Transhumanismo: ¿una nueva especie? Grada 167. Ramón Palacios

El concepto de transhumanismo comenzó a fraguarse en la década de 1980 en la Universidad de California.

Uno de sus impulsores fue el filósofo y futurólogo Fereidoun M. Esfandiary, que adoptó el nombre de FM-2030, aunque hay quien lo sitúa aún más atrás en el tiempo, concretamente en 1957, en la obra del biólogo Julian Huxley ‘New bottles for new wine’, donde propuso este término para referirse a la perspectiva según la cual el ser humano debe mejorarse a sí mismo, a través de la ciencia y la tecnología, ya sea desde el punto de vista genético o desde el punto de vista ambiental y social.

Se trata de una corriente cultural y filosófica que apuesta por el uso de las nuevas tecnologías para mejorar la calidad de vida del ser humano, superando las limitaciones intelectuales y físicas, mediante el control tecnológico de su propia evolución biológica.

La ingeniería genética se relaciona con el transhumanismo, pues permite aumentar las facultades mentales como la memoria y la inteligencia, mejorar la condición física, la prolongación de la vida y hasta dotarnos de poderes que no son de nuestra naturaleza y de los que carecemos.

¿Vamos entonces hacia una nueva especie más avanzada y menos humana? Es posible, ya que, en definitiva, el transhumanismo plantea una fusión entre inteligencia artificial e inteligencia ‘convencional’ humana, dando lugar a otro ser, sin ser creado, pero sí modificado y mejorado a partir de otra especie menos desarrollada.

Existen ya empresas, como Alta Labs o Calico, que están desarrollando proyectos en este sentido, aunque por ahora se reservan el resultado de las investigaciones realizadas.

Ya se han llevado a cabo ensayos con resultados exitosos de la primera vacuna contra el envejecimiento en ratones, que es capaz de eliminar las células que envejecen hasta el punto en el que dejan de dividirse, pero no mueren (células senescentes), y que son las causantes del envejecimiento y enfermedades degenerativas como el Alzhéimer o la arteriosclerosis.

En la Universidad de Elche se consiguió regenerar la visión parcial de una persona ciega a través de implantes de electrodos en el cerebro y de una retina artificial que transformaba la información recibida en impulsos eléctricos que interpretaba el cerebro como imágenes.

Y la empresa SynCardia logró desarrollar un corazón artificial extracorpóreo, gracias al cual vivió una persona durante dos años.

Por supuesto que existen opiniones contrarias, que ven esta corriente como una monstruosidad antinatural y que nos acabará convirtiendo en poco más que cyborgs.

¿Realmente seríamos más felices si no envejeciéramos nunca? ¿Dónde están los límites del transhumanismo? ¿Querríamos ser inmortales? Estamos aún lejos de poder responder con auténtico conocimiento sobre estas preguntas que desde tiempos inmemoriales producen angustia en el ser humano y que, por otro lado, cada vez estamos más cerca de poder contestar.