El viajero, cuando se acerca a la ciudad sevillana de Osuna, seguramente irá atraído por su espectacular Colegiata, por la historia de su centenaria Universidad, por la multitud de iglesias ricamente decoradas, por esa asombrosa sucesión de calles encaladas de un blanco reluciente, por sus palacios y sus espectaculares fachadas o por una gastronomía ciertamente atrayente, en la que destaca un muy característico dulce conventual llamado bizcocho marroquí, que se elabora en un céntrico convento de la ciudad.
Sin embargo, al leer algún folleto turístico o conversando con sus habitantes, descubrimos un espacio natural, modificado por la acción del hombre, que resulta espectacular. Me refiero al Coto de las Canteras.
Es, ciertamente, muy singular. Diferente a lo que personalmente había visto antes. Una ‘obra’ donde interviene la naturaleza sobre una gran mole de piedra, horadada y moldeada por la acción del agua y del aire durante miles de años, y el trabajo del hombre.
Ya desde el siglo V a. C., en época turdetana, se sabe que esta piedra fue trabajada, extrayéndose hasta mediados del siglo XX. La cantera proporcionaba piedra a la ciudad. Con estos sillares se han erigido algunos de los principales edificios de Osuna.
Lo curioso es que la extracción de estas piedras se fue haciendo también desde el interior de la cantera, lo que originó grandes espacios vacíos. Una inmensa oquedad, de dimensiones casi ciclópeas, que envuelve al viajero con una sensación mezcla de admiración, asombro y sorpresa.
El color ocre anaranjado, los pasillos interiores y esas increíbles cavidades han hecho también que sea conocida en algunos foros como ‘la Petra de Andalucía’ o ‘la Petra de España’.
Lo cierto es que fue un trabajo que ha ido, de manera indirecta, ‘esculpiendo’ a lo largo de los siglos esta gran roca sin imaginarse el resultado final. Es tan asombroso que en su interior alberga un grandioso auditorio. De él, en algunos reportajes, he leído que es el más grande de España de estas características.
Esta inmensa cueva, que llega a tener hasta 27 metros de altura, mantiene una temperatura constante. Alrededor de 22 grados.
Sus especiales condiciones de amplitud, temperatura, acústica… hacen que sea utilizada actualmente para diferentes eventos. Entre ellos, recitales y conciertos.
Otro detalle que nos sorprende son una serie de relieves y esculturas que adornan la entrada, junto a un jardín. Los más espectaculares son los de dos guerreros que, tocando un cuerno, parecen vigilar el acceso de este recinto. Una especie de testigos mudos que custodian y guardan sigilosamente los secretos que alberga la cueva.
En su interior podemos descubrir un inmenso bajorrelieve alegórico a las faenas de la vendimia, así como un pequeño museo donde se exhibe una colección de diversos aperos de labranza.
Solo queda recomendaros este lugar, de propiedad privada, que está abierto al público mediante visitas guiadas. Sin duda, una curiosidad en vuestra visita a Osuna.
Más información