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Datos sobre ruedas. Grada 171. Juan Zamoro

Datos sobre ruedas. Grada 171. Juan Zamoro
Foto: Pixabay. Noelsch
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¿Te gusta conducir? Aquella mano ondulante cabalgando el viento desde la ventanilla de un BMW transmitía una sensación difícilmente igualable de paz, autonomía y libertad. Simbolizaba el coche convertido en una cápsula aislada en la que disfrutar del viaje tanto o más que del destino. Lamentablemente, eso se acabó. El mercado de los datos de los vehículos conectados aún está en sus inicios, pero los analistas predicen que tendrá un valor de entre 300.000 y 800.000 millones de dólares en 2030.

Los automóviles han pasado en poco más de 20 años de contar con pocas decenas de miles de líneas de código concentradas en una centralita puramente operativa a incorporar millones de líneas. Estas líneas están ahora vinculadas a centralitas, centralitas secundarias, ordenadores de a bordo, sistemas de navegación, de seguridad o de entretenimiento. Se han convertido en enormes generadores de datos que, con la llegada de la conectividad 5G (enorme ancho de banda y latencia casi nula), resultan ser un apetitoso pastel para empresas e instituciones de muy diferente tipo. Estas organizaciones se agrupan en un ecosistema floreciente:

  • Los fabricantes de automóviles, que son los responsables de la incorporación de hardware y software en los vehículos, así como de controlar la recogida de la mayoría de los datos que se generan en esos sistemas.
  • Los centros de datos de vehículos, que reciben datos de múltiples fuentes, como los fabricantes de automóviles, otros proveedores de datos y directamente de los vehículos. En ellos se consolidan y normalizan los datos para su análisis.
  • Empresas de navegación y entretenimiento digital en el vehículo que proporcionan cuadros de mando con indicaciones de conducción, contenido multimedia y aplicaciones de terceros.
  • Compañías aseguradoras que crean seguros “basados en el uso” y otros productos que ofrecen descuentos o aumentos de primas en función de los datos reales de conducción.
  • Operadores de telecomunicaciones que ofrecen a los fabricantes de automóviles soluciones de conectividad integradas en el vehículo o en forma de ‘dongle’ que se conectan al coche.
  • Proveedores de telemática que fabrican hardware y software de seguimiento posventa que recogen datos directamente de los coches. Se dirigen a los operadores de flotas comerciales y a los fabricantes de equipos originales.
  • Cuerpos y fuerzas de seguridad públicos que, con toda probabilidad, llegarán a fiscalizar la traza electrónica del uso de cada vehículo. Podría llegarse a una situación en la que los radares y las cámaras de vigilancia resultasen innecesarios. También es previsible, o al menos deseable, que utilicen los datos para monitorizar el estado de las infraestructuras y la seguridad de las mismas.

El coche pierde su estatus como símbolo de libertad entre los más jóvenes desde hace años. Parte de culpa la tienen los cambios en hábitos sociales, que reducen la necesidad de independencia de los veinteañeros. Otra buena causa corresponde a sus crecientes costes de propiedad y mantenimiento. Está por ver si esta intensa conexión multipropósito le hace recuperar puestos en las aspiraciones de las nuevas generaciones o lo hunden de forma definitiva entre el enorme conjunto de herramientas sin atractivo diferencial que utilizamos en nuestro día a día.

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