Sufrimos cada vez más una competición continua contra el propio tiempo. Estamos creando la necesidad de viajar a todas partes, no queremos perdernos ningún acontecimiento, y además nos exigimos saber de todo.
Nos olvidamos preguntarnos: ¿Es verdaderamente importante ser los mejores y primeros en todo? ¿Esta situación no está restándole calidad a muchas de las cosas que nos rodean?
En una época tan vertiginosa somos incapaces de apearnos del tren de alta velocidad en el que casi todos, por no decir todos, estamos subidos. Vivir con la sensación continua de que al día le faltan horas es el arma perfecta para disparar la ansiedad; nos hemos ido metiendo voluntariamente y con gusto en un mundo completamente electrónico, dominado por el uso de las aplicaciones y las redes sociales, lo que trae aparejado no solo un exceso de estrés, sino también una desconexión, tanto del medio natural como de nosotros mismos. No tenemos más que ver el desasosiego que nos produce olvidar el móvil en casa o el desastre de día que se avecina si se pierde la conexión a internet. Llama la atención poder acelerar la reproducción de los audios de WhatsApp para ganarle unos segundos extras a la vida.
En los trabajos cada vez más se exige un alto rendimiento del trabajador a bajo coste. Se asocia la productividad con la eficacia y la rapidez; olvidamos que lo verdaderamente sustancial está lleno de matices y conlleva tiempo, concentración y esfuerzo. Este apunte no solo va dirigido a lo profesional; también al amor, a la lectura, a la música, al arte…
La vida es fugaz, debemos disfrutar del proceso y tomarnos el tiempo necesario para saborear cada instante. No se trata de hacer menos cosas, sino de disfrutar haciéndolas con tranquilidad, no perdiéndonos el valor de la vida en sus pequeños y hermosos detalles. Los momentos merecen ser vividos desde la mayor quietud posible.
En muchas ocasiones es decisión propia apagar el piloto automático, el cual requiere de todos nuestros procesos atencionales y capacidad cognitiva (percepción, atención, memoria, motivación, solución de problemas, emoción, orientación, comprensión, planificación y lenguaje).
Para desligarse de la velocidad y el frenesí en el que estamos inmersos es primordial desconectar de vez en cuando nuestras neuronas para volver a reconectar de nuevo. Es necesario en ciertos momentos estar en ‘modo avión’.
Feliz verano.