En los últimos años la salud mental ha dejado de ser un tema tabú para convertirse en una prioridad sanitaria y social. En este contexto, conversamos con la doctora Sara Márquez, psiquiatra y directora de la clínica SM Salud Mental, ubicada en Badajoz, que desde hace un año opera bajo este nombre, aunque su labor en la región se remonta a 2018. Con un enfoque integrador y un equipo multidisciplinar, el centro busca ofrecer una atención accesible, avanzada y humana.
¿Qué os motivó a abrir ‘SM Salud Mental’ en Badajoz y cómo ha evolucionado este proyecto?
Nuestra trayectoria en salud mental empezó en 2018 bajo otro nombre, pero en abril de 2024 decidimos dar un paso más y consolidar nuestra identidad como ‘SM Salud Mental’. El objetivo era claro: ofrecer una atención integral, accesible y basada en los últimos avances científicos, sin que los pacientes tuvieran que salir de Extremadura para recibir tratamientos de calidad.
¿Qué diferencia a vuestro centro de otros modelos de atención?
Trabajamos desde un enfoque realmente integrador. Contamos con psiquiatras, psicólogos, neuropsicólogos y terapeutas especializados, que colaboran entre sí para adaptar cada tratamiento a la persona. No creemos en soluciones estándar, sino en procesos individuales de recuperación.
¿Qué tipo de terapias ofrecéis y cómo las perciben los pacientes?
Ofrecemos desde psicoterapia clásica hasta tratamientos de neuromodulación cerebral, como la Estimulación Magnética Transcraneal (EMT) o tDCS. Son técnicas no invasivas, seguras y eficaces para cuadros como la depresión resistente, la ansiedad o el dolor crónico. Suelen sorprender positivamente, porque muchos llegan pensando que solo hay medicación o terapia tradicional.
En Badajoz, muchos pacientes siguen viajando a Madrid o Sevilla para ser tratados. ¿A qué se debe?
Es algo que vemos con frecuencia. Existe la idea errónea de que solo en grandes ciudades hay tratamientos punteros, y no es así. Nosotros trabajamos con los mismos protocolos clínicos que cualquier centro de referencia nacional. Pero todavía queda labor divulgativa por hacer.
¿Qué perfil de paciente atendéis con más frecuencia?
Ansiedad, depresión y dolor crónico son los cuadros más prevalentes. Y cada vez hay más casos en población joven. También atendemos a personas con TDAH, trastornos del espectro autista, altas capacidades, o patología mental grave en adultos. Lo importante es poder llegar a tiempo.
¿Desde qué edades atendéis y cómo enfocáis los tratamientos en población infanto-juvenil?
Desde la infancia hasta la vejez. En niños y adolescentes trabajamos mucho en red, con familias, escuelas, y si hace falta, otros recursos sanitarios. Tenemos programas de intervención temprana y terapia familiar, además de asesoramiento para padres. Queremos evitar que los problemas se cronifiquen.
También tratáis adicciones; ¿Qué papel juega la salud mental en ese ámbito?
La salud mental está siempre detrás. Hay que ir más allá de la sustancia; detrás de una adicción puede haber una depresión, un trauma o una ansiedad mal gestionada. Abordamos el problema desde la raíz, coordinando psicoterapia, psiquiatría y neuromodulación si es necesario.
Habéis apostado también por informar y formar fuera de la consulta. ¿Por qué?
Porque es parte de nuestra responsabilidad. Impartimos charlas en colegios, institutos, asociaciones… No se trata solo de tratar cuando ya hay un problema, sino de prevenir, sensibilizar y crear una sociedad con mayor cultura de salud mental.
¿Qué le dirías a alguien que está sufriendo, pero no se atreve a pedir ayuda?
Que no está solo. Que su dolor tiene nombre, sentido y tratamiento. Y que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía. La salud mental no puede esperar.