Viajar permite, como he comentado en varias ocasiones, descubrir lugares y conocer anécdotas, más allá de las guías turísticas, que suponen un regalo adicional para esa mochila repleta de recuerdos que traemos al regresar a casa.
Un aprendizaje que enriquece, abre los ojos y la mente, amplía nuestros horizontes y, por qué no decirlo, obliga a veces a plantearnos algunas de nuestras creencias. Mantener abierta nuestra capacidad de sorpresa es siempre esencial en cualquier escapada.
Eso es lo que me ocurrió cuando estuve recorriendo Wertheim, una preciosa ciudad alemana, rodeada de ondulantes colinas boscosas, ubicada estratégicamente en la confluencia de los ríos Meno y Tauber.
Allí conocí la historia de unas singulares estatuillas, de diferentes tamaños y colores, repartidas por toda la localidad que, seguro, llamarán la atención del visitante. Aparecieron por primera vez en 2020, durante la pandemia, y desde entonces forman parte del paisaje urbano de esta localidad.
Me refiero al famoso e inconfundible ‘Wertheim Optimist’ (el optimista de Wertheim). Creado por el artista de renombre internacional Ottmar Hörl, estas esculturas se han convertido también, en cierta forma, en un embajador oficioso de la ciudad al sorprender gratamente al viajero.
Decenas de estos ‘optimistas’ se encuentran repartidos por todos sus rincones. Están presentes en casas, calles, escaparates, restaurantes, supermercados, balcones o, incluso, en los puentes que cruzan sus ríos.
Los ‘Optis’ (así se les conoce popularmente), con su característico gesto con el pulgar hacia arriba, son también una gran herramienta de marketing al transmitir un mensaje positivo y de cordialidad al visitante.
Existe uno inicial (el primigenio, mayor de todos y más conocido) de intenso color azul y grandes dimensiones, a partir del cual se hicieron diferentes reproducciones que suelen tener unos 44 centímetros de altura.
Otra de las curiosidades es que no permanecen siempre en el mismo lugar. Digamos que ‘deambulan’ por la ciudad. Su éxito ha sido tal que están a la venta muchas de sus reproducciones. Un bonito recuerdo para rememorar un viaje por esta preciosa parte de Alemania.
Es verdad que Wertheim tiene por sí misma argumentos de sobra para ser visitada. Su imponente castillo (la más sobresaliente de sus construcciones) y las espectaculares panorámicas que nos regala desde lo alto de la colina, el casco antiguo medieval con sus casas con entramado de madera y calles empedradas, la famosa casa azul, la fuente de los Ángeles (Engelsbrunnen), la gran torre (Spitzer Turm), el edificio del actual Ayuntamiento, la capilla de San Kilian, la colegiata de Santa María, el Museo del Vidrio (Glasmuseum), etc.
Sin embargo, el foco de atención de estos párrafos se centra en esta ‘historia’ que, por sí misma, además de ser otra razón para visitarla, es una manera de expresar que allí se vive de manera tranquila, segura y feliz.
Por cierto, Wertheim forma parte de la Ruta Romántica, uno de los itinerarios más bellos de Alemania. Un popular y famoso recorrido turístico, desde Wurzburgo hasta Füssen, que atraviesa las regiones de Baviera y Baden-Württemberg.

El festival también incluye un amplio programa de actividades paralelas durante el mes de noviembre, como el programa ‘Cine y escuela’ en el Centro Cultural Alcazaba, con proyecciones para escolares; el taller práctico ‘Diseñar para la cámara’, impartido por el director de arte Damián Galán Álvarez, los días 8 y 9 en la Sala Trajano; un concierto el 16 de la Banda de Música de Mérida en el Centro Cultural Alcazaba; o la exposición de los 20 carteles oficiales del festival del 17 al 30 de noviembre en el mismo espacio.