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Kosovo. Una joya oculta en los Balcanes

Kosovo. Una joya oculta en los Balcanes
Foto: Cedida
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En los Balcanes, esa región históricamente rica y culturalmente diversa en el sureste de Europa, han sido testigos de épocas gloriosas y desafíos desgarradores. Entre las muchas naciones que conforman esta intrincada red de identidades destaca la antigua República de Yugoslavia, formada por un crisol de culturas que experimentaron un viaje tumultuoso en la segunda mitad del siglo XX.

La antigua región de Kosova, una tierra marcada por la opresión y la guerra, emerge hoy como un destino turístico que busca reconstruir su identidad y compartir su rica historia con el resto del mundo.

Para entrar a la República de Kosovo y entender mejor el contexto geopolítico en el que se encuentra, aterrizamos en Belgrado para acceder en autobús por su frontera terrestre con el país serbio. Ya en territorio serbio, era palpable la tensión con este país.

Kosovo proclamó su independencia unilateral de Serbia en 2008, convirtiéndose en el país más longevo de Europa. Serbia sigue considerándolo como parte de su territorio, pero ellos tienen su propio control transfronterizo en el que debes registrar tu pasaporte.

Para entender la situación actual del país hay que echar un vistazo atrás a su Historia. Kosovo está poblada en su mayoría por serbokosovares, que profesan la religión cristiano ortodoxa, y albanokosovares, que profesan la religión musulmana; siendo estos últimos más del 90% de los ciudadanos.

Serbia considera a Kosovo como la cuna histórica del pueblo serbio, algo con lo que discrepan los albaneses. Las tensiones entre ambas comunidades se intensifican durante todo el siglo XX y culminan con la guerra de Kosovo en 1998-1999.

En 1990, bajo el control serbio, se adoptaron medidas contra el pueblo kosovar en un régimen comparable al Apartheid de Sudáfrica. Guardando cierta semejanza, también, con la situación del pueblo palestino, Serbia utilizaba la maquinaria estatal para considerar a Kosovo una ‘tierra sagrada’, ‘arrebata y usurpada’ por los albaneses.

Entre otras medidas, Serbia regalaba hectáreas en territorio Kosovar a los ciudadanos serbios para hacer crecer su comunidad frente a la mayoría de albaneses. Se aumentaban las inversiones empresariales en los territorios donde más serbios había y se discriminaba al albanés. Se despidieron muchos trabajadores albaneses de las administraciones públicas. En las escuelas se suprimieron todas las referencias históricas sobre este pueblo y se potenció su cultura con primacía. La televisión redujo sus emisiones en albanés a 30 minutos al día, etc.

Esto provoca las primeras olas de protestas y un gran sentimiento separatista. Nacen grupos de insurgentes, entre ellos el Ejército de Liberación Kosovar (UÇK), un grupo paramilitar considerado por muchos estados como grupo terrorista. Lucharon contra Serbia en la Guerra de Kosovo por su independencia, con la ayuda de la OTAN, que intervino con apoyo aéreo al considerar que Serbia estaba haciendo una limpieza étnica contra el pueblo kosovar.

Finalmente, la independencia de Kosovo se proclama con ayuda de Estados Unidos. En Pristina, su capital, tienen un bulevar con el nombre y una estatua de Bill Clinton, que apoyó al país en sus momentos más duros. Actualmente, Kosovo es reconocido como Estado Soberano por 102 de los 193 países de las Naciones Unidas. España no reconoce a Kosovo como país por razones obvias.

A pesar de su pasado oscuro y el fantasma de una guerra congelada, Kosovo se alza hoy en día como destino turístico emergente, con una riqueza multicultural y paisajes impresionantes. Pristina, a pesar de no ser lo más atractivo del país, te envuelve entre su historia e identidad. Imprescindible durante un viaje por estos lares es llegar hasta Peja y recorrer las montañas de Rugova, llena de cuevas, cascadas y lagos glaciales, para después hacer una parada en el espectacular Monasterio ortodoxo del Patriarcado, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pero la joya de la corona es la ciudad de Prizren, indiscutiblemente. Con sus calles adoquinadas y sus puentes que arropan el río Bistrica, ofrece una experiencia de lo más bohemia.

Para tener una experiencia completa y explorar la relación entre el pueblo kosovar y albanés, nos sumergimos en una travesía terrestre hasta Tirana, capital de Albania. Es innegable la conexión entre estos dos pueblos, forjada en la historia y reforzada por la solidaridad. A medida que dejamos Kosovo para adentrarnos en Albania, llevamos con nosotras la comprensión de que estas dos naciones están entrelazadas no solo por la geografía, sino por un lazo cultural.

En definitiva, Kosovo emerge como una perla renacida, y su amable gente invita a los viajeros a descubrir su versión de la Historia. A medida que busca curar las heridas de su pasado, su resiliencia y belleza natural se convierten en faros de esperanza.

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