En la mayoría de los casos el duelo se relaciona con la muerte, pero lo cierto es que las causas pueden ser muy diversas: pérdida de trabajo, ruptura de pareja, enfermedad, cambio de lugar de residencia, obtener la jubilación, el final de una amistad, arruinarnos económicamente…
Es difícil para todo ser humano aprender a convivir con los cambios constantes y las despedidas, que nos arrebatan las expectativas que vamos creando a lo largo de la vida, empeñándose el caprichoso destino en ser totalmente diferente a lo que habíamos planeado.
Cuando alguno de nuestros vínculos afectivos se rompe deja un vacío en nuestra vida diaria y se pasa por un periodo de gran intensidad emocional, al que llamamos duelo. En algunos casos, la ruptura puede ser abrupta; en otros, puede tener un desarrollo gradual, en cuyo caso el sufrimiento se va alargando en el tiempo.
El duelo es un proceso multidimensional que puede afectar no solo a nuestra mente (debido a la angustia e incertidumbre), sino también pueden aparecer síntomas físicos. Es un revoltijo de emociones, entre las que se encuentran tristeza, miedo, decepción, anhelo, ansiedad, soledad, ira… que pueden aparecer en solitario o varias a la vez.
El duelo es una experiencia tan dolorosa como transformadora, que no tiene reglas escritas y se compone de varias etapas (negación, ira, negociación, depresión y aceptación), aunque solo sirven como orientación, ya que salir de la situación de pérdida siempre es individual y cada persona emprende su propio viaje.
Superar cada una de las etapas del duelo conlleva aceptar la realidad, expresar el dolor interno y adaptarse a la situación para integrarse y recolocarse de nuevo.
Como seres humanos que somos, el duelo nos enseñará aspectos de nuestra existencia que no podríamos conocer si no pasáramos por estas duras experiencias.
El duelo es una parte natural de la vida que nos revela lecciones valiosas sobre nosotros mismos, nuestras necesidades y nuestros límites. Cuando reprimimos las lágrimas, el dolor o la tristeza, nos enfrentamos a una mayor oscuridad. Permitirnos sentir emociones nos abre un camino hacia la curación.
La persona en proceso de duelo busca cada mañana la salida del sol. Con paciencia, apoyo y comprensión, la vida crecerá a nuestro alrededor y nosotros con ella, siendo posible emerger más fuertes y con más sabiduría de un mar que nos mantuvo atrapados en medio de un gran oleaje.