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“¿Mi hijo no, pero tu perro sí?”
No es muy normal empezar un artículo con una pregunta, pero es que desde que conocí el tema que tratamos este mes me asaltan muchos interrogantes que duelen. Porque tengo la sensación de vivir en un continuo “Ya visto”, o lo que es peor, en la eterna historia del manto de Penélope. Tengo ya unos años como para haber visto de todo en el mundo de la discapacidad, y hay cuestiones indignantes que creía superadas.
Pero me equivoco; el ser humano no solo tropieza dos, sino infinitas veces con la misma piedra, la de la incomprensión, la indiferencia o la insolidaridad. Es lo que están viviendo en Badajoz padres y madres de niños con discapacidad que no pueden llevar a sus hijos a los parques públicos por la falta de adaptación de estos. Hemos querido conocer su vivencia de primera mano.
Mar García es madre de Pablo, un niño de 8 años con espina bífida. A su hijo, aunque deambula, le cuesta trabajo subir a los juegos de los parques “si no tienen una adaptación necesaria para él, para poder agarrarse, porque pierde el equilibrio y se cae. En Badajoz se han hecho muchos parques nuevos que no están habilitados para niños con discapacidad: nada de columpios, ni escaleras para subir, ni juegos adecuados”.
Las adaptaciones necesarias no son muchas. Se trata de dotar los ya existentes de columpios en forma de red, columpios para sillas de ruedas, mejor accesibilidad, etc.
Ante sus solicitudes para mejoras la respuesta ha sido, según Cristina Cruz, otra de las madres, que “ya lo verán para el futuro, que tienen precios muy elevados, cosa que no es cierta. La diferencia real en algunos casos es de 100 euros en atracciones adecuadas para niños con discapacidad, los conocidos como columpios tipo bañera. El coste de los columpios ‘normales’ es de 1.100 euros, y el de uno adaptado 1.200 euros”.
Actualmente existen solo tres columpios de este tipo instalados en Badajoz, en zonas muy alejadas del centro, lo que imposibilita su disfrute adecuado. En los parques y zonas infantiles renovadas en el casco urbano simplemente no existen. Nadie ha pensado en instalar atracciones adecuadas en todos sitios.
El coste económico “no es una excusa. Son 100 euros”. La excusa que también dan las autoridades de que “no hay espacio” no se sostiene. La entrevista se realizó en el parque infantil de la avenida de Pardaleras, un espacio suficientemente amplio para este tipo de dotaciones. En otros lugares se pasó del “no hay espacio” a ocupar el sitio disponible con otras instalaciones para las que sí hubo espacio.
Parece un claro caso de falta de voluntad y empatía. “No se ponen en nuestro lugar. Es muy penoso venir a un parque y que tus hijos vean cómo otros niños disfrutan y ellos no pueden. Y tener que volverte a casa con el dolor de que ellos no puedan disfrutar”. Quien así habla es Carmen, madre de Giovanni, un niño con severa discapacidad física. “Falta mucha empatía, hay muchos niños con discapacidad y falta empatía”, coinciden las tres.
Carmen pone el dedo en la llaga de una enorme incongruencia que estamos viviendo. Ella, propietaria de animales, no entiende que se les ponga la excusa del coste económico mientras “se hacen parques para perros, con unos terrenos exageradamente grandes y sin pega alguna”. “Y si te quejas del tema ‘se te echan encima’. A mi entender, antes están las personas que los perros”, añade. Es la enorme contradicción de una sociedad que humaniza a las mascotas mientras niega derechos a los niños y a otros seres humanos.
Su petición de parques adaptados, en cumplimiento del derecho a disfrutar en condiciones de igualdad los espacios públicos, es para ahora y el futuro, porque “desgraciadamente, seguirá habiendo niños con discapacidad”.
Un ejemplo de lo que podría hacerse está en la plaza de las Américas, donde hay actualmente siete columpios, ninguno de ellos adaptado. “Solo con sustituir uno de ellos tendríamos juegos para todos, un parque inclusivo”, explica Cristina. “Se trata de pensar y empatizar. No hacer parques específicos, sino inclusivos”. “Se trata de que los niños puedan participar con los demás niños. Mi hijo, cuando ve a los demás, se pone muy contento, y quiere estar con ellos. Así todos los niños se acostumbran a la diversidad”, dice Carmen.
