Esta sección de la revista se dedica a empresa y a mujeres. Este mes no podía pasar por alto hablar de una gran empresaria de nuestra región que falleció el pasado 15 de febrero a los 74 años de edad, Ana María Franco Melara. Pero, como dice esa frase que me encanta de la película ‘El último samurái’, “no os contaré cómo murió, os contaré cómo vivió”.
Y es que Ana María, a principio de los años 90, contaba con negocios de joyería, peletería, confección de señora, galerías de arte y hostelería, habiendo sido pionera en Badajoz tanto en las peleterías como en las galerías de arte.
Ana María fue la tercera de los seis hermanos que sobrevivieron a los primeros años de vida. Nacida en el seno de una familia muy trabajadora, y siendo hija de otra gran emprendedora, comenzó a trabajar con 9 años en la frutería de su familia. Con posterioridad trabajó también en el hostal que su madre, Ana María Melara, regentó en la barriada de San Fernando, el hostal Victoria.
La independencia laboral de la familia le llegó de la mano de los laboratorios Miluy, para los que comenzó a vender sus productos a las perfumerías y droguerías de Badajoz.
Posteriormente comenzó a trabajar para la editorial Artel y Marín. Vendió cientos de libros por las casas de la región. Si en vuestra casa había un ‘Mundo Infantil’, una enciclopedia ‘Gran Mundo Infantil’ o alguna otra enciclopedia de estas editoriales, adquirida en los años 70, seguramente os la vendió Ana María o su equipo.
En 1978, después de haber tenido un contacto con la venta de joyería a domicilio de la mano de Álvarez-Buiza, abrió de forma independiente su primer local al público en la Avenida de Colón, 22.
Dos años después, tras una serie de incursiones previas en el mundo de la peletería (lo que hoy llamaríamos validación de hipótesis) amplió su local adquiriendo el contiguo. De esta manera abrió la primera peletería de Badajoz en la Avenida de Colón, 20.
En 1983 trasladó sus negocios a la Avenida Juan Carlos I, anterior Calle Mayor. A partir de ese momento su crecimiento como empresaria es imparable, dentro de lo que ser mujer y empresaria permitía nuestra sociedad. Todos en la Calle Mayor.
Comenzó a organizar un desfile anual de pieles en el Hotel Zurbarán que constituyó durante muchos años uno de los acontecimientos sociales de la ciudad. Traía modelos de Madrid coreografiadas por Giorgio Aresu y Baby John.
Abrió la cafetería Tristana en 1983.
La primera franquicia de Yves Rocher en Badajoz en 1985.
Tiendas de moda y peletería, Clarens en 1986 y Cristoffer en 1988 (esta actividad la llevaba a viajar todos los meses a Madrid para abastecer de prendas a sus tiendas.
Y otra cafetería más, La escalera, en 1992.
Y, nuevamente, la primera galería de arte de Badajoz. Primero con su socia y artista local Isabel Ceberino, Galería Ceberino Franco en 1992.
Y posteriormente ella sola, Galería Christian Franco en 1996. Realizó múltiples exposiciones, acercando el arte a esta capital extremeña y haciendo una clara apuesta por artistas de origen extremeño; Eduardo Naranjo, Arquer Buigas o Jaime de Jaraíz fueron algunos de los cientos de artistas que pasaron por la galería.
Mantuvo la mayoría de sus empresas abiertas hasta 2007, cuando con 60 años y tras más de 50 de vida activa profesional y con la crisis a la vuelta de la esquina, liquidó sus negocios, vendió sus locales y se retiró a vivir al campo.
Durante su etapa profesional dio trabajo de forma simultánea a más de 20 personas, y contribuyó con sus galerías y exposiciones al enriquecimiento de la vida cultural de Badajoz.
Además de todo ello tuvo dos hijas, Cristina y Ana-Clara. Una de ellas soy yo. Y escribo estas líneas, no por serlo, sino porque creo que se merece este espacio como emprendedora y mujer.
