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Pepe Luis: un nombre al que no hay que poner apellido

Pepe Luis: un nombre al que no hay que poner apellido
Ilustración: Enrique Martín

Era el torero del aficionado porque estuvo muy cerca de la auténtica perfección. Lo recordaba así Rafael Duyos:

La verónica de olor,
el molinete de fuego
el kikiriki de nardo
la gaonera de incienso
se funden en el ruedo
en un milagro de gracia
capote, toro y torero.

Fue un torero preclaro que encarnó, como muy pocos, el auténtico sevillanismo taurino, que no se ampara, como es creencia vulgar, en el adorno y el detalle superfluo, pinceladas de color que, por sí solas, no hacen excelsas las obras de arte.

Torero muy inteligente, gran conocedor del toro, supo darle a cada uno la lidia que tenía, ajustándose siempre a las condiciones del mismo. La prueba es que a él le aplaudieron hasta los toreros. Alguien después de una faena de Pepe Luis, lo cuenta Enrique Vila, dijo: “La suerte de todos los que estamos aquí es que ese hace una faena de esta clase cada año”.

Aun así, el diestro de San Bernardo jamás eludió los toros de Miura. Tenía en la cabeza el secreto de la lidia que había de darles, pero en cierta ocasión le preguntaron:

– ¿Tiene usted miedo el día antes de torear miuras?
– El día antes no, tres meses antes.

Sin embargo, guardaba su miedo, como otros, para él. Rafael Ríos Mozo, en una biografía del diestro titulada ‘Pepe Luis Vázquez y su tiempo’, una obra corta pero fundamental para acercarse a lo que era el maestro, reproducía un pasaje del torero después de haber lidiado, en 1945, la corrida de Miura en la feria de abril de la capital hispalense, acompañado de Pepe ‘Bienvenida’ y ‘Manolete’.

En la habitación del Hotel Alfonso XIII descansa en la cama Pepe ‘Bienvenida’. Próximo a él se encuentra su hermano y su padre, hombre ya entrado en años, elegantemente vestido. También el mozo de espadas, que va de un lado a otro de la habitación ocupándose de los menesteres propios de su oficio después de acabar la corrida.

“- Buena, buena estocada le diste a tu primero, ‘Pepote’.
– Pues trabajillo me costó dársela, papá. El animal echaba la cara arriba y no dejaba a uno perfilarse a gusto – contestó el diestro.
– El que era bueno era el cárdeno que le tocó a Pepe Luis. Fue una lástima que lo atravesara, porque la faena, hay que reconocerlo, tuvo un arte extraordinario – habló el hermano del torero.
– Buena faena, buena, si señor -aprobó el padre- Si ese chico tuviera un poquito de más valor… Hay que ver los dos naturales y el pase de pecho que le dio.
– ¿Y de Manolo, qué? -preguntó el diestro. Me parece que te has olvidado de él, papá, y tú también, Antonio.
– No, hijo, no me he olvidado de él. ¿Cómo es posible eso? Mira, el cordobés, en lo que toca a pundonor, a valor y a juego de muñeca, es de lo mejor que yo he visto en mi vida… y mirad que yo he sido cocinero antes que fraile…
– Mira, papá; a mí que no me gusta su forma de entender el toreo, se me saltaron las lágrimas viéndole aquellos naturales que le dio a su segundo. Fueron de una limpieza, de una seriedad, de un temple que dejan a uno atónito”.

Todavía no se había puesto de moda decir que no, excepto el famoso pleito de ‘Bombita’ y otros espadas, a los toros de Miura. ‘Pepote’, Pepe Luis y ‘Manolete’ los mataron en Sevilla y, ese año, ‘Manolete’, además, fue triunfador de la feria.

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