Majestad, presidente de la República de Portugal, presidente de Extremadura, secretario general de la Naciones Unidas, autoridades, señoras y señores, buenos días.
Soy Lana Tryhub, una mujer de 34 años con dos hijas, apasionada de la cultura y sobre todo de la música. Mi historia podría ser una historia normal, pero dejó de ser normal un día normal de un invierno normal de un año como muchos otros. Aquí estoy para contar cómo una vida se puede romper en cualquier momento, cómo nuestra rutina es frágil.
Aquí estoy, delante de ustedes que deciden muchas cosas y muchos destinos, porque conocer es necesario. Y compartiendo mi experiencia puedo ayudar a mucha gente y demostrar que todo es posible, que se puede empezar desde cero, incluso sin saber el idioma del sitio que nos recibe.
Para empezar, les diré que en Ucrania tenía una vida maravillosa. Trabajaba como subdirectora del centro cultural del Ayuntamiento de mi ciudad; también era cantante, tenía casa, coche y un trabajo de ensueño. Pero el día 24 de febrero de 2022 cambió toda mi vida. Nos levantamos a las 5.30 horas por el sonido de un avión y pensé: “¡Ha empezado la guerra!”. No me lo quería creer, mi cerebro no podía aceptarlo. La primera semana fue terrible, muchas noticias, muchos pensamientos y todo casi sin dormir. El centro cultural en el que trabajaba empezó a funcionar como centro voluntario. Hasta Poltava, mi ciudad, que está cerca de Jarkiv, empezaron a llegar muchos desplazados, y los habitantes nos unimos y comenzamos a actuar y ayudar.
Pero mientras mis manos estaban empleadas en ayudar, mi mente no podía dejar de pensar en mis hijas. ¿Cómo se vive en una guerra? ¿Cómo pueden vivir ellas una guerra y cómo puedo no preocuparme cuando no estoy con ellas? Cada día había alarmas que nos avisaban para bajar a los bunkers porque podían bombardearnos. Pero cerca de mi casa no había refugio alguno, y nosotras nos refugiábamos en el pasillo, que era el lugar más seguro de mi casa. Ese pasillo se convirtió en el dormitorio improvisado de las niñas en esas noches terribles en las que fue tremendamente difícil dormir, tremendamente.
Después de un mes viviendo en esas condiciones tomamos la decisión de venirnos a España, aunque nunca habíamos estado, pero tenemos un primo que vive en Castellón de la Plana. Con España en el norte de nuestra brújula desorientada mi hermana con mi sobrino, mis hijas y yo cogimos sólo una mochila para cada persona. ¿Qué echas en una mochila, cómo elegir lo que te llevas y lo que abandonas? ¿Cuántos recuerdos caben en una mochila? ¿Dónde se guarda la llave de una casa que no sabes cuándo vas a volver a abrir? Una sola mochila por persona, porque era casi imposible entrar en el tren con maletas, lo principal era que la gente entrara.
Y el 19 de marzo por la mañana llegamos a Lviv en un autobús, y tuvimos que esperar al tren. Toda la noche, sin dormir, había mucha gente, muchos niños y niñas… No sé si pueden imaginarse una noche terriblemente fría, a unos 10 grados bajo cero y las alarmas casi sin parar. Era insoportable.
Cuando llegamos a la ciudad polaca de Przemysl nos encontramos con muchos voluntarios que nos ofrecieron comida, agua, dulces y juguetes a los niños, todas las cosas necesarias. La compasión y el deseo sincero de ayudar se podía ver en sus ojos. Esta imagen se repetía en todas las estaciones del tren donde estuvimos.
A nosotras nos ofrecieron ir a Nuremberg, descansar una noche y desde allí poder continuar nuestro viaje. Esa fue la primera noche que pudimos descansar sin escuchar alarmas en todo el mes. Después llegamos a Fráncfort del Meno, para hacer un transbordo hacia París, pero al final llegamos tarde y Cruz Roja nos recogió en un pabellón para descansar. Ya estábamos muy cansados, pero en nuestra mente sólo estaba que pronto llegaríamos a Castellón.
Pero las complicaciones y contratiempos en el camino no cesaban. Cuando llegamos a Barcelona procedentes de París el tren a Castellón ya había salido. Tuvimos que dormir otra noche en un lugar que era de tránsito. Pero finalmente, después de cuatro días de viaje llegamos a Castellón. En la estación de tren ya vimos una cara familiar, nos esperaba nuestro primo y nos sentimos aliviadas al verlo. Al final, nos encontramos con un ser querido y conocido en un país completamente desconocido.
