Posiblemente hayas escuchado hablar de un conocido dramaturgo, poeta y novelista alemán, Johann Wolfgang Goethe, que se encargó de difundir la cultura alemana en todo el mundo. Hay una célebre frase suya que dice: “Hablar es una necesidad, escuchar es un arte”.
La escucha es una habilidad que exige dominio e implica comprensión, atención y esfuerzo para captar el mensaje de la otra persona.
A veces, cuando hemos quedado con amigos, si somos un poco observadores nos habremos dado cuenta de que todos querían hablar a la vez, o que ni siquiera existía dialogo en la reunión, ya que unos elaboraban lo que iban a decir en cuanto los otros terminaban de hablar. Cuando regresas a casa, la sensación que te llevas es de no haber sido escuchado y, por supuesto, menos aún, comprendido.
Muchas personas son elogiadas por tener facilidad de palabra, disposición, fluidez, elocuencia… ello estimula a realizar cursos que enseñan a hablar en público; sin embargo, hay muy pocas personas que toman parte de su tiempo para aprender a escuchar.
La escucha activa parte de la curiosidad por la otra persona, es a partir de ahí cuando nuestros sentidos se enfocan en el emisor y conseguimos ponernos en su lugar. Cuando esto sucede tenemos en cuenta su opinión, valoramos sus circunstancias de vida, y, aunque estas sean muy diferentes a las nuestras, cuando hay intencionalidad o propósito no hay cabida para juzgar, ni para corregir con nuestro criterio.
Por mucho que nos guste hablar, una de las mejores cosas que podemos aprender en la vida es a escuchar; cuando esto sucede estamos dando valor a los demás y a nosotros mismos, comprendiendo que, en ocasiones, con un abrazo amable es suficiente.