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Cuestión de energía. Grada 157. Alicia Morán

Cuestión de energía. Grada 157. Alicia Morán
Foto: Cedida
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La energía no se destruye, solo se transforma. Con esta premisa nace esta tercera edición de ‘Sentimiento castúo’, en la que además de compartiros algunos de mis delirios presentaré la historia de Juan Manuel Gonzalez, ‘el psicólogo de los vientos’.

Cuando ‘Sentimiento castúo’ nace lo hace con un enfoque más artístico o literario, de poder mostrar las poesías o expresiones artísticas de distintos extremeños en el exterior. Conforme el proyecto ha ido creciendo me he dado cuenta de que a veces no es tan importante mostrar una poesía, como quizás sí es mostrar la historia de esa persona que dejó su tierra: ¿quién cuenta la historia de los que nos fuimos? ¿cuáles fueron las causas de sus idas y venidas? Esas son las preguntas que me persiguen en mi cabeza siempre que pienso en esta plataforma virtual. Y si bien siempre intentaré que el entrevistado pueda compartir algo más artístico, lo importante será poder contar su historia y que esta sirva de inspiración para otros.

Todo se transforma; los proyectos, las relaciones, los sueños, nosotros mismos. Este proyecto, por ejemplo, no dejará de tener su esencia, pero como todo en la vida irá adaptándose a lo que los tiempos y las circunstancias vayan pidiendo. Y es que una cosa que aprendí este último periodo fue que lo único que tenemos seguro es el cambio. Quizás si aceptáramos este supuesto, y viviéramos más conscientes de que nada es permanente y de que todo está en constante movimiento, nuestras angustias disminuirían y nuestras acciones serían más honestas.

Luchamos en contra de nosotros mismos cuando de repente hacemos algo que entorpece lo que teníamos planificado o lo que habíamos dicho querer hacer; luchamos también en contra de nuestros deseos porque estos no son los que habíamos dicho de desear; y así estamos continuamente tratando de etiquetarnos con hashtags que puedan contener, cual cajón, nuestras porciones de identidad, como si estas no se vieran alteradas por el paso del tiempo.

Empezando a querer y a ponerle atención a mis plantas he ido aprendiendo bastante el discurso que acabo de exponer; para que la planta crezca, algunas de sus hojas, que hasta hace poco eran las nuevas, ahora son las que han de caer para no robarles energía a las que harán crecer a la planta en su totalidad, y así sucesivamente, algún día estas tomarán el lugar del desecho y darán sus energías a las provenientes.

Este pensamiento me hacía estar triste y enfadada con la ley de la naturaleza, pero después observé que la muerte de ciertas hojas proporcionaba más vida, y no solo hacía arriba, también en las partes inferiores de la planta, y eso me hizo confiar en esta filosofía del eterno movimiento vital, de la constante transición energética.

Esta metáfora la podría llevar a cualquier ciclo vital, como por ejemplo el hormonal. Si pudiéramos entender que somos seres cíclicos que vamos cambiando en las distintas etapas de nuestro mes podríamos pararnos a entender mejor las circunstancias que estamos atravesando y cooperar con ellas, en vez de enfrentarlas. El invierno tiene que marchar para que llegue el verano, pero eso no significa que el frío no vuelva a conquistarnos. Todo, transformándose circularmente, a su debido tiempo.

Como seres que crecemos y necesitamos expandirnos, viajamos y dejamos nuestros hogares, nos separamos de ciertas amistades, o dejamos de tener contacto continuo con lo que antes era nuestra rutina. Muere, o mejor dicho se transforma, una parte de nosotros, pero son tan solo las circunstancias del momento, donde la energía que tenemos disponible nos dice de estar. Donde nuestro propio crecimiento como personas nos incita a viajar.

No significa que nuestra esencia se pierda, o que entendamos los cambios o decisiones como acciones disruptivas; significa tan solo tener más escucha y empatía con nuestra propia evolución y con la de los que nos rodean. Una decisión no es una condena. Es tan solo un paso más en la senda que cada uno ha de atravesar. Y tener confianza en que todo regresa a donde tiene que regresar. Como regresan esas hojitas pequeñas al tallo que un día dejaron.

O que, por ejemplo, en el momento presente estemos viviendo en determinada ciudad, con los actuales vínculos y trabajos, no significa que un día regresemos toda esta energía evolutiva a la raíz, a las raíces. Abracemos la perpetua impermanencia y vivamos el presente, que todo, todo cambia.