En nuestro caso la Policía nos instaló en un hotel, a la espera de que un trabajador social nos diera alojamiento y viviendas sociales en Castellón. Para nosotras era importante poder contar con la ayuda de nuestro primo porque con él nos podríamos adaptar más rápido.
Sin embargo, todo salió de manera diferente. Me enviaron a Benicasim y mi hermana fue enviada a Torrechiva. A las numerosas preguntas de “¿Por qué?” y solicitudes para estar juntas, nos dijeron que había un error en los documentos porque no se indicaba que éramos hermanas. Y no se podía solucionar, pero nos aseguraron que estaríamos juntas en la segunda fase.
Como resultado de esta situación y las constantes noticias terribles que llegaban desde Ucrania, mi situación anímica decaía día a día, me encontraba deprimida, no tenía ganas de hacer nada, entendí que lo único que quería era volver a casa, porque la vida estaba en pausa. Pero de alguna manera milagrosa conocí a un productor musical, que me ofreció escribir una canción. Así que grabamos la primera canción y comencé a inspirarme y creer de nuevo que puedo sentirme realizada aquí y ser un ejemplo para mis hijas y muchas otras personas; que en un país extranjero, con un idioma completamente diferente, también puedes hacer lo que amas.
Empecé a aprender español, a hacer deporte, empecé a ver oportunidades y, aunque todavía no sabía español, al menos podía cantar en los restaurantes porque vivía en una zona turística.
Pero los contratiempos no habían terminado; la oenegé que nos estaba ayudando me dijo que nos enviaban a Badajoz, o sea, a 800 kilómetros de mis familiares. A todas mis preguntas me dijeron que nada dependía de ellos y que me tenía que ir a Badajoz o tendría que salir del programa. En mi cabeza no encontraba solución, no podía salir del programa porque no sabía el idioma y no tenía donde vivir, lo único que sabía era que tenía dos niñas y tenía que seguir.
Por suerte, en Badajoz conocí a buena gente. Los trabajadores sociales de San Juan de Dios me ayudaron con la participación en un festival musical; allí conocí a algunos músicos. Después, a través de las redes sociales me encontró el presidente de la oenegé ‘Músicos sin fronteras’ en Extremadura, Pedro Monty, y me ofreció cantar con ellos. Gracias a él, hoy tengo la oportunidad de ser quien soy.
Ahora vivo en Extremadura, en un piso con mis hijas, en segunda fase, con la ayuda de Cruz Roja. Estoy aprendiendo mucho español para hacer la prueba del B2 de castellano del Instituto Cervantes, porque quiero homologar mis diplomas universitarios para encontrar un buen trabajo, lo que no es rápido. Mis hijas están estudiando en el instituto, y aunque no les resulta fácil aprender todas las asignaturas en español, ellas lo hacen bastante bien. Nos encontramos en una situación muy difícil, pero, a pesar de todo, si tienes ganas siempre puedes encontrar oportunidades.
Y eso no es todo; en Badajoz ya he cantado en varios conciertos como voluntaria, y además tengo más actuaciones planeadas. Así que, si puedo yo, pueden otras personas, por eso quiero ayudarlas y motivarlas, porque ya tengo mi experiencia. Nos pueden arrebatar muchas cosas, pero no la elección de nuestra actitud personal ante las adversidades.
Esto que les he contado no es la simple crónica de un viaje, es un recorrido vital doloroso, pero también cargado de esperanza de un futuro mejor en el seno de una Europa solidaria. Aquí estamos en Extremadura, inventándonos una vida que acabará siendo realidad porque, al igual que mi historia, millones de refugiados en el mundo pueden tener esperanza gracias a los mecanismos internacionales de solidaridad promovidos por organismos como Acnur, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, y al trabajo realizado por sus responsables, como el señor Guterres, que hoy recibe este galardón. Gracias, señor Guterres, por su empeño y su lucha, gracias por demostrarnos que la esperanza es parte de la vida.
Y claro, todo esto no sería posible sin la ayuda y el apoyo de la gente que encuentro en mi camino. Gracias a todos por creer en nuestras fortalezas y motivación de que todo saldrá bien. Gracias también a todos los países por su apoyo y su ayuda. Esto es muy importante para Ucrania y para los ucranianos. Ya habéis podido comprobar que nos convertimos en una montaña para proteger a nuestro hogar, y juntos con vosotros definitivamente conseguiremos la paz.
¡Gloria a Ucrania, gloria a los héroes! Слава Україні! Героям Слава!
Lana Tryhub