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Agustín Muñoz Sanz. Médico, investigador, humanista. Grada 152. Perfil

Agustín Muñoz Sanz. Médico, investigador, humanista. Grada 152. Perfil
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Foto: Eduardo Sierra

Pacense poliédrico por su trabajo como médico, investigador, profesor, escritor o académico, Agustín Muñoz Sanz se define como una persona que trata de ser buena y que su prójimo sea feliz.

Experto como pocos en enfermedades infecciosas, y concretamente en el VIH, ha desarrollado una prolífica carrera sanitaria y docente, que ha complementado con diversas acciones solidarias para acercar la Medicina y lugares remotos en desarrollo. También es conocido por su faceta creadora; no en vano una obra suya, ‘Marco Aurelio’, se ha estrenado en el Festival de Teatro Clásico de Mérida.

Comprometido con la sociedad, últimamente vive implicado en la pandemia con conferencias, artículos, entrevistas y asistiendo por teléfono a amigos y conocidos infectados.

¿Cuándo surgió su interés por la Medicina?
Lo llevo escrito en el ADN. Pertenezco a una familia de sanitarios. No es definitivo, pero puede influir. Hay un hecho en mi biografía adolescente que me marcó, encontrarme en la desaparecida biblioteca de San Antón, en Badajoz, que estaba situada junto al Hospital Provincial de San Sebastián, con una biografía de don Santiago Ramón y Cajal. Me impresionaron su biografía e investigaciones. Estoy entre los ‘cajalianos’. Fue el disparo de salida.

Acabado el Bachillerato y aprobada la Selectividad hice el primer año de Ciencias (Biología) en Badajoz. La Universidad de Extremadura acababa de nacer. Al año siguiente me fui a Sevilla para estudiar Medicina, porque no había facultad en Badajoz. Entendí que, además de la vida y muerte de las células, me interesaba mucho más cuidar la vida y evitar la muerte de los seres humanos.

Mientras terminaba su formación, ¿pensó desarrollar su carrera profesional en Extremadura?
Tras acabar la carrera en Sevilla y preparar por mi cuenta el examen MIR obtuve plaza. Fui al Hospital de La Paz, de la Universidad Autónoma de Madrid, el primero de España por su alto nivel científico, docente y asistencial. Un pinche, yo, en las cocinas de Atrio. Tenía claro que debía formarme bien como especialista, en el mejor sitio, y luego volver cualificado.

Foto: Cedida
Foto: Cedida

¿Qué le llamó la atención de la investigación, y en concreto de las enfermedades infecciosas?
Las enfermedades infecciosas es una vocación muy temprana. Influyó conocer las biografías de los cazadores de microbios. Más tarde, penetrar en la vida y trayectoria de don Gregorio Marañón, un pionero de la Infectología en España; también soy ‘apóstol marañoniano’.

Si despegué con Cajal en la adolescencia, en Madrid entré en órbita. En La Paz y, curiosamente, en el Hospital Universitario Ramón y Cajal, la escuela donde me inicié en la disciplina de Infecciosas con los doctores, maestros y amigos Emilio Bouza y Luis Buzón. Luego, en microbiología del Hospital de la Macarena, en Sevilla; el General Hospital de San Francisco y la Universidad John Hopkins, en Estados Unidos; y el Hospital Egas Moniz e Instituto de Medicina Tropical de Lisboa.

En cuanto a la investigación, es mi curiosidad por conocer, amén de ser una de las tres patas del trípode que sustenta a un médico científico. El ambiente profesional propicio donde me he formado y las fuentes ideológicas de Cajal y Marañón abonaron el barbecho donde brotó.

Hace más de 30 años creó y consolidó la Unidad de Enfermedades Infecciosas, hoy Servicio de Patología Infecciosa del Hospital de Badajoz. ¿Cómo ha evolucionado desde entonces?
Con toda humildad, podemos presumir de ser pioneros en España porque, en 1986, fue una de las tres primeras en crearse. Hoy es un servicio eficaz y eficiente.

Los avances han sido espectaculares tras la irrupción del Sida, otra de mis pasiones. Ahora, el coronavirus pandémico dará un empuje a la Medicina en general, las grandes crisis estimulan los talentos.

Foto: Eduardo Sierra
Foto: Eduardo Sierra

Es profesor titular en la Facultad de Medicina. ¿Qué le llevó a renunciar voluntariamente a la Jefatura del Servicio de Patología Infecciosa del Hospital Universitario de Badajoz en 2018?
Llevaba mucho tiempo rumiando la decisión de abandonar el barco; incluso en la Nochevieja de 2016 lo consulté a mi familia. Me fui por dignidad, tenía plena conciencia de que ‘el mejor sistema sanitario del mundo’ es una quimera. El abismo entre los profesionales sanitarios y los dirigentes de la Sanidad, salvo excepciones excepcionales en su excepcionalidad, es insalvable. Los mastines del poder, algunos personajes con mucho poder efímero, pero esterilizante y dañino, cercenan iniciativas, capan voluntades y amputan ilusiones. Salvo si te regalan miserablemente un carguillo por ‘dedocracia’.

