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Bourbaki mola más. Grada 162. Juan Zamoro

Bourbaki mola más. Grada 162. Juan Zamoro
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La travesura de Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero ha durado tres años y se ha resuelto gracias a una dosis generosa de ego y parné. Qué mejor guinda para su teatrillo que desvelar el misterio de la identidad de Carmen Mola convirtiendo en telonero de lujo al premio Planeta en su propio certamen. Eso es un Maracanazo, y no el del 50.

Resultan conmovedoras las acusaciones de apropiación genérica vertidas sobre esos tres pillos, que no han hecho sino honrar la tradición literaria cultivada con cariño por Borges y Bioy Casares, con su Bustos Domecq. Al bueno de Honorio le dieron 25 años de vida (1942-1967) antes de confirmar la falacia de su existencia.

Antes incluso, en 1929, los primos Frederick Dannay y Manfred Bennington Lee se inventaron a Ellery Queen para firmar una treintena de novelas policiacas que aparecieron publicadas hasta bien entrados los años 70.

Justo en esa época, los escritores James Blaylock y Tim Powers idearon al poeta romántico inglés William Ashbless, a cuyo nombre escribieron poemas celebrados y que acabó formando parte de las novelas de cada uno.

Si queremos ser aún más contundentes, podemos remontarnos un par largo de milenios hasta citar a Homero, cuya existencia niegan numerosos estudios elaborados desde la antigüedad hasta nuestros días.

La ocultación de la propia identidad bajo un seudónimo es aceptada sin problema a la hora de firmar obras individualmente. Pudor, prudencia o simple deseo de anonimato son motivos habituales para inventar un nombre alternativo.

En ocasiones muy puntuales, como el propio Stephen King con su alter ego Richard Bachman, los motivos son tan prosaicos como el poder publicar más de una novela al año.

En el caso de numerosas mujeres a lo largo de la historia, ocultarse bajo un nombre masculino fue el único camino que encontraron para poder publicar sus escritos. Amantine Dupin (George Sand), Cecilia Böhl de Faber y Larrea (Fernán Caballero), Mary Anne Evans (George Eliot), Matilde Cherner (Rafael Luna) o Karen Blixen (Isak Dinensen) son solo algunos ejemplos de ese historial dramático.

Sin embargo, cuando detrás del autor ficticio hay cuatro manos o más, los motivos de su existencia hay que buscarlos en las ganas de trascender las propias identidades individuales de los autores reales, gestando una persona nueva, fruto indisoluble de las aportaciones de cada uno de ellos. Es ahí donde Nicolas Bourbaki hace palidecer a cualquiera de sus colegas de ficción.

Hacia 1934, un grupo de jóvenes matemáticos franceses egresados de la L’Ëcole Normale Superieur de París sentían una profunda angustia por el estado de las matemáticas en su país. Si hasta principios del siglo XX Francia había sido una autoridad indiscutible en esa materia, el desastre de la Primera Guerra Mundial había cercenado por la mitad la generación de matemáticos que debía dar continuidad a la labor de Poincaré, Picard, Baire o Lebesgue. Literalmente, el conflicto bélico provocó la muerte de la mitad de la promoción de 1911. En esas circunstancias, tanto la producción de matemáticas de calidad como la capacitación de los alumnos de la posguerra quedaron muy mermadas.

Con el fin de lograr cierta unicidad de criterio y un temario común para impartir la asignatura de Cálculo Diferencial e Integral, en 1935 los matemáticos Henri Cartan, Claude Chevalley, Jean Coulomb, Jean Delsarte, Jean Dieudonné, Charles Ehresmann, René de Possel, Szolem Mandelbrojt y André Weil decidieron crear un grupo colaborativo que se encargase de redactar, con rigor y de manera colectiva, un manual de dicha asignatura.

En poco tiempo comprendieron que, para tener éxito en su empresa, debían extenderla a la preparación de otros volúmenes que recogiesen, con el mismo enfoque, las materias previas necesarias para llegar a abordar el curso original.

Las normas para la redacción de los diferentes contenidos eran sencillas. El rigor debía primar por encima de todo. Tanto es así que, a lo largo de su historia, llegaron a generar terminología y simbología consideradas hoy en día estándares de notación y denominación matemática. Además, las aportaciones de cada uno de los miembros del grupo eran leídas en voz alta y discutidas hasta alcanzar consenso pleno. Únicamente daban por aprobado un artículo si lo era por unanimidad.

Para dotar de mayor prestigio y unicidad a sus publicaciones, decidieron que ninguno de sus nombres aparecería en las obras resultantes. En su lugar, optaron por utilizar el apellido de un general del ejército de Napoleón III que había sufrido una dolorosa derrota en Héricourt, al este del país galo. Así pues, a causa del antimilitarismo imperante tras la guerra europea, el grupo tomó el nombre de Bourbaki. En cuanto al nombre de pila, Nicolás, fue propuesto, al parecer, por Eveline de Possel, más tarde esposa de Weil.

A mayores, dotaron al incipiente sabio matemático de una breve biografía y de una nación de origen también ficticia, Poldavia, ya utilizada a principios de siglo en las bromas de los estudiantes normaliens. Para poder publicar oficialmente necesitaban que Nicolas Bourbaki fuese admitido en la Academia de Ciencias francesa. De ello se encargó Elie Cartan, padre de Henri Cartan, durante una comida y generosa sobremesa con algunos colegas académicos.

Una vez convertido en matemático real, el grupo aceleró sus trabajos. El modesto objetivo inicial evolucionó hasta perseguir la elaboración de un tratado completo y sistemático de toda la Matemática, ‘Eléments de Mathématique’.

Con el tiempo se añadieron nuevas normas a la organización. En cierto momento se estableció la edad tope de 50 años para pertenecer al clan. Una vez alcanzada esta, el miembro abandonaba el grupo y otro, más joven y cuidadosamente seleccionado, ocupaba su lugar. Muy pronto, también, se dotaron de cierto secretismo. Ningún miembro podía revelar su pertenencia al mismo y tampoco eran conocidas sus actividades o sus encuentros.

Nicolas Bourbaki ha publicado, hasta 2019, 12 grandes tratados de varios volúmenes cada uno, sobre casi todos los campos relevantes de la Matemática: Teoría de conjuntos, Álgebra, Topología general, Función real, Espacio vectorial topológico, Integración, Álgebra conmutativa, Variedad diferenciable y Variedad matemática, Grupo de Lie y Álgebra de Lie, Teoría espectral, Topología algebraica e Historia de la Matemática.

En 1952 se constituyó formalmente la Asociación de Colaboradores de Nicolas Bourbaki, nombre oficial del grupo desde entonces. Hoy en día siguen celebrando sus sesiones de trabajo y congresos en el Instituto Henri Poincaré, de París. Su próximo Seminario tendrá lugar el 29 de enero de 2022.

Por lo tanto, me reitero, Bourbaki mola más.

Bonus: En 1948, durante el desayuno, la esposa de Henri Cartan le pasó el teléfono diciéndole ‘Bourbaki quiere hablar contigo’. Al otro lado del hilo telefónico, alguien con un tono muy serio pidió explicaciones sobre el uso del nombre de Nicolas Bourbaki. Resultó ser Nicolaides Bourbaki, agregado comercial de la embajada griega en París, y pariente, por la rama griega de la familia, del general de Napoleón III del que tomaron tan alegremente el nombre años antes. Tras verificar la historia, decidieron convertir a Nicolaides en miembro honorario del grupo e invitarle a las cenas de clausura con las que terminaba cada congreso.

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