Quiero mostrar, en estos párrafos, uno de los recintos urbanos más bonitos que conozco del país vecino. Se trata de Terreiro do Paço, de la localidad alentejana de Vila Viçosa. Por muchas veces que lo recorra, no deja de cautivarme pasear por esta gran explanada de la que tantos buenos recuerdos guarda mi memoria.
Estamos en pleno Alentejo, en uno de los pueblos más bonitos de estas latitudes, no lejano de la frontera española de Caya, en Badajoz. La más emblemática de sus construcciones es, sin duda, el Palacio Ducal. Un espectacular edificio, con más de cien metros de fachada, que fuera lugar de descanso vacacional de la Casa de Bragança. Esta imponente construcción rodea, por dos de sus laterales, una de las plazas que más me gustan de Portugal. Se trata de un espacio de grandes dimensiones, único y lleno de historia. En mi opinión, exige cierto tiempo, y cierta dosis de tranquilidad, apreciar las maravillas arquitectónicas que parecen cercarnos.
No exagero cuando escribo que parte de la historia de Portugal, e indirectamente de España, se escribió con mayúsculas en estas tierras. El ejemplo más visible se alza en el centro de la plaza, donde se ubica la gran estatua ecuestre del rey Joâo IV (VIII Duque de Bragança, que sería proclamado monarca en 1640). Su recién alcanzado título regio decía: “Por la Gracia de Dios, Rey de Portugal y de los Algarves, ambos lados del mar en África, Señor de Guinea y de la Conquista, Navegación y Comercio de Etiopia, Arabia, Persia y la India…”.
Todo lo que nos rodea es, sin duda, parte de un escenario donde las piedras hablan, y mucho. En uno de sus lados se sitúa la actual Pousada, que fuera el antiguo Convento de las ‘Chagas de Cristo’, inicialmente construido para albergar el panteón de las Duquesas de la Casa de Bragança.
El recorrido de este alojamiento, con indudable encanto, es ciertamente recomendable. Además de visitar el claustro, algunas capillas con frescos en sus paredes, la antigua sala capitular o sus diferentes estancias, apreciaremos el cuidado y mimo con el que, aún hoy, se conserva la historia y el pasado de estos muros antaño dedicados al rezo y la oración.
Por cierto, si comen en esta Pousada, llamada por obvias razones de Joâo IV, pidan un postre muy singular denominado ‘Manjar das Chagas’. Créanme cuando les digo que, además de gustarle, les asombrará conocer la curiosa historia que hizo nacer tan original ‘sobremesa’.
Otra de esas edificaciones emblemáticas, sita frente al palacio ducal, es el célebre convento e iglesia de los Agostinhos, cuya iglesia fue, a partir de 1677, panteón de los Duques de Bragança.
No es solo la profusión de inmuebles históricos de Terreiro do Paço (me dejo algunos a sabiendas, como el Paço do Bispo o la cercana Puerta de Nos). Son las sensaciones de quien les escribe cuando pasea y se sienta unos minutos bajo esta imponente estatua regia a disfrutar lo que ante mis ojos se despliega, tratando de imaginar las historias que allí pudieron acontecer a lo largo de los siglos.
Y es que no estoy escribiendo de un municipio cualquiera. Aquí se fraguó parte de los futuros designios de España y Portugal. Así pues, contemplar la serena belleza de estos edificios, para aquellos que disfrutamos de la Historia, tiene un aliciente adicional.
Podría hablarles de muchos aspectos de Vila Viçosa: de su imponente castillo, de sus murallas, de la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción (patrona de Portugal), de los palacetes que descubrimos en sus calles, de su Pelourinho, de la riqueza de su subsuelo en forma de mármol que se exporta a todos los rincones del mundo, de los magníficos alojamientos existentes preparados para el descanso del viajero, etc. Sin embargo, hoy el foco de atención apunta a una plaza emblemática; un lugar que mucho tiene que ver con la riquísima Historia de estos dos países ibéricos, a veces hermanos, a veces enemigos.