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Julita de la Cruz Otero. Grada 178. Mayores que triunfan

Julita de la Cruz Otero. Grada 178. Mayores que triunfan
Foto: Cedida
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Este nombre y apellido nos lleva a un ambiente cultural que se asemeja a la delicadeza y al trato de esta buena persona. Su nombre de pila ya dice mucho; Julita, no un diminutivo, sino el que figura en su DNI; ese que nos traslada a tiempos de Domiciano, cuando fue martirizada Julita de Licaonia junto a su hijo. También tenía este nombre su abuela materna, de quien hereda el alma de poetisa.

Ha vivido una etapa dulce de niñez y también acontecimientos más conmovedores, aunque con el tiempo revive otra etapa dulce en el ambiente que le gusta: la pintura, la poesía y, sobre todo, con el cariño de sus nietos y de muchas personas a las que ha sabido ganarse por su amabilidad y sensibilidad.

Viene Julita al mundo en Granja de Torrehermosa, segunda de cinco hermanos. Su padre fue un trabajador nato, que también supo pronto de los sinsabores del fallecimiento del progenitor y de hacer uso del tesón para sacar la familia adelante, además de obtener por su buen carácter el reconocimiento de las gentes de Fuentes del Maestre y Granja, ya que fue alcalde de ambas localidades. Falleció en un desgraciado accidente de tráfico en 1965, cuando Julita tenía 14 años.

Siendo testigo de las fatigas de su madre, que lleva el peso de la responsabilidad familiar, pasa Julita por el colegio de la Sagrada Familia en Badajoz, diplomándose posteriormente en Magisterio y ejerciendo como funcionaria del Estado a través de una oposición.

Lleva en sus venas el alma de artista; no en vano es hija de la reconocida pintora Eugenia Otero. Con la jubilación da rienda suelta a sus grandes aficiones, y la proliferación de sus obras de lápiz y pinceles, pero sobre todo sus poemas, le hacen un merecido hueco en el mundo cultural.

Realiza exposiciones tanto en España como Portugal, unas veces de forma individual, y otras colectivas para contribuir con asociaciones de marcado carácter artístico. Respecto a sus poemas, quedan como testigos de su buen hacer las publicaciones ‘El despertar de la libélula’, con tres ediciones en 2017, 2018 y 2019; y ‘A ras de las estrellas’, de 2022. Ambos poemarios muy dignos de leer y para penetrar en el alma de una autora que deja entrever, entre sus versos, mucho más de lo que se pueda escribir sobre ella misma.

Sobre los reconocimientos es suficiente decir lo que supone para Julita cualquiera de ellos. No le importa el número de premios, sino lo que le suponen; un verso de su último libro, ‘El mejor momento’ vale como expresión sobre cualquiera de los recibidos: “Llegaste a mi vida…/ cargado de estrellas/ borrando las nubes/ de alguna tristeza”. Por cierto, manifiesta con satisfacción que el premio que más le ha marcado lo obtuvo en la Universidad de Mayores en 2012, con un trabajo en vísperas del nacimiento de su primera nieta, ‘Un cuento para mis nietos’.

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