaparecido, así como algunas de las seis puertas que se abrían en el recinto amurallado: Puerta de la Villa, Puerta de Burgos, Puerta de Alconchel, Puerta de Sevilla, Puerta Nueva y Puerta de la Alhóndiga. Al adentrarnos en el casco histórico de Jerez observamos cómo se mantienen solo las dos primeras, la Puerta de la Villa (en el lado occidental) y, en la parte opuesta, la de Burgos. Ambas son el fruto de continuas reconstrucciones y mejoras, a causa de los deterioros que sufrieron desde la época medieval, con motivo de las continuas refriegas bélicas que tuvieron lugar a lo largo de los tiempos, bien durante el período en el que Jerez fue una villa de realengo, o a partir de finales del siglo XIV, cuando forma parte del territorio de la Orden Militar de Santiago.


La Puerta de Burgos se encuentra en el extremo opuesto del recinto amurallado, en su parte oriental, comunicando el centro urbano con los barrios de Los Mártires y El Cañito, en la confluencia de la calle Corredera Hernando de Soto y las calles Vasco Núñez y Templarios. Fue unas de las puertas de entrada a la ciudadela jerezana y tuvo que ser reconstruida en diversas ocasiones, como ocurriera tras el sitio que sufrió la ciudad durante la Guerra de Sucesión, en 1706. La reforma más reciente es de hace varias décadas. La puerta se abre en forma de vano apuntado, con dintel y dovelas de granito, bajo la misma muralla almenada y junto a un torreón de mayor altura. En el lado oriental de la puerta se levanta, sobre pedestal, la estatua de piedra del descubridor jerezano del siglo XVI Hernando de Soto, colocada en este lugar en 1969, y procedente de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.


En conjunto, las murallas encierran un espacio de unos 150.000 metros cuadrados, y se extienden a lo largo de casi un kilómetro y medio, estando construidas en algunas zonas a base de piedras de cantería de granito, aunque predomina la obra de mampostería. Su altura apenas llega a los 10 metros, aunque sobresalen por encima los torreones defensivos que se localizan de forma estratégica a lo largo de su perímetro, y entre algunos de los cuales se abren las antiguas seis puertas que daban acceso a la ciudad medieval: la puerta de la Villa, la de Alconchel, la de Santiago, la de Burgos, la de Sevilla o la Puerta Nueva (denominación que se debe a que fue la última que se construyó, en 1659). Las murallas fueron construidas a base de mampostería empleando pequeñas piedras unidas con mortero de cal y arena, sobre una antigua cerca hecha de tapial. Las piedras de sillería fueron colocadas en los baluartes ubicados en cada una de las siete puertas de entrada al interior de la ciudadela, de las que se conservan aún dos de ellas: la Puerta de la Villa y la Puerta de Burgos, cuyo trazado y acceso se llevó a cabo en los años 70 del siglo XX. Al iniciarse el siglo XVIII, con motivo de la Guerra de Sucesión, algunas de aquellas puertas, o lo que quedaba de ellas, fueron tapadas “a piedra y cal” y a otras, como son la Puerta de la Villa y la de Burgos, se le pusieron puertas. Las de Sevilla y Nueva fueron derribadas en el siglo XIX.
A mediados del siglo XVII tuvo lugar una de las principales remodelaciones del recinto amurallado. Como señala Garrido Santiago, por esta época se consideraba oportuno reforzar y elevar los muros, además de no pegar casas a las murallas. Pero sucedió todo lo contrario a partir de entonces. Y así las murallas de la ciudadela medieval se fueron perdiendo en buena parte de su recorrido, mientras que otras están en el interior de las edificaciones particulares, formando parte de ellas. Aún se conservan muchas casas adosadas a este singular baluarte. Ello sucede incluso en el propio palacio del Marqués de Rianzuela.

En el mes de mayo de 2010 se derrumbó una porción de unos 25 metros del tramo sureste de la muralla, situada sobre el parque de Santa Lucía, en la entrada de la calle Monte Dorado. Las obras de reconstrucción se prolongaron por espacio de varios años. Hubo varias viviendas afectadas también como consecuencia de aquel suceso. Los trabajos para la consolidación y restauración de los 25 metros del lienzo de muralla que se derrumbaron, así como de recuperación de la zona afectada dentro del parque de Santa Lucía, finalizaron en marzo de 2020. No fue la única ocasión en la que esto sucedió, pues hacia 1970 también hubo un desplome en el mismo tramo, aunque algo más abajo. Entonces aquel derrumbe fue debido al fallo de la cimentación y el deslizamiento del tramo de mampostería, así como a causa de las filtraciones en el adarve y en las terrazas de las casas adosadas al muro, en la calle Monte Dorado y Manga Capote (así llamada la parte más próxima a la Puerta de Sevilla).
