En mi Badajoz soñado no habría políticos, sino servidores públicos, que esto debiera ser lo mismo pero no lo es, o no lo ha sido nunca, (habrá excepciones).
Yo reto a mi Badajoz soñado a que la más bonita de todas sus entradas a la ciudad, sean sus seis entradas y salidas, que el que estuvo aquí diga “Vengo de un reino que ya no es Aftasí, pero es un reino, vengo de una ciudad donde rivalizan el día y la noche paseando, y no sabes si tú paseas por la ciudad o viceversa, la ciudad te pasea, ciudad donde todavía la ciudadanía conquista puentes, va por un quinto y aspira a un sexto”.
Aunque cuidado, añado yo, donde todos los organismos públicos debieran recibirnos ya presencialmente, y donde las pantallas electrónicas anunciando el ir y venir de los autobuses urbanos deberían estar ya reparadas y funcionando.
En mi Extremadura soñada yo consideraría geniales en castúo solamente a dos poemas: ‘La Nacencia’ y ‘El Embargo’; de los demás poemas en castúo, digamos que lo simplemente ingenioso, eso no es la excelencia.
Mas al quinto puente, y aunque llegue tarde mi propuesta, yo no lo llamaré ‘Veinticinco de abril’ sino ‘Puente de los Crepúsculos Badajocenses’; lo siento, me pudo mi semántica de poeta y de aficionado a la opacarofilia.
Finalmente, para esta tierra soñada, y como dice un amigo escritor, “por compromiso debiera haber una denuncia contundente del aborregamiento cultural, y de la fatuidad creativa, sobre todo del clientelismo político administrativo, que encumbra, aplaude, promociona y subvenciona, no por valor creativo, sino por cercanía política y social, o lo que es peor, por la cegata mirada de una modernidad o creatividad, tan torpe como fraudulenta”, os digo que en mi Badajoz soñado no administraría ningún político la cultura, en atención a todas las sensibilidades.
Y tal vez este artículo tendrá continuación.
José Manuel Sito. Escritor