Me arrepiento de no haber aguantado algo más para despedirme de mis pacientes, con algunos de los cuales me unían 30 años de relación; y también para estar hoy en la trinchera asistencial, pues soy un infectólogo de batalla. Aunque he compensado la ausencia implicándome en la pandemia con conferencias, artículos, entrevistas y asistiendo por teléfono a amigos y conocidos infectados. Medicina virtual.

Pero no me reprocho ser coherente y reivindicar la dignidad profesional. Hay que despolitizar la Sanidad, ponerla en manos de profesionales formados en gestión, gobierne quien gobierne. Los pastores deben mimar al rebaño que produce, no a los mastines.

Acaba de recibir la medalla al mérito colegial como reconocimiento a su trayectoria. ¿Cómo recibe estos homenajes?
Me consideraba un epicúreo puro, pero en verdad soy un vulgar estoico gracias a Epicteto, Séneca y Marco Aurelio. Por tanto, poco amigo de las cosas mundanas que inflan el ego e inflaman la vanidad, que ya sufren de obesidad mórbida. ‘Vanitas, vanitatis’.

Siento el premio como un acto de generosidad excesiva del Colegio de Médicos de Badajoz, y de su presidente Hidalgo, hacia mi persona. Hay muchos compañeros con más méritos y mejores. Recibí la medalla muy agradecido. Me sirvió para rendir un homenaje público a mis padres, ya ausentes, auténticos merecedores del regalo, no por engendrarme sino por educarme en valores.

Con los futuros ‘MIR’ de Kenia. Foto: Cedida
Con los futuros ‘MIR’ de Kenia. Foto: Cedida

Háblenos de su experiencia en África y de otras acciones de cooperación.
A principios de los años 2000, con Proyecto VHIDA estuve en Maragua, un remoto lugar a 80 kilómetros de Nairobi, capital de Kenia. Montamos una clínica para pacientes con Sida, a la vez que viví una sindemia: enfermos con Sida, tuberculosis y las infinitas penurias de la pobreza. Participé en el reparto de dinero con recursos de Médicos del Mundo para las mujeres locales a fin de evitar la prostitución. Intentábamos prevenir contagios. Escribí desde Kenia un artículo en el Hoy, ‘Las putas de Maragua’. Fue una experiencia demoledora. Me cambió para siempre, a mí, que muto más que un virus gripal.

También anduve por Bolivia, en Santa Cruz de la Sierra, dando cursos de formación en Sida y sus complicaciones a representantes de ministerios de Salud de 12 países latinoamericanos.

Y, como perito infectólogo representando a la Unión Europea, visité para informar sobre la tuberculosis en Rumanía. Me tocó ir a la prisión de máxima seguridad de Jilava, una experiencia aterradora en la Europa del siglo XXI, peor que el Expreso de medianoche. Esta visita quizá fue debida a mi experiencia previa durante años con los pacientes en la prisión de Badajoz, un modelo asistencial desconocido en España y que se implantó luego en todo el Estado. La Dirección General de Instituciones Penitenciarias me pidió opinión y me detuve en Madrid a la vuelta de un congreso en Hamburgo. El entonces delegado del Gobierno en Extremadura, Óscar Baselga, fue testigo, con otras personas del Insalud de Badajoz y altas autoridades penitenciarias.

Ministerio de Justicia de Rumanía, 2004. Informe sobre tuberculosis en prisiones rumanas. Foto: Cedida
Ministerio de Justicia de Rumanía, 2004. Informe sobre tuberculosis en prisiones rumanas. Foto: Cedida

Ha compaginado su labor profesional con una prolífica carrera creadora. ¿Cuándo se reveló esa vertiente literaria?
No lo sé a ciencia cierta. Sospecho que se expresó por primera vez en un concurso de redacción de Coca-Cola, en el instituto Zurbarán de Badajoz. Naturalmente, no lo gané porque mi escrito debió de ser muy malo. Siendo mis dos hijas pequeñas les contaba cuentos antes de dormir, inventados sobre la marcha, al modo ‘saramaguiano’ de narrar, literatura oral; lamento no haberlos escrito.

Algunos dicen que soy un tipo creativo, imaginativo, un inventor de historias. En verdad, soy un lector compulsivo e incansable. La lectura, a veces, desemboca en la escritura. Comencé con artículos de prensa. Luego me lancé, con mucho miedo e inseguridad, a la literatura y el ensayo. Hasta hoy.

Ha escrito novelas, cuentos, ensayos e incluso obras de teatro. ¿En qué género se encuentra más cómodo?
Cómodo, en el ensayo, porque es consecuencia del estudio e investigación, para lo que tengo cierto hábito. Feliz, en la narrativa y en el teatro porque es pura creación; y crear, dicho con toda humildad, es un capricho de dioses.