En su grupo de lucha están 11 personas, que representan a otras muchas que no se pueden movilizar. “Pedimos un bien para todos los niños, por los que están y por los que vendrán, y por la discapacidad en general, no solo la física. A los niños con TEA también les vienen bien ciertas adaptaciones”, apunta Mar. “La discapacidad está a la vuelta de la esquina de todos: un accidente, una lesión, una enfermedad y llega la discapacidad; y bienvenida a tu vida. Y, cuando viene, se queda aquí sin permiso y para siempre”, apunta Cristina.
Lamentan estas madres la poca empatía en algunos casos de la ciudadanía. Mar pone el ejemplo de su hijo Pablo, quien, al no poder utilizar juegos para su edad, comparte los de su hermano Diego, más pequeño, lo cual algunos padres presentes en los parques le reprochan a su madre, ignorando las circunstancias de Pablo y la falta de adecuación de los espacios. “¿Qué hago, me los llevo a casa o me quedo con Pablo y que juegue Diego? No me parece justo”.
“Hay muy poca empatía, nadie se pone en nuestra situación”, tercia Carmen. “Por lo que llevo en mis 13 años de lucha, esto es así”. Hace pocos días, cuando aparecieron en un parque con sus hijos y sus camisetas reivindicativas, varias personas se les dirigieron dándoles la razón y reconociendo lo injusto de la situación.
“Yo en Ciudad Jardín tengo un columpio adaptado por la mucha lata que he dado. Y ya he visto a varios niños intentado romperlo, hemos tenido que poner carteles plastificados para que no lo rompan”, explica Cristina. “Voy al parque con mi hija Inma. Me pongo en un banco con mi hija y nadie me habla, ninguna mamá se acerca, ningún niño. Te miran, eso sí. Cuando monto a mi hija, que se escurre, porque es una bañera, veo que otros padres montan a sus hijos y charlan entre sí. A mí nadie se me acerca, nadie me mira, como si la discapacidad fuese contagiosa, como si fuésemos bichos raros. No es una sensación agradable”, añade.
En esta precampaña electoral han intentado dirigirse a algunos candidatos, pero no han obtenido respuesta. “Nadie nos escucha. No hemos tenido la oportunidad ni la opción de que nadie se siente con nosotros todavía, nos escuche y se ponga en nuestro pellejo. Lo nuestro no es una broma, es una realidad que duele mucho”, se lamenta Carmen.
“No nos sentimos apoyados. Todo son peros. Además de que nos miran raro hemos de aguantar que nadie se siente con nosotros a escucharnos. Ni por esto ni por muchas otras cosas. Por ejemplo, hemos pedido cita oficialmente para hablar con el alcalde sobre el día sin ruido de la Feria, sobre los horarios, sobre la cabalgata de los Reyes Magos y el desfile del Carnaval, para exponer posibles mejoras que veíamos, y aún estoy esperando respuesta desde el mes de junio. He recordado varias veces la solicitud de cita, sin obtener respuesta”, explica Cristina. “La palabra inclusión les queda grande”, añade Mar.
“No son solo los columpios, son muchos temas. En los centros escolares, al igual que se plantea formación sobre cuestiones como el machismo, la homofobia, etc. ¿Por qué no se dan charlas sobre discapacidad? Nadie habla de la diversidad funcional. Nadie educa a los menores en este aspecto. Y cuando estorban nuestros hijos en centros ‘normales’, los mandan a centros especiales”.
“Se deberían retomar campañas de concienciación. Debería haber espacios para tratar la discapacidad, como se tratan las enfermedades raras. Cuando un niño tiene una pataleta se debería tener empatía para saber por qué ocurre, en lugar de pensar que quiere molestar. Es muy duro verte sola en esos momentos, sin que nadie te diga si necesitas algo. El problema es que nadie se pone en nuestros zapatos”, dice Mar. “Protestamos pocas, pero somos muchas. Y cada vez más”, apunta Cristina. “Y ya no es por los que estamos, sino también por los que vendrán. La discapacidad está a la orden del día”, indica Carmen. Se trata de que todos los espacios públicos sean para todos. Y no posponer las actuaciones.
Alguien llegó a decirles que “en un futuro” mirarán el tema de los parques. ¿En qué futuro? se preguntan. “Estaremos o no estaremos”, y las preguntas son infinitas. ¿Por qué se rehacen parques que no lo necesitan y siguen teniendo las mismas carencias?, se preguntan. E insisten en que los perros no necesitan espacios y los niños con discapacidad sí.
Que tomen nota los futuros gobernantes de Badajoz y de todas las ciudades y pueblos. Demos a nuestros niños lo que ellos y sus familias merecen y necesitan. Ellos también son esta sociedad y también son nuestro futuro.