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‘Autorretrato’, de Nahui Olin

‘Autorretrato’, de Nahui Olin
Foto: Gobierno de México. Secretaría de Cultura
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Nahui Olin (Carmen Mondragón) puede ser incluida entre las mujeres que, como Frida Kahlo, asumieron un rol activo en la vida intelectual, artística y política del México posrevolucionario, desafiando las prohibiciones sociales y los dogmas morales establecidos. Insertas en la escena a la par de sus colegas hombres, desde una posición personal y con sus propias experiencias marcaron el camino de las artes y las luchas libertarias del siglo XX.

La obra de Olin retrata escenas campestres y momentos amorosos en compañía de sus sucesivos amantes. Debido a su megalomanía realizó autorretratos llenos de gracia. Sin técnica académica, fue encasillada entre los artistas naíf; sin embargo, detrás de esa aparente ingenuidad se encontraba una fuerte reivindicación de la autonomía femenina y una compleja reclamación de la identidad popular mexicana.

Sus pinturas están influidas por una acérrima defensa del mundo indígena, con su poderoso universo cultural. En ellas confluyen recuerdos y emociones intensas que le permiten conformar obras de gran vitalidad. Debido a este sedimento vivencial sus pinturas están plenas de una textura emocional intensa que atrapa al espectador.

Carmen Mondragón nació en 1893 en Ciudad de México. Hija de un general, vivió su infancia en París, donde recibió una educación privilegiada. En 1913, de regreso en México, se casó con un cadete por contentar a su padre. Al poco se exilian en el París de Picasso, Braque y Matisse, donde prendió la llama que nunca se extinguió, o que acabó extinguiéndola a ella.

Con su matrimonio derruido regresa a México, y su primer amante la convierte en Nahui Olin, nombre que en ‘náhuatl’ (azteca) significa ‘El último sol’, pero también ‘El primero, el que deslumbra y ciega’, el poder con que el astro hace girar a los planetas y el que mueve los ciclos del universo.

Durante más de 50 años creó una vasta obra pictórica que profundizó en la sensualidad y el erotismo, y un amplio y singular corpus literario que oscila entre el apunte autobiográfico, la poesía lírica y la indagación filosófica, que refleja una enorme necesidad de conocerse a sí misma.

Quienes la conocieron dicen que tenía lava en vez de sangre, el cuerpo como provocación y unos enormes ojos verdes que refulgían como esmeraldas. El desafío era su norma, y la creatividad le estallaba a borbotones. Fue todo lo que quiso ser: poeta, musa, caricaturista, actriz y música.

Murió en el olvido y el abandono en 1973, aunque actualmente está siendo reconocida por las instituciones como una de las mujeres que han dejado huella en el mundo artístico mexicano.

Crédito de la imagen

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