Trinidad Fernández era una artista de Avilés, de formación autodidacta, que se dio a conocer formando parte del Grupo Joven Pintura Gijonesa. Partiendo de la figuración, su evolución hasta la abstracción pasó por la simplificación y la esquematización; y en la senectud de su vida se identificó con el realismo crítico.
Su particular universo evolucionó a partir de los sintéticos paisajes de la época, en los que plasmaba muy parcamente algunos de sus rincones asturianos más íntimos y en los que ya aparecían personajes que acabaron convirtiéndose en presencias constantes de una pintura supuestamente directa, pero que en realidad escondía sorpresivos retazos de una infancia traumática.
A su padre, médico de profesión, lo fusilaron en la Guerra Civil. Siendo adolescente la internaron en un colegio en Suiza. Al morir su madre repartieron a los hermanos entre familiares. Siempre se sintió abandonada, con la sensación de sobrar en todas partes. El arte y la lectura siempre fueron su mayor refugio.
Con 18 años comenzó a recibir clases de pintura de Joaquín Rubio Camín, de quien se enamoró. Gracias a él empezó a exponer muy pronto y así, rodeada de artistas, comprendió que aquel era su mundo y comenzó a considerarse pintora, y nadie, hasta el último día de vida, le hizo desviarse de su camino. Joaquín supuso en su vida una puerta para el mundo del arte, pero también un detonante para romper con su vida anterior y vivir una vida bohemia y de inspiración.
“No me considero una pintora estática, mi pintura está viva y va evolucionando con el tiempo. Lo más importante es ser fiel a uno mismo y transmitir ese mensaje que hace que te levantes cada mañana con la necesidad de coger los pinceles y dejar que el lienzo en blanco te hable”
Conforme las alusiones paisajísticas fueron desapareciendo de sus lienzos los fondos mutaron a grises y a neutros, y las figuras enigmáticas fueron adelgazándose hasta quedar reducidas a simples trazos realizados de modo rápido, aunque sin restar ni una pizca de su valor referencial.
Estuvo décadas alejada de su tierra, por lo que aún es una artista casi desconocida para el público asturiano. Fallecida en 2022, siempre se sintió incapaz de volver a la ciudad que la vio nacer: “a veces resulta imposible superar tanto dolor”. En vida fue imposible que mostrara su obra en Avilés, algo que el Ayuntamiento resarció posteriormente con un merecido homenaje.

El festival también incluye un amplio programa de actividades paralelas durante el mes de noviembre, como el programa ‘Cine y escuela’ en el Centro Cultural Alcazaba, con proyecciones para escolares; el taller práctico ‘Diseñar para la cámara’, impartido por el director de arte Damián Galán Álvarez, los días 8 y 9 en la Sala Trajano; un concierto el 16 de la Banda de Música de Mérida en el Centro Cultural Alcazaba; o la exposición de los 20 carteles oficiales del festival del 17 al 30 de noviembre en el mismo espacio.