Hubo un tiempo en que los hijos de la Torá, los judíos, vivían en nuestros pueblos y ciudades, hacían su pan ácimo y celebraban su Yom Kippur aquí, en Sefarad, un legendario nombre bíblico asignado a España.
En su tiempo de máximo esplendor contaron con sus propios barrios, sus sinagogas y sus tradiciones milenarias con sus días santos, descansando el Sabat, cuando no podían hacer 39 actividades. Sabat, nuestro sábado. Por cierto, jamás olvidaré un Sabat en Safed, principal ciudad ortodoxa del judaísmo israelí, cabalística en Israel.
Teníamos importantes juderías desde el sur en Azuaga, Burguillos del Cerro, Fregenal, Jerez, Segura de León y Zafra. En el norte Cáceres, Coria, Valencia de Alcántara, Hervás, Plasencia y una vigorosa comunidad judía en Guadalupe que generó muchos conflictos. En el centro destacaban las juderías de Alburquerque, Badajoz, Mérida y Medellín.
En 1492 los Reyes católicos, mediante el edicto de Granada, decidieron su expulsión. Es entonces cuando nace para ellos el mito de Sefarad y se convierten en los sefarditas, manteniendo hasta la fecha una lengua preciosa con el castellano del siglo XV llamado judeoespañol o ‘ladino’, que yo he escuchado cantado en Jerusalén.
¿Hoy puede el turista espiritual vivir la espiritualidad judía? Sin duda. La población que mejor ha reivindicado su pasado judío ha sido Hervás, cuyo barrio judío es uno de los más bellos conjuntos de calles y plazas de toda Extremadura. Además, celebran la famosa obra de los Conversos, que se suele celebrar el primer fin de semana de julio, con la participación de más de 400 vecinos de la localidad.
A mí me encanta pasearme por sus callejuelas engalanadas y llenas de ambiente cultural. Hervás es un espacio ideal, con muy buenos alojamientos y muchos sitios para bien comer.
Al turista espiritual le gusta especialmente la judería de Cáceres, pasear por el barrio de San Antonio de la Quebrada y entrar en su sinagoga, actual ermita de San Antonio.

Otro barrio judío poco conocido es el de Valencia de Alcántara, con una sinagoga recientemente restaurada. Esta preciosa localidad siempre merece una buena visita.
Para terminar, no me olvido de lo poco que queda de la sinagoga de Mérida, a escasísimos metros del prodigioso Templo de Diana, que nos recuerda que los judíos estaban ya con nosotros, sobre todo desde el año 66 después de Cristo.
Llevaban dos milenios con nosotros, vivieron entre nuestra gente, construyeron casas y barrios, y un día se fueron dejando mucho más que su recuerdo: un patrimonio a rescatar y promocionar.
Con estas líneas queremos que se impulse aún más el turismo judío como muy bien han hecho en Portugal, por ejemplo en Castelo de Vide. No hay que inventar, hay que aprender.
¡Lehitraot! ¡Hasta pronto!