Presentación de su última novela, ‘De tormenta, historia de mi alma’, en la Feria del Libro de Badajoz. Foto: Ayuntamiento de Badajoz
Presentación de su última novela, ‘De tormenta, historia de mi alma’, en la Feria del Libro de Badajoz. Foto: Ayuntamiento de Badajoz

Su última novela reivindica al creador prusiano Heinrich von Kleist. Háblenos de ella.
Es una novela escrita en primera persona, a modo de autobiografía, la de un escritor maldito, en el puro sentido de Charles Baudelaire en ‘Las flores del mal’ y de Paul Verlaine en ‘Los poetas malditos’. Kleist fue un genio literario olvidado durante casi 200 años. Frank Kafka y Thomas Mann lo colocaron en el retablo mayor de la literatura alemana y universal. Nació fuera de época, un adelantado. Tengo cierta predilección por este tipo de personas, cuya valía y talento no se valora en justicia. Como Byron y Wilde, amo el talento y la belleza.

¿Sería capaz de elegir la obra suya que mejor le representa?
Los libros son como los hijos, ninguno es igual a nosotros, ni siquiera entre ellos. Todos tienen algo de sus padres y a todos se les quiere con la misma intensidad. La obra más personal, tanto que no se puso a la venta, es ‘Diario de invierno’, una autopsia espiritual donde vacío mi alma de poeta que no sabe escribir versos exponiéndome por entero en el escaparate de la opinión. El Diario es una larga elegía hernandiana en prosa, escrita con la tinta melancólica del alma. Fue un homenaje a Javier, mi mejor amigo de la infancia muerto muy prematuramente un maldito 21 de noviembre. El negro día cuando nació mi invierno existencial. Javier fue quien me animó a presentarme al concurso de Coca-Cola. Se divertía mucho cuando gamberreábamos en algunas clases en el instituto: yo, inventándome historias que le contaba en voz baja, a modo de retransmisión radiofónica; y él, partido de la risa. Nos costó algún disgusto con la autoridad. Por cierto, el Santiaguito Ramón y Cajal estudiante fue peor aún que nosotros. Un consuelo.

Volvemos a la Medicina. Unos años atrás hablábamos de sus investigaciones sobre el VIH. Ahora parece que solo hay Covid-19. ¿La ingente labor investigadora para superarla es a costa de otras patologías?
No, todo lo contrario. De los avances se favorecerán muchas enfermedades infecciosas, la oncología, la inmunología, la epidemiología, la farmacología, la ‘vacunología’ y muchas más. Otro asunto es el parón asistencial de muchas enfermedades e intervenciones, por la sobrecarga y la falta de recursos, otra patología crónica incurable. Es un hecho muy duro y de alto coste en dolor, sufrimiento y vidas.

En el Hospital General de San Francisco, referente en la investigación del Sida. Foto: Cedida
En el Hospital General de San Francisco, referente en la investigación del Sida. Foto: Cedida

¿Servirá la pandemia para concienciar a la población sobre la importancia de la investigación médica y para que cuente con fondos suficientes?
Es importante crear conciencia, hacer pedagogía; pero el pueblo no decide, ni siquiera votando, porque luego vienen los apaños, arreglos y cambalaches no votados. Deciden los tramoyistas de la política. Si los políticos no reaccionan, aunque en España sería un milagro porque el genoma español carece del gen de la Ciencia, no habrá nada que hacer. Vuelvo a remitirme a Cajal, una excepción en un medio absolutamente hostil. O a los investigadores de las vacunas españolas. España, como país, necesita un trasplante de cerebro colectivo de quienes negocian y firman los presupuestos.

No hace todavía un mes que comenzó la vacunación frente al coronavirus. ¿Qué escenario nos espera?
Esperanzador, pero no es suficiente. En este momento, y en los meses próximos, las conductas individuales y colectivas en la sociedad son más importantes que las vacunas. De ahí que haya incertidumbre. En cuanto a las vacunas, algunas, que no son tan nuevas, se usan de forma oficial por primera vez, como las plataformas de mRNA. Abren unas perspectivas muy interesantes para las infecciones y para tratar algunos tumores.

Médico, investigador, profesor, escritor, académico. Defínase.
Una persona que trata de ser buena y que su prójimo sea feliz. Todo lo que se enumera en la pregunta se resume así, se trata de comunicar con los demás. Y de ayudar. Ir un paso más allá de nuestra condición de simples primates tribales.

Reconocido conferenciante, imagine una tribuna que le permitiese llegar a toda la ciudadanía con un solo mensaje. ¿Cuál sería?
Sed buenos con vosotros y con los demás, como yo pretendo ser con los demás y conmigo. La vida, hermanos, es solo una burbuja volátil y efímera: nace y muere en la ‘cocacola’ existencial.

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