Viajar hasta Izmir, la tercera ciudad en población de Turquía, con más de tres millones de habitantes, y segundo puerto del país, es todo un descubrimiento por la cantidad de encantos que tiene.
Recorrer su precioso paseo marítimo, con decenas de pescadores tratando de capturar algunos peces de las orillas de mar mientras observan los numerosos barcos que surcan estas aguas; subir a su famoso Asansör (un gran elevador construido en 1907 para sortear los desniveles que la orografía del terreno impone) y disfrutar de las vistas que regala desde su parte más alta; recorrer el Ágora de la ciudad; acercarnos al laberíntico bazar Kemeralti para hacer las compras o comer; pasear por la original calle Dario Moreno, llamada así en memoria del gran cantante turco del siglo XX que tanta relación tuvo con esta capital; conocer la zona de la fortaleza de Kadifekale; o coger un autobús para visitar las cercanas ruinas de Éfeso, declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 2015, y la conocida como casa de la Virgen María, son solo algunas de las posibilidades de esta cosmopolita urbe.
Esta ciudad costera, bañada por las tranquilas aguas del mar Egeo, además de presumir de una densa y milenaria historia, tiene un conocido y famoso símbolo, ahora también turístico, que es visita obligada de todos los viajeros. Me refiero a la icónica ‘Torre del Reloj’ (Saat Kulesi).
Construida a principios del siglo XX, concretamente en 1901, es una joya de la arquitectura otomana obra del arquitecto Raymond Charles Père. Situada en el céntrico barrio de Konak, fue un regalo del emperador alemán Guillermo II en conmemoración del XXV Aniversario de la subida al trono del sultán Abdülhamid II.
Imponente, con aires de minarete, flanqueada por dos palmeras y destacando en la popular plaza donde se ubica, tiene una base circular rodeada por cuatro pequeñas fuentes. Un conjunto arquitectónico muy armónico, de 25 metros de altura (en la parte alta se encuentran las esferas de los relojes que marcan la hora), que se ha convertido en punto de referencia y zona de paseo y encuentro de sus habitantes.
Quizás, lo más bonito al recorrerla es dejar pasar el tiempo mientras observamos con tranquilidad a nuestro alrededor y estamos atentos a cuanto sucede en esta bulliciosa plaza de Konak. Es la mejor manera de sentir la vida que palpita en este emblemático recinto urbano, donde también se encuentra la mezquita de Yali.
Familias jugando con los más pequeños, puestos de comida para las numerosas palomas que allí viven, vendedores ambulantes de té, parejas haciéndose fotos y numerosos turistas que, cámara en mano, quieren inmortalizar esos instantes dan animación y vida. Sin duda, estamos en el corazón de Izmir (antigua Esmirna). Magníficamente iluminada de noche y cerca del mar, este hermoso monumento es visita obligada si nos encontramos en ‘La perla del Egeo’.
Esta torre del reloj, que fuera un regalo muestra de la amistad de los pueblos turco y alemán, es ahora el símbolo de Izmir y visita imprescindible. Así pues, en la parte occidental de Turquía, estratégicamente situada, descubrirán una de urbes más bonitas del país.