‘El psicólogo de los vientos’
Juan Manuel González Sopeña (Badajoz, 1992), estudia Física en la Universidad de Extremadura. Tras terminar la carrera y motivado por aprender un nuevo idioma, así como por su interés en la historia de la Guerra fría, en octubre de 2015 se muda a Berlín en busca de experiencias que alimenten su espíritu: “necesitaba desconectar de lo que había estudiado y no automáticamente seguir el camino de hacer un máster; no es que no me gustara mi carrera, simplemente necesitaba un poco de tiempo para mí”.

En dos años aprendió alemán, disfrutó de analizar y conocer la ciudad en profundidad: “me gustaba ver con mis propios ojos todo aquello que había leído y ver las grietas que aún quedaban en la ciudad que intentó camuflar su historia en tan solo 30 años”, y en la búsqueda de su claridad vocacional tuvo diferentes trabajos que le divertían y le hacían ver otras perspectivas de vida: “me entretenía trabajar de guardián de la noche en aquel hotel y ver las interacciones que se producían a las altas horas de la madrugada”. Mientras conversábamos, Juanma (a partir de ahora voy a nombrarlo así) y yo nos acordamos de que también coincidimos en un trabajo siendo extras para una película. Divertidos momentos.

Ya preparado para poder emprender una nueva aventura y volver a retomar su camino recordó que siempre se sintió atraído por el mundo de las energías renovables, y que quizás ese era el lugar donde poder aportar su granito de arena a la sociedad. Es por eso por lo que se muda a Madrid para hacer un Máster de Energías en la Universidad Complutense.

Siempre nos encontramos personas en nuestro camino que nos inspiran, motivan o sirven de punto de inflexión en nuestras decisiones. Juanma tuvo la suerte de tener como tutor de su trabajo de fin de Master a Jesús Fidel González Ruoco, experto en Paleoclimatología (el estudio de las características climatológicas a lo largo de la Historia), quien le mostró su pasión por su trabajo y plantó la semilla en Juanma de interesarse por la investigación.

Es así como los pasos de Juanma lo llevan a Irlanda a hacer un doctorado en ‘Analytics for short-term wind farm energy forecast’ en el Trinity College de Dublín; traducible a todo lector, la motivación de su tesis es desarrollar un algoritmo para la predicción del comportamiento del viento en determinadas partes, e intuir cómo va a seguir comportándose, y así poder usar los parques eólicos de forma más eficiente. Algo así como entender qué zonas son más aptas para estos parques, y hacerlos funcionar cuando haya más afluencia de viento, y en los rangos de tiempo en los que se prevea que haya menos poder usar otras fuentes alternativas de energía y generar más sostenibilidad dentro de esta área.

En ese momento fue cuando decidí llamarle ‘el psicólogo de los vientos’. Olvidé decir que su TFM fue de algo similar, pero aplicado a los vientos del sureste español.

¿Y cómo extrapolar esto a Extremadura? “Para eso hay que entender sus vientos”, me respondió. ¿Y cómo crees que esta experiencia puede repercutir en tus raíces? “Para nuestro desarrollo como personas está bien exponerse a otros ‘vientos’ y salir de nuestra zona de confort. Es importante si queremos volver o que Extremadura crezca, las vivencias y todo aquello que aprendemos lo podremos extrapolar a la tierra”.

Con los efectos del Covid Juanma ha estado el último tiempo a caballo entre Badajoz y Dublín, lo cual le ha permitido descubrir sitios increíbles en Extremadura: “desde que terminé la carrera nunca había pasado tanto tiempo en Extremadura y ahora, gracias a la madurez adquirida, he conocido una cara más amable. Hay muchas cosas hermosas, las cuales desconocía su existencia, como la ‘Capilla Sixtina extremeña’, pero para poder valorarlas también hay que salir, volver, y apreciarlas más”.

Recientemente ha decidido dejar de pagar un alquiler de 700 euros al mes por una habitación en Irlanda, que aunque sea sorprendente es una ganga, para cambiar su rumbo. “En año y medio de doctorado hay compañeros del equipo que aún no he conocido en persona y a sus supervisores apenas los he visto dos veces. Si tan solo requiero de un ordenador para trabajar prefiero entregarme a la libertad de vivir en cualquier otro sitio. Quizás me voy a una ciudad más barata, vuelvo a mi ciudad de origen, o soy nómada digital y vivo cada tres meses en un sitio”. Parece que, cual cometa, Juanma seguirá con confianza el rumbo de sus propios vientos.

¿Y si tuvieras que describir de alguna forma Extremadura, como lo harías?

hogar, tranquilidad
naturaleza
medieval.

alcornoque, dehesa
familia, raíces
descubrir: oportunidad

tiempo de cambio
MONFRAGÜE
renovación: campo

gambino, castúo
emigración
VERDE

empeño, corral
TOMATE